100 primeros días del gobierno Biden. La seducción efímera del narcisismo

Los primeros 100 días del gobierno de Joe Biden le han traído a su país mucho más de lo esperado en términos de políticas de recuperación social, económica, ambiental y sanitaria. Y ha revitalizado sueños; algo nada menor. Pero también le están mostrando al mundo el renacimiento de un narcisismo imperial que no se pone límites. . Ni siquiera los límites que la actual debilidad estadounidense en el plano internacional y sus problemas internos deberían aconsejarles.

Tras el descalabro de la era Trump y una salida de escena inusitada y memorable en la que el ex-Presidente fue capaz de despedirse de sus 4 años de desgobierno con el asalto de una gavilla de energúmenos al Capitolio, las costuras mal hilvanadas de “américa” quedaron a la vista y lo que antes se podía intuir se exhibió sin pudor bajo los focos encendidos y en mitad del escenario. Eso que vimos es la institucionalidad que tienen.

El manejo comunicacional de la pandemia no sólo reveló el daño que puede producir la incompetencia de un equipo de soberbios e ignorantes en el gobierno, sino que evidenció algo peor y aún más peligroso. Una buena parte del público estadounidense estaba (y seguramente aún esté) deseoso de ser manipulado, estuvo dispuesto a creer cualquier tontería que se le dijera, y no era capaz de distinguir lo razonable de lo absurdo. Fueron millones las personas convencidas de que la libertad para contagiar a otros les estaba garantizada por alguna de sus sacrosantas enmiendas… y así les fue.

En medio de todo aquel desastre organizado, una policía militarizada que ve las milicias blancas pertrechadas a guerra como brothers in arms pero siente que está cumpliendo su deber cuando mata a negros o latinos indefensos, desató la reacción de quienes están cada día menos dispuestos a aceptar que sus vidas no importen y mostró a las claras otra faceta que a América le ha costado muchísimo reconocer como propia. La de la injusticia hecha Ley y la del viejo supremacismo blanco vivo y serpenteante.

En ese escenario de polarización extrema y descrédito de casi todo, no es sencilla la tarea de reconstrucción social, económica, y política que Joe Biden y Kamala Harris tienen por delante antes de plantearse con alguna seriedad la posibilidad de liderar al mundo.

El nuevo gobierno ha dado pasos hasta hace poco tiempo inimiaginables para cortar amarras con el fundamentalismo neoliberal de sus predecesores y eso seguramente encausará el acceso de la población al trabajo y al sistema de salud, impulsará la reconversión energética y mejorará la infraestructura del país, pero como se ha anunciado, una parte considerable de los fondos se destinará a lo que eufemísticamente se denomina “defensa”, es decir a potenciar la capacidad de intervención fuera de fronteras.

Gracias a una adolescente valiente armada de un teléfono móvil que registró lo que luego todos vimos, y después de la presión de cientos de miles de personas durante meses en las calles, en los EEUU y en el mundo, un asesino uniformado acaba de recibir una condena que podría ser ejemplarizante, pero en el mismo momento otros como él mataban a una mujer desarmada y a un niño con las manos en alto, lo que indica que existe un mal estructural. Como numerosos investigadores especializados han dejado en claro, la conducta sociopática de la policía no responde a “rotten apples” sino a la existencia de un “rotten barrel”, es decir a una concepción de las tareas policiales que conduce directamente al desprecio por la vida de una parte de la población a la que se considera inferior y peligrosa.

La nueva administración ha cumplido y sobrepasado la meta de dos millones de personas vacunadas en estos primeros 100 días. Eso, teniendo en cuenta el caos informativo legado por Donald Trump y su tropa de negociantes y negacionistas evangélicos, debe ser celebrado. Y el mundo seguramente comprende que un país recién salido de esa situación nada envidiable y con más del 25% de los muertos por Covid-19 del planeta, priorice la salud de su propia población.

Pero lo que resulta incomprensible es que mientras eso ocurre, se niegue la posibilidad de una liberación temporal de las patentes para que los países pobres puedan producirlas, y se ponga en tela de juicio que esos mismos países protejan a sus poblaciones con vacunas rusas o chinas, que están salvando, ya, en este mismo momento, la vida de millones de personas en el Tercer Mundo.

Hay detrás de eso algo más vasto, que los EEUU no han terminado de asumir. Su prosperidad y su rol de liderazgo no eran algo que merecieran tener porque Dios así lo hubiera establecido y que fuera a durar por siempre. Era una ventaja coyuntural y dependía de las circunstancias. Una seducción impuesta y sustentada en el poder. Una seducción, en términos históricos, no amorosa sino autocentrada, narcisista y efímera.

Hoy cuando se cumplen los primeros 100 días del nuevo gobierno de los EEUU, estamos presenciando que frente a todo el cúmulo de dificultades internas complejísimas, y como respuesta a los nuevos desafíos de la multipolaridad, hay una autorreferencia constante, una evidente incomprensión y desprecio de todo lo que sucede lejos, más amenazas, más sanciones unilaterales y la promesa de más enfrentamientos.

Eso, el narcisimo de una potencia que no desea ver el mundo sino que se empeña en que el mundo se mire en ella, debe preocuparnos porque nos pone a todos en peligro… y será el motivo de nuestra próxima nota.

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