«Si hiciéramos un minuto de silencio por cada una de las víctimas del conflicto armado, el país tendría que estar en silencio durante 17 años» dijo el sacerdote y filósofo Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, que presentó esta semana su informe sobre 70 años de guerra en Colombia. .
Asistieron, por supuesto, Gustavo Petro y Francia Márquez, pero no Iván Duque, cuyo gobierno pasará a la historia como el gran saboteador de los acuerdos de paz, y como el primero que deberá entregar el mando a una coalición de fuerzas de centro-izquierda en toda la historia de su país. Él y su mentor se lo buscaron y debemos celebrarlo.
El Informe, que tiene 5.000 páginas repartidas en diez tomos, es el resultado de cuatro años de investigación sobre más de medio siglo de conflicto armado y aporta luz para comprender, analizar y conocer las razones y las múltiples verdades y falsedades de la guerra. La tragedia se saldó, como queda documentado, con 10.000.000 de muertos, el 80% de ellos civiles, y una cantidad aún no bien establecida de desplazados (en su mayoría mujeres y niños).
La presentación fue un hermoso caso de justicia poética. Tuvo lugar pocos días después del festejado triunfo de las fuerzas progresistas en un teatro que tiene por nombre Jorge Eliécer Gaitán, aquel hombre rebelde y honesto cuyo asesinato el 9 de abril de 1948 desató uno de los períodos más negros de la historia de nuestro continente, en lo que fue además el debut de la OEA, que se formalizó sin pudor en el instante mismo de su muerte. Eduardo Galeano describó aquella jornada aciaga con estas palabras:
Alguien deambula en busca de un zapato. Una mujer aúlla con un niño muerto en brazos. La ciudad humea. Se camina con cuidado, por no pisar cadáveres. Un maniquí descuajaringado cuelga de los cables del tranvía. Desde la escalinata de un monasterio hecho carbón, un Cristo desnudo y tiznado mira al cielo con los brazos en cruz… . Al pie de esa escalinata, un mendigo bebe y convida: la mitra del arzobispo le tapa la cabeza hasta los ojos y una cortina de terciopelo morado le envuelve el cuerpo, pero el mendigo se defiende del frío bebiendo coñac francés en cáliz de oro, y en copón de plata ofrece tragos a los caminantes. Bebiendo y convidando, lo voltea una bala del ejército.
Suenan los últimos tiros. La ciudad, arrasada por el fuego, recupera el orden. Al cabo de tres días de venganza y locura, el pueblo desarmado vuelve al humilladero de siempre.
Puede revisitar nuestra nota sobre aquellos hechos aquí: De Gaitán a Duque; de la dignidad a la indecencia criminal.
Pero sigamos adelante. Termina el primer semestre de este 2022 en el que alguna vez soñamos que viviríamos la recuperación post-pandemia y el regreso a la normalidad, y se nos ha ocurrido hacer un paneo rápido de algunos temas que nos importan y en los que no hemos llegado a profundizar.
Sucedió en la misma semana porque hay momentos de la historia en los que la infamia se condensa. Más de 40 inmigrantes provenientes del Africa sub-sahariana que intentaban cruzar la valla coronada de puas que separa Marruecos de los territorios españoles de Ceuta y Melilla fueron asesinados a golpes o porque se les hizo caer cuando ya habían trepado el vallado. Cinco días antes 53 hombres y mujeres que habían intentado inmigrar ilegalmente a territorio de los EEUU en un camión sellado murieron abandonados, ahogados, sedientos y abrasados por una temperatura de más de 45º.
Marruecos enterró a quienes murieron en su territorio y a quienes habían muerto en territorio español. Para ello fueron oportunamente trasladados porque era necesario evitar que España, en vísperas de la cumbre de la OTAN en Madrid, apareciera como responsable de esa barbarie. Se los arrojó a fosas comunes abiertas rápidamente con el fin de que no se pudiera establecer ni el número exacto de fallecidos ni la causa de su muerte. Son africanos y no le importan a nadie, al punto de que el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, declaró en sede parlamentaria que el operativo de contención de inmigrantes había sido un éxito.
El siguiente es un análisis de cómo se informa acerca de esas muertes en la prensa. Se trata del podcast La Base, que dirije el ex-vicepresidente de España, Pablo Iglesias.
Mientras tanto, tras el hallazgo de los cadáveres en el camión en Texas, los republicanos acusan a los demócratas de no haber cerrado la frontera a cal y canto, porque ¿qué hacían allí esos malditos muertos? El camionero será seguramente condenado a la pena de muerte, y Kamala Harris, supuestamente encargada de encontrar soluciones al problema migratorio, brilla por su ausencia como lo hace desde que se le confiara esa tarea que, obviamente, no considera digna de su interés.
Sólo cabe asombrarse ante la fuerza de la necesidad o el poder de los sueños que empujan a tanta gente a desear ir hacia donde nadie los quiere y en donde sus vidas valen tan poco.
En toda el área cordillerana recostada al pacífico el suelo tiembla. Ya lo vimos en Colombia, pero también sucede en Chile, en Perú y en Ecuador.
En Chile, Gabriel Boric y la coalición que lo llevó al gobierno dejan ver muchísimas dificultades a la hora de crear las condiciones como para que en septiembre sea aprobado el nuevo texto constitucional que debería reemplazar la constitución de la dictadura, y hasta desde sus propias filas se comienzan a reclamar cambios en un gabinete que no aparece ser suficientemente sólido.
Aquel convencimiento (la herencia inocente del estallido) de que las soluciones deberían emerger desde fuera de la política tradicional o desde una «nueva política» libre de sus taras, parece ser ahora un obstáculo para que las sucesivas crisis que atravesó el país desde octubre de 2019 encuentren un cauce razonable y aceptable para las mayorías, que fluctúan entre el deseo de cambios y el temor a lo que vendrá con ellos.
Queda mucho por decir y toda América Latina estará pendiente de lo que pase en los dos meses de campaña que restan. ¿La reforma fiscal recientemente anunciada operará a favor de la agenda del gobierno de Boric? ¿La posición a favor del rechazo de buena parte de la prensa maintream chilena y algunas debilidades de la propuesta de la Convención Constituyente lograrán frustrar lo que fue en su momento una esperanza inédita? Todos tenemos mucho que aprender de Chile pero Chile tiene todavía mucho que aprender.
En Perú, su primer presidente indígena, Pedro Castillo, es una incógnita, y su gobierno se muestra tan frágil como lo fue desde un principio. Suele suceder con frecuencia en un país cuyo sistema de partidos colapsó hace décadas y cuyas élites blancas acostumbran a no respetar nada y muchos menos los resultados de elecciones democráticas, en las que no creen.
En Ecuador esta vez la Confederación de Nacionalidades Indígenas, la oposición parlamentaria, y las multitudinarias protestas que se extendieron por más de dos semanas y dejaron un saldo de al menos 6 muertos y varios cientos de heridos, no hicieron caer (del todo) a Lasso.
El banquero/presidente, que durante los últimos días estuvo a pocos votos de ser destituído por el parlamento, aceptó, ante la mediación de la Conferencia Episcopal y de un enviado especial del Papa Francisco, 9 de los 10 puntos que conformaban la plataforma del Paro Nacional.
Él sabe ahora que deberá cuidar las decisiones que toma si no quiere correr la misma suerte de tantos antes que él. Y la CONAIE, por lo que ha manifestado Segundo Leónidas Iza, su presidente y miembro de la nacionalidad kichwa-panzaleo, estudiará la posibilidad de transformarse en un partido político. Una experiencia infrecuente en América Latina pero que promete ser interesantísima.
Sobre el Atlántico, pese a todo lo que sucede en la Argentina (donde Alberto Fernández, acorralado entre la tremenda deuda que heredó de Mauricio Macri y una clase media que desearía vivir en Oslo y rezuma incomprensión y rabia, hace lo que puede aunque lo que puede parece por ahora no alcanzar), y a pesar de los efectos positivos que la crisis energética global provocada por la guerra de Ucrania podría tener para Venezuela, todas las miradas convergen en Brasil.
Lula comienza a ser una luz al final del tunel mientras el país todavía recorre los tramos ¿finales? de un fascismo de baja intensidad que ha sido la comidilla del mundo.
Mientras, el hasta ahora presidente Jair Bolsonaro y su pandilla dan muestras de una fatiga escénica que los presenta como una caricatura atolondrada y ridícula de sí mismos. La esperanza de que Lula regrese se expresa abiertamente incluso en los actos públicos de quien ha perdido más de la mitad del apoyo que lo llevó al poder.
Ya es bullying. pic.twitter.com/BWRAuwItF1
— Nacho Lemus (@LemusteleSUR) June 30, 2022
En EEUU, mientras su presidente se ocupa de convencer a sus aliados de que aquel America is back significaba «vayan a la guerra; mueran, maten y arruínense por mí, que yo les diré cuándo, cómo y por qué hacerlo, y hasta les venderé las armas que necesiten a buen precio», la Suprema Corte que le dejó como regalo Donald Trump hace retroceder décadas a una sociedad empantanada y demasiado, demasiado inocente.
En menos de un mes y como si un demonio bromista los hubiera activado, seis jueces hicieron trizas los tímidos intentos del actual gobierno por regular el uso y el porte de armas, negaron y llamaron a desconocer el derecho constitucional de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, y finalmente le dieron un tiro de gracia a las políticas de protección del planeta. Todo eso, mientras en el congreso se suceden los testimonios que intentan determinar lo que todo el mundo sabe sin necesidad de tanta espectacularidad: que quien podría ser el nuevo presidente en 2024 intentó dar un golpe de estado en 2020 y ya debería estar preso.
Ocurre a veces que cuando éstas cosas suceden en un país que durante tanto tiempo se presentó como modelo a seguir, es posible pensar “se lo buscaron”. Pero no podemos olvidar los cientos de miles de personas que verán sus vidas arruinadas y en peligro para que quienes llevan su conservadurismo y su religiosidad perversa a este extremo, se salgan con la suya.
En Europa se reunieron los líderes del G7 sin que ni la inflación, ni la crisis energética, ni el desempleo, ni las encuestas que muestran que la población de sus propios países comienza a no respaldarlos en las decisiones que toman respecto a la guerra, les haya quitado la amplia sonrisa que les ilumina la cara en cada oportunidad en que hablan de ella o de cuánto desearían prolongarla.
Boris Johnson o Justin Trudeau dieron muestras de cierto nerviosismo a la hora de bromear y alardear, como héroes que jamás han corrido un riesgo, con la situación que tiene en vilo al mundo… El canciller alemán mencionó con timidez y sin convicción la palabra paz mientras aseguraba que seguirán enviando armas de gran alcance a Ucrania para que la carnicería continúe allí pero la sangre no trascienda sus fronteras…. Y si uno juzgara los acuerdos alcanzados en la reunión de los países más ricos del globo por la cara de preocupación de Emmanuel Macrón cuando intentó que Joe Biden lo atendiera (y lo entendiera), o por la sorpresa que muestran sus asesores (Jack Sullivan entre ellos) ante la intromisión inesperada, o por el modo en se que deshacen del presidente francés cuando los 30 segundos de diálogo les parecen excesivos, deberíamos abandonar toda esperanza (si todavía conserváramos alguna).
Esta gente todavía no entiende el problema en el que están inmersos. Como dice Dimitri Lascaris en nota de Canadian Dimension que hemos publicado en esta misma edición: When you are in a hole, stop digging.
Y finalmente la cumbre de la OTAN, como estaba previsto, mostró resolución y fatiga por partes iguales. Como remarca el columnista de Político Andrew Desiderio en su análisis de la cumbre:
In an unprecedented show of unity against Russia’s war in Ukraine, world leaders clinched an agreement at the annual NATO summit this week to bolster and expand the alliance’s eastern front. But the well-scripted show of democratic solidarity belied growing concerns about how long the West — in particular the U.S. — would continue to pump tens of billions worth of weapons and humanitarian aid into the embattled nation, with political and economic pressures growing at home.
Nada que pueda sorprender, ya que como se viene anunciando desde hace varias semanas, es casi imposible asegurar que las ayudas con las que Occidente se llena la boca lleguen al país al que supuestamente están destinadas. Y hasta ese tipo de cosas finalmente salta a la luz.
Una situación aleccionadora (por lo opaca e incomprensible) es la del «voluntario» canadiense que fue gravemente herido en Ucrania y que, de acuerdo al enviado especial del Globe and Mail en Kyev, ahora ha iniciado una campaña online que le permita recabar fondos para regresar a su país.
La OTAN, en síntesis, resolvió en esta cumbre que aunque el peligro principal por el momento es Rusia (que había sido definida como una aliada estratégica hace 10 años por la misma organización que la rodeaba con decenas de bases militares), su principal desafío para el futuro es la contención de China, por lo que cabe suponer que pronto tendremos una nueva guerra. Que además del dolor y la muerte que causan todas las guerras, vendrá acompañada de más y más paquetes de sanciones, que dañarán más y más al mundo en desarrollo, y horadarán más y más el bienestar de la población y la estabilidad social de las naciones sancionadoras.
No será diferente a lo que ocurre ahora pero se llevará a cabo con un grado mayor de perfección y/o estupidez. Porque toda situación mala puede transfomarse en peor si la humanidad se empeña lo suficiente, y porque como advertía el argentino Enrique Santos Discépolo hace ya casi un siglo: «igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezcla’o la vida, y herida por un sable sin remaches, ves llorar la Biblia junto a un calefón».