Salmos y bostezos en Notre Dame cuando cae Damasco. Homenaje a Saladino

Son ellos y están allí para ser vistos. Mientras escuchan música sacra y salmos interminables, y se aburren como ostras disimulando apenas los bostezos en la reinauguración de la catedral de Notre Dame de París, seguramente sienten el escozor erotizante de creer que están pasando a la Historia (con mayúsculas). .

 

No ha de ser broma estar ahí en plena Ciudad Luz, entre gente que tiene poder, o lo tuvo, o lo tendrá. Pegoteados porque suponen que se necesitan. Disimulando a duras penas la desconfianza o incluso el asco que sienten los unos por los otros.

No habrá esta vez un Jacques-Louis David que nos los eternice como manada colorida ni una Annie Leibovitz que los retrate uno a uno en blanco y negro, con luces y sombras que les otorgue cierta dignidad que, si la tuvieron, van perdiendo con la edad.

Allí está Trump, con los ojos semicerrados, pensando quizás en qué hará a partir de enero para que la decadencia y la verdad no se hagan demasiado evidentes y para que los que vengan detrás de él no estropeen la precariedad de su legado.

A su lado está Emmanuel Macrón. Ya ha contribuído al tedio generalizado con un speech que nadie celebrará ni recordará. Ahora masculla quién sabe qué conjuros que le permitan no caer al vacío que él mismo ha creado con un empeño digno del peor necio. El centro político de Francia se ha transformado en un punto y ni siquiera alguien tan pequeño como él podría sostenerse allí por más tiempo.

Un poco más allá simula estar su esposa, tan cabizbaja e ida que da pena. Y luego Jill Biden en representación del ausente… y luego todos los demás…

Están Zelensky, a quien ya nadie adula y que, a estar por lo que se sospecha, tramita un exilio dorado en Londres. Y Elon Musk -nunca más parecido a un cruel condotiero renacentista o a un mafioso rumano-. Y el príncipe William, -que está, como es lógico y como es su costumbre, como si no estuviera.

No falta tampoco un pequeño sector -aparte- con una veintena de pobres y desvalidos, para que el mundo recuerde que, de algún modo, los organizadores del show son cristianos.

Algunos pocos de los que están allí seguramente ya saben lo que nosotros, simples mortales, todavía no. Mientras el coro de niños alaba a Dios y ellos bostezan o miran al vacío en la catedral reconstruída y mientras en el canal de al lado juegan el Real Madrid y el Girona (porque la vida sigue) cae Damasco.

Y cae tan «pacíficamente» como cuando entró en ella Saladino, en 1174. Porque como se dice -equivocadamente- que dijo Mark Twain, «La Historia no se repite, pero muchas veces rima».

Mientras tanto, en Siria…

En el mismo momento en el que se reinauguraba la catedral de Notre Dame y se conversaba entre bambalinas y en voz baja sobre qué forma se le dará a la rendición de Ucrania para que Europa no quede demasiado mal parada pero pague los platos rotos como mejor pueda, sucede lo inesperado y hasta cierto punto inexplicable.

Uuna escisión del Frente al Nusra, la filial siria de Al Qaeda, y algunos otros grupos identificados por siglas tan novedosas como enigmáticas, transformados por la magia de la prensa de terroristas infamen en rebeldes moderados que luchan por la democracia, después de haber atravesado toda Siria de Norte a Sur en poco más de una semana, tomaban Damasco.

Se desvanecía así, sin resistencia y con un ejército que se entregaba antes aún de avistar al enemigo, la dictadura ¿todopoderosa? de los al-Assad. Un régimen que durante más de medio siglo se las había ingeniado para mantener un equilibrio laico, forzado y crecientemente inestable entre religiones, etnias, fracciones, tendencias…y descomunales intereses geoestratégicos.

Y finalizaba -al menos circunstancialmente- la guerra -abierta en ocasiones, asordinada otras,-, que se inició hace 14 años tras aquella «Primaver Árabe» con la que Barak Obama, los EEUU y sus seguidores de siempre, salpimentaron la región.

Más de medio millón de muertos después, con seis millones de desplazados internos y una cifra igual de refugiados deambulando por el globo y establecidos principalmente en Turquía y la Unión Europea, aquella Primavera parece reverdecer y tomar un nuevo impulso.

A estar por los antecedentes, las creencias y el integrismo de las fuerzas que liberaron a Siria esta vez (tan parecidas a las de los  muyahidines que llevaron la democracia a Afghanistán en su momento), las fronteras entre lo que era Gaza hasta ayer (una prisión a cielo abierto), y lo que podría ser Siria en algunos años más, parecen borrosas.

Damasco no se transformará en Kabul (crucemos los dedos), porque los tiempos han cambiado, pero podría ser irreconocible si algo en esta experiencia geopolítica vertiginosa y arriesgada saliera mal. Y si la balcanización del territorio entre milicias de distinto signo y ex-generales generalmente corruptos, se tornara inevitable.

Geoestrategia, biblia, gas y petróleo

Rusia en la encrucijada y su acceso a los mares cálidos

Que Rusia, el sostén último del régimen, se haya hecho ostensiblemente a un lado podría sorprender. Pero se hace más comprensible si uno sospecha -¿por qué no?- que pueda haber habido un acuerdo previo para que los EEUU, Israel y Turquía asuman o intenten asumir el control de la región, a cambio de que la Administración Trump deje caer a Ucrania y contribuya a aplacar en la Unión Europea y en el Reino Unido el furor bélico del otanismo más obtuso.

Aún así peligrará, es cierto, la base militar que aún Rusia tiene en Tartús. Sin ella perdería su único puerto sobre el Mediterráneo, es decir su único acceso a los mares cálidos sin el paso obligado por el Estrecho del Bósforo, por lo que ese tema podría formar parte del hipotético acuerdo.

Pero ¿cómo podrá el gobierno ruso estar seguro de que Occidente, lo cumpla? O ampliando los parámetros de la duda, ¿veremos a Odesa entrar pronto en esta ecuación? ¿Habrá un nuevo Acorazado Potemkin filmándose entrelíneas?

Irán y el Eje de la Resistencia

Que Irán junto al llamado Eje de la Resistencia chiíta, el otro apoyo con el que contaba Bashar al Assad, no haya intervenido, quizás tenga que ver con la derrota de Hamas y el repliegue de Hezbolla en el Líbano y en la propia Siria después de que Israel descabezara -literalmente- a su cúpula y dejara en evidencia una vulnerabilidad que colocó al Partido de Dios, por el momento y quizás definitivamente, fuera de este juego.

Last but not least... si Irán ya había demostrado que podía asumir el genocidio en Gaza y la limpieza étnica de Palestina en relativa calma y sin ir mucho más allá de las amenazas y las protestas ¿por qué pensar que podría hacer ahora algo muy diferente?

Y si lo hiciera, es decir si reaccionara o si una alianza tácita entre los EEUU, Israel y Turquía lo colocara definitivamente contra las cuerdas, ¿cabe esperar otra cosa que la guerra total en Medio Oriente?

El Éufrates como deseo

Que Israel haya comenzado la invasión de territorio Sirio y a bombardear instalaciones militares y civiles en la propia Damasco menos de 24 horas después de la caída al-Assad y mientras parte de la población aún festejaba alborozada, puede deberse, si se lo analiza con ingenuidad, a que las FDI quieran evitar que los recién llegados se fortalezcan demasiado.

Sin embargo, que Benjamín Nethanyhau haya dicho que la nueva situación representa una oportunidad para su país, es un llamado de atención -por si alguno hiciera falta. Para el sionismo más duro, el Gran Israel, la Tierra Prometida, debería extenderse desde el mar hasta el Éufrates.

Se dice ya en el Génesis «En aquel día hizo Jehová un pacto con Abraham, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates».

Esa misma promesa fue renovada a la nación de Israel en el libro del Éxodo: «Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Éufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de esa tierra, y deberán arrodillarse delante de ti».

Era comprensible que un pueblo de pastores del desierto tuviera, entre sus ensoñaciones religiosas, una promesa semejante. Y así, una y otra vez, la Biblia menciona ese río identificado con el Paraíso y con la prosperidad, como frontera Este de la tierra que Jehová les había reservado.

Lo que resulta menos comprensible aunque ya es notorio es el hecho de que la idea de que Dios les haya prometido esto o aquello, haya devenido treinta siglos después en obsesión.

Ya sabemos lo que las obsesiones y el deseo pueden cuando el supremacismo coincide con las apetencias coloniales. Entre los Altos del Golán que Israel ya ocupa ilegalmente desde 1967 y el río tan deseado, media ahora sólo la cáscara hueca de un Estado fallido.

Gasoductos sangrientos

Los Estados Unidos ya contolaban las áreas petrolíferas del Este de Siria y el territorio circundante, aunque tanto la producción como el consumo habían llegado durante los últimos años a mínimos históricos; Turquía no parecía demasiado interesada en otra cosa que no fuera mantener a raya a los kurdos que la amenazaban desde el Norte; y de los Estados del Golfo Pérsico nunca se sospechan las intenciones hasta que no son manifiestas.

Sin embargo, en este caso todo adquiere una lógica distinta: «el gasoducto más sangriento de la historia«, como se le ha dicho, que debería unir Quatar con Turquía, atravesando Arabia Saudita, para entrar en Europa a través del Bósforo, y liberarla -al menos en parte- de su dependencia del gas y del petróleo ruso, debía pasar inevitablemente a través de todo el territorio sirio.

Ese gasoducto, junto con los ya existentes, como el Arab Gas Pipeline, construído por el gobierno sirio y la empresa estatal rusa Stroytransgaz en 2008, debían formar parte de un proyecto mucho más ambicioso denominado la Estrategia de los Cuatro Mares
encaminada a convertir a Siria en un punto neurálgico del transporte de hidrocarburos entre los mares Mediterráneo, Negro, Caspio y el golfo Pérsico.

Siria era demasiado importante para Occidente como para dejarla en paz. Eso, al parecer, es lo que estuvo detrás de aquella Primavera desencadenada en diciembre de 2010, y eso es lo que podría explicar su renacimiento.

Para los EEUU, por lo que sabemos, existen muchísimas formas de destruir gasoductos ajenos, como se probó con los NordStream en el Báltico hace dos años, y una de esas formas es impedir que se construyan hasta que no han tomado control del territorio por el que habrán de pasar.

Lo terrible de la apuesta que han hecho esta vez, con aparente total éxito, es que todo el país ha quedado en manos de organizaciones y personas que, hasta hoy, figuraban en sus propias listas de terroristas más buscados.

Parecen incapaces de abandonar la pésima idea de armar una y otra vez a la hez de la tierra.

Y si antes dijimos que en la reinauguración de Notre Dame de París todos parecían estar «disimulando a duras penas la desconfianza e incluso el asco que sienten los unos por los otros», lo mismo ocurre dentro de Siria y entre los que juegan esta partida de ajedrez perversa.

¿Ha comenzado la reconfiguración de las fronteras para lo que será el nuevo orden mundial multipolar?

Saladino, la Tercera Cruzada y la Catedral de Notre Dame

La Tercera Cruzada, liderada por Felipe II de Francia, llamado El Augusto, por Ricardo I de Inglaterra, conocido como Corazón de León, y por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico I Barbarroja, se inició en 1189 y se adujo como excusa no el pillaje y el saqueo, porque esas cosas nunca se confiesan, sino la reconquista de la Tierra Santa y el rescate del Santo Sepulcro de Jerusalen, que en aquel momento formaban parte del sultanato de Salah ad-Din Yusuf ibn Ayyub, conocido en nuestro idioma como Saladino.

El sultán Saladino, a quien mencionábamos al pasar al comienzo de esta nota, gobernaba por entonces un extenso y rico territorio que se extendía desde Egipto hasta la Mesopotamia y que tenía su capital en aquella ciudad por entonces maravillosa y culta llamada Damasco, a la que había entrado, cuentan que pacíficamente, pocos años antes, en 1174.

Los europeos capturaron durante aquella  Tercera Cruzada ciudades portuarias importantes, como Acre y Jaffa, al norte de lo que hoy es Gaza y en el Líbano, pero no llegaron a su objetivo último: la conquista de Jerusalén. Lo que, justo es decirlo, no los angustiaba demasiado.

Hasta Jaffa y Acre llegaban las caravanas de la Ruta de la Seda y desde allí se embarcaban hacia Génova y Venecia las telas, la mirra o las especias, y era eso, y el oro que con ese comercio se obtenía, lo que importaba. Lo del Santo Sepulcro -como la democracia y las libertades hoy- barnizaban con épica y entusiasmo lo que eran, en el fondo, operaciones de rapiña.

En la Catedral de Notre Dame de Paris, por aquellos años, recién se estaban colocando los primeros sillares, ya que comenzó a construrirse en 1163. Pero su existencia guardaba una estrecha relación con todo lo  que en aquel momento ocurría en Medio Oriente, porque desde allí fluían los fondos que la hicieron posible. En Europa Occidental, durante la Edad Media, nunca hubo riquezas que permitieran aquello. La grandiosidad que hoy admiramos, tuvo su precio en vidas y gentes arruinadas.

Y por supuesto, no es lícito encontrar en ciertas similitudes entre el pasado y el presente explicaciones de lo que hoy ocurre, pero no pueden resultar menos que inquietantes las coincidencias. Aquello de que la realidad nunca se repite pero en muchas ocasiones rima, nunca fue más cierto.

Y vale, después de todo lo ocurrido en los últimos días, este breve recuerdo/homenaje a Salah ad-Din, que no entregó las llaves de su reino.

Ni quienes el domingo 8 de diciembre huyeron de Damasco, ni quienes provocaron su caída, hubieran resistido su mirada.

 

 

 

 

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador, activista por los derechos humanos,y el desarrollo sostenible, y diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online