En medio de la vorágine de «viejas novedades» que trae consigo el Trumpismo 2.0, no es posible augurar cuál será el impacto del sismo en nuestra región, pero es imprescindible preguntarnos qué podría suceder con las economías -y con la soberanía- de los dos primeros países bajo amenaza directa: México y Canadá. .
El párrafo anterior y una pequeña parte de lo que sigue, había sido escrito 24 horas antes de que Donald Trump hiciera sus anuncios del lunes 25 de noviembre, referidos a México, Canadá y China.
El mensaje a través de la red social Truth, fue claro como el agua. Si Canadá y México, los dos países con los que comparte fronteras, no solucionan de inmediato los problemas que EEUU tiene con el fentanilo, la criminalidad vinculada al tráfico de drogas, y la inmigración ilegal, «America» le impondrá aranceles del 25% a todo lo que de ellos importa.
Los tres problemas que el futuro presidente presentaba como excusa para la imposición de dichos aranceles sonn problemas que EEUU debería solucionar por sí mismo dentro de su propio territorio, pero dejando ese detalle al margen, la amenza ha tomado forma, y comenzó de inmediato a tener repercusiones.
En palabras del propio Trump: sus vecinos «pagarán muy caro todo lo que no hacen», y habrán de pagarlo hasta que él decida que pueden ser liberados del castigo.
Antes de seguir adelante, será útil escuchar la respuesta de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, a los anuncios de quien será su interlocutor a partir de ahora. Su elegante firmeza nos permitirá más adelante destacar las diferencias notables con todo lo expresado hasta hoy por el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, y reflexionar acerca de los por qué de esas diferencias.
En septiembre, vale recordarlo, publicábamos en Diálogos la nota de Laura Mac Donald «A global crossroads fraught. We need to deepen our relationship with Mexico», en la que la investigadora de la Universidad Carleton y del Canadian Centre for Policy Alternatives, advertía:
Mexico is booming, with a new president in the wings. It is a promising moment to redraw a longstanding U.S.-centric view of North America.
Hoy, el panorama no podría ser menos alentador y más divergente.
Las amenazas y sus posibles consecuencias
Es sabido que una de las características de Donald Trump a la hora de llevar adelante una transacción es iniciarla con una amenza capaz de disminuir las capacidades o la confianza de quienes negocian con él. Dado que el T-MEC, el tratado comercial que vincula a los tres países, debe ser renegociado en 2026, éste podría ser un primer paso encaminado a ese fin: Trump estaría iniciando esas negociaciones ya mismo, con un golpe en la mesa que siembre el desconcierto y el temor entre sus socios. En su particular modo de ver el mundo, sus socios son sus adversarios, y estarían beneficiándose del ese tratado más de lo debido.
Sabemos además que en el marco del T-MEC que en 2018 -bajo su presidencia- actualizó el marco regulatorio de la relación comercial entre los tres países, los aranceles unilaterales de ese tipo son ilegales. Sólo están previstos para el caso de productos relacionados de algún modo con la seguridad nacional de alguno de sus miembros, y sólo pueden afectar productos específicos, por lo que en el caso que está a consideración, los juicios y/o las represalias a las que se expone, no son menores.
No es un secreto para nadie que aunque el escenario planteado sería enormemente dañino para las economías de los dos países afectados (México es el primer socio comercial de los EEUU, y absorbe el 80% de sus exportaciones, en tanto que Canadá es el segundo y sus exportaciones a los EEUU representan el 70% de sus ventas hacia el exterior), los aranceles no los pagarían ni México ni Canadá, sino las empresas que introducen sus productos en EEUU, por lo que la transferencia de ese 25% a los bolsillos de los consumidores estadounidenses sería inmediata.
Es necesario tener en cuenta, por otra parte, que Canadá y México, son el mayor destino de las exportaciones estadounidenses y por lo tanto podrían establecer aranceles similares, con un efecto potencialmente devastador. Como recuerda Callum Jones en The Guardian: «Keith Rockwell, a former director at the World Trade Organization, predicted that Trump’s move could spark a trade war. “The United States exports hundreds of billions of dollars worth of goods to these countries,” he said. “Anyone who expects that they will stand pat and not retaliate has not been paying attention.”
En apretada síntesis, estando las economías de los tres países tan integradas e interrelacionadas, los perjuicios derivados de una «guerra comercial» por pequeña que fuere, se intensificarían en el tiempo.
Alza de los precios de las materias primas y los productos industriales que importa EEUU, devaluación del tipo de cambio y pérdida de puestos de trabajo tanto en Canadá como en México, interrupción de las cadenas de suministros, recesión, lenta relocalización de industrias en EEUU -con costos más altos que los actuales-, y por último desvío de los flujos del comercio de los dos países afectados hacia regiones del planeta menos hostiles. Es decir, para el caso de México: América Latina, los BRICS y, por supuesto, China.
Mal comienzo para esta reedición del Make America Great Again, si de eso se trata.
Disrupción inevitable y vulnerabilidad
Si debimos rehacer la nota que estábamos preparando sobre este tema fue porque en ella intentábamos abordar lo que podría suceder y, mientras escribíamos, ya estaba sucediendo. Por esa razón quizás corresponda retomar por un momento el término que utilizábamos para describir lo que será el trumpismo. La palabra «sismo».
Es interesante conocer las causas que dan origen a un sismo o a un terremoto, pero conocerlas no nos permite evitar que el sismo suceda. Podemos preveer que, si estamos en un área de inestabilidad pronunciada, tarde o temprano padeceremos las consecuencias de un terremoto, pero no sabemos cuándo ni con qué fuerza nos impactará.
En materia de sismos, lo único que está a nuestro alcance, si no podemos evitar estar próximos al epicentro, es reparar los daños y minimizar nuestra vulnerabilidad futura, por lo que cabría esperar de Canadá una conducta similar a la adoptada en primera instancia por México.
Sin embargo, lo que contribuye a complejizar el caso, es que las vulnerabilidades de Canadá y de México ante esta disrupción inevitable no son las mismas. Tienen una naturaleza (podríamos decir un ADN) diferente.
México y una frontera entre mundos, lenguas y culturas
Apenas conocido el resultado de las elecciones y el triunfo de Donald Trump, The Economist, que en estas cosas no se equivoca, había predicho que el primer país en verse afectado por el sismo, sería México:
«Policy commitments made by President-elect Donald Trump often lack precision. Not so on November 4th, the final day of campaigning, at a rally in North Carolina. Mr Trump kicked it off by announcing that one of his first calls as president would be to Mexico’s President Claudia Sheinbaum. “I’m going to inform her, on day one or sooner, that if they don’t stop this onslaught of criminals and drugs coming into our country, I am going to immediately impose a 25% tariff on everything they send into the United States of America.” Mr Trump’s policy could not have been much clearer. “You’re the first ones I’ve told it to,” he told the cheering crowd.»
Era previsible, dados los antecedentes del Donald Trump, ese tono de propietario de vidas y haciendas con tonalidades patriarcales. Era previsible también la equiparación de los migrantes que cruzan la frontera Sur con criminales que la asedian, porque eso está en la esencia de la cultura popular «americana«, desde que a mediados del Siglo XIX les fue necesario justificar la apropiación por la fuerza de buena parte del territorio que hoy es suyo.
La frontera de México y los EEUU es no solamente una línea artificial que separa dos países a través de lo que fue y aún sigue siendo un mismo pueblo. Es la zona de contacto y fricción entre dos culturas, dos idiomas, y dos Américas. Entre el mundo angloparlante y el nuestro.
Canadá y una frontera interior
Canadá, sin embargo, no estaba en el radar de The Economist ni en el radar de la prensa especializada. Su vulnerabilidad, al parecer, era hasta los anuncios del 26 de noviembre, tan imperceptible como inesperable.
Y es a propósito de esa vulnerbilidad al sismo que se anuncia y que comenzaremos a experimentar más temprano que tarde, que se hace necesario colocar el foco en cómo y por qué Canadá y México están asumiento conductas diferentes frente a un mismo problema que ambos comparten y que los debería encontrar unidos.
¿Por qué -podríamos preguntarnos- antes aún de que se conocieran las intenciones de Donald Trump, el premier de Ontario Doug Ford, y Danielle Smith, la premier de Alberta, ya estaban reclamando que México fuera excluído del T-MEX?
¿Por qué el PM Justin Trudeau, ya en la cumbre del G 20 deslizó una insinuación similar?
¿Cómo debe interpretarse que Chrystia Freeland comparta las preocupaciones de Trump respecto a México de un modo tan sibilino: “there are legitimate concerns for our American partners and neighbours to have. Those are concerns that I share«.
O ¿por qué, descendiendo a lo peor de este anecdotario, el ministro de Industria de Canadá, François-Philippe Champagne, se mostró ofendido por el hecho de que Donald Trump haya comparado la frontera de los EEUU y Canadá, con la frontera que los separa de México?
Como se dice desde tiempos bíblicos, «por sus frutos los conoceréis», y estas preguntas van a tener respuestas a medida que transcurraan los acontecimientos, pero alguna razón tiene Philippe Champagne. La frontera entre Canadá y los EEUU es algo así como una demarcación entre iguales o entre pretendidamente iguales. Y es en esa pretensión que subyace la vulnerabilidad de Canadá.
Describe bien esa vulnerabilidad Trump’s proposed tariffs against Canada and Mexico may be illegal, but that’s not the real problem.
Profesor asociado de Ciencia Política de la Brock University en su nota -publicada en esta misma edición de Diálogos-:«Those arguing in favour of appeasement — that Canada must do whatever the U.S. wants to avoid retaliation — should not delude themselves that Canada would be integrating more deeply with a fellow democratic country, protected by shared norms and the rule of law.
To integrate further with a country that has rejected the rule of law would be to surrender Canadian sovereignty. Deep integration with the U.S., once our greatest asset, is now Canada’s greatest vulnerability.»
Lo que ha de venir
La vulnerabilidad de Canadá frente al sismo del Trumpismo 2.0 radica en su cercanía al epicentro y en una extrema confianza en su buena suerte. Su cercanía a los EEUU es no sólo geográfica o de intereses, como puede ser la de México, sino sobre todo espiritual. Se trata de una proximidad de índole. Una proximidad geopolítica y clientelar.
Posiblemente suceda con Justin Trudeau o con quien lo suceda, lo que Plinio el Joven narraba en el año 79 D.C., a pocos días de la destrucción de Pompeya. Los temblores habían sido tan frecuentes, que sus habitantes estaban ya acostumbrados. No imaginaron siquiera que esa vez todo podía sería diferente.
Esta vez las cosas podrían no ser como cuando en 2018 se negoció el T-MEX. Era aquel otro Trump. Eran aquellos otros EEUU. Una pandemia, la retirada de Afghanistán, el pobre desempeño miltar de la OTAN en Ucrania, el drama de Gaza, China extendiendo sus redes comerciales, y un Sur Global desafiante que busca desdolarizarse, nos separan de aquel mundo que ya no está.
No deberíamos dejar de lado la posibilidad de que la inclusión de Canadá entre los países a los que Donald Trump dice querer castigar sea apenas un ardid de viejo tahur para que las ambiciones primen, para que los bancos y las empresas mineras canadienses muestren sus cartas, y para que embandera con el Canada First, Ottawa quiera dejar a México por el camino…
México, que desde siempre ha padecido aquello de estar demasiado lejos de Dios y demasiado cerca de los EEUU, quizás ahora está también demasiado cerca de quienes desde Canadá nunca han dejado de mirar hacia el Sur con avidez… y con cierto desprecio.
Pero tampoco podríamos excluir la eventualidad de que Donald Trump finalmente acuerde con quien se le resiste (porque en última instancia México es un socio comercial muchísimo más potente e interesante que Canadá), y deje caer todo el peso de sus antipatías y sus caprichos en quienes menos lo esperan. Los sismos dan sorpresas.