Nacimiento y agonía de un «Estado Canalla» (1) De Isaías a Benjamín Netanyahu

Se indignará el Señor de los Ejércitos, en el día del fuego de su ira. Se estremecerán los cielos, y la tierra se moverá de su lugar. Como gacelas perseguidas, como ovejas sin pastor, tus enemigos intentarán huir pero caerán atravesados por las lanzas. Sus hijos serán estrellados contra las rocas ante sus ojos; sus casas saqueadas, y violadas sus mujeres.

Isaías – Capítulo 13 .
 

Ha pasado exactamente un año desde que el 20 de octubre de 2023, iniciamos con esas palabras del profeta Isaías la primera de una serie de notas dedicadas al furor genocida del Estado de Israel en contra del pueblo palestino. Una vocación de exterminio que se expresaba desde mucho antes de aquel ataque de Hamas que sirvió de excusa al horror que el mundo ha presenciado. Una pandemia bélica que se expande ahora a toda la región, incluyendo Cisjordania, Líbano, Siria, Irak, Yemen y -cuando los EEUU lo estimen conveniente- también a Irán.

La cotización al alza de los muertos y las ensoñaciones supremacistas de Isaías, se titulaba aquella primera nota y en ella apuntábamos a algunas características de este conflicto que lo llevan a trascender el marco geopolítico tradicional.

Israel es y no es Ucrania

El Estado de Israel es, al igual que Ucrania, una frontera. Un enclave amortiguador entre lo que suele denominarse Occidente y el Asia tan temida.

Ambos son países cuyas elites dirigentes han sido alimentadas y sus ejércitos abastecidos y entrenados durante años y aún décadas, para oficiar como proxies; para ejercer de escudo y punta de lanza de quienes pretenden decidir los destinos del mundo, y no siempre desean o se atreven a ensuciarse las manos. Ambos se prestan a ejercer el rol de mercenarios con status de estado-nación.

Ucrania, a lo largo de estos tres últimos años y en un proceso iniciado en las revueltas del Maidán de 2008, ha dado de si todo lo que se le exigió. Ahora que su fracaso se ha hecho demasiado evidente y es ya un Estado fallido, le ha llegado la hora de ser abandonada, y podemos enterarnos de que parte del material de guerra entregado (vendido) a Ucrania por los EEUU, hubiera necesitado ser reparado porque no estaba en condiciones de ser utilizado.

Se dividirá Occidente los despojos del país como le plazca, y los fondos de inversión verán cómo sacar de los sobrevivientes la sangre que les queda.

En el caso de Israel, en cambio -y sin dejar de lado la vocación de sus clases dirigentes por representar en la región los intereses de quienes les otorgaron a partir de 1948 un territorio que no era suyo y desde entonces los sostienen con armas y dinero- su transformación de vasallos fieles en canallas con iniciativa propia, incluye elementos que van más allá del rol de «gendarme regional».

Esos elementos que hacen que en este caso el canalla sea no sólo peligroso para sus vecinos sino para la humanidad toda son: el mesianismo religioso, el racismo supremacista, las apetencias coloniales, y la victimización continuada como excusa para toda barbarie.

Para enmarcar lo que sucedía hace un año en una «cultura de la crueldad» que trasciende lo geopolítico, iniciábamos aquella nota con la visión profética de Isaías. Esa mirada al trasfondo histórico nos ayudará ahora a entender la vigencia de lo que hoy se conoce como Doctrina Dahiya, desarrollada por el ejército israelí en Beirut en 2006 y llevada en la actualidad a su paroxismo.

Decíamos hace un año

Por un minuto volvamos atrás, –Proponíamos en aquella nota-. Remontemos el tiempo hasta los orígenes del pueblo que se soñó y se sigue soñando el elegido y el preferido de un Dios, y releamos los delirios mesiánicos de los primeros profetas que recorrieron el paisaje pedregoso y árido en el que nacieron las tres -las tres- religiones abrahámicas que de un modo u otro vertebran nuestra cultura.

Confluyen en esa cita de la revelación de Isaías crueldad, dolor infligido gratuitamente, castigos inmisericordes, condena eterna, sangre y destrucción. Para decirlo en términos modernos y menos viscerales: limpieza étnica y sustitución poblacional; genocidio y supremacismo colonial. Eso y no otra cosa nos anunciaba el profeta, no sin alborozo y con un agradecimiento expreso a la divinidad que lo haría posible.

Todo en el nombre de Dios y de su infinita bondad. Todo para asegurarle a los elegidos del Señor el merecido retorno a la Tierra Prometida de la que mana leche y miel.

La cita injustificable

Por supuesto, ninguna religión es reducible a sus zonas más oscuras y no se le puede atibuir a los creyentes de ninguna de ellas cada barbaridad que se diga o se haya dicho en su nombre, pero cuando alguien elige fundamentar en una profecía el dolor que causa, como si al dañar la estuviera cumpliendo, vale saber a qué se refiere. Para entender claramente qué nos dice.

Benjamín Netanyahu al anunciar la entrada del ejército Israelí en Gaza, citó el capítulo final de una profecía del profeta Isaías en la que se describe un escenario idílico en el que todas las naciones del mundo se arrodillan ante una Jerusalem victoriosa:

Oh, ¿quiénes son ésos, una nube de palomas que vuelan a su palomar?
Mira cómo los barcos de Tarsis acuden, trayendo de lejos a tus hijos, con su plata y su oro, a causa del Nombre de Yavé, tu Dios, que te ha glorificado.
Los extranjeros reedificarán tus muros y sus reyes te pagarán los gastos.(…).
Tus puertas estarán siempre abiertas, no se cerrarán ni de día ni de noche, para recibir las riquezas de las naciones que te traerán sus mismos reyes.
El país o el reino que no quiera obedecerte, perecerá, y las naciones serán destruidas totalmente.

Ese es el «final de la historia», que imaginaba el bueno de Isaías. Y eso nos ayuda a entender el mensaje de Israel hoy, y lo que pasa por la imaginación perversa de un genocida (y de los que de un modo u otro lo respaldan y utilizan). Lo que se prepara es pesadillesco, pero a Dios le gusta.

Que al anunciar la entrada de cientos de tanques a Gaza, bloqueada por aire, tierra y mar desde 2007 y ya derruida tras el bombardeo a la población civil y la matanza más cobarde y aberrante que se recuerde desde Hiroshima, Benjamín Netanyahu haya citado la profecía de Isaías, que describe cómo será el triunfo de Israel sobre todas las naciones del mundo, es más y es peor que una cita desafortunada. Es un desafío -demencial pero claro como el agua- a todo el orbe. (…).

Que los EEUU, el país que ha validado y financiado toda esa carencia de escrúpulos durante décadas, diga deplorar lo que sucede, pero vete en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas todo pedido de alto al fuego, no se sale del guión al que nos tiene acostumbrados, pero lo profundiza y lo envilece.

Que mientras dice liderar los esfuerzos de paz Joe Biden envíe nuevas armas y portaviones a la zona del conflicto y se vanaglorie de poder manejar dos o tres guerras simultáneas (como si con lo que ha conseguido en Ucrania o lo que le sucederá en Taiwán si continúa jugando con fuego no le resultara suficiente) desnuda el poco criterio que al parecer le resta.

Que Occidente y su «orden internacional basado en reglas y valores» se comprometa «férreamente» no en detener ya mismo la matanza sino en asegurar que existan corredores humanitarios que lleven a los sitiados ayuda suficiente como para que no mueran hoy sino mañana… que sus líderes se preocupen porque su complicidad con las políticas de despojo podría minar su prestigio frente al Sur global como si lo importante fueran no los desastres de la guerra sino qué tan civilizados e influyentes se los ve…  o que se alarmen porque una guerra que involucre a todo el Medio Oriente -y que podría ser nuclear- les haría llegar flujos de refugiados que no desean ver en sus fronteras, los desnuda como una versión explícita de lo inhumano y lo inútil.

Este repaso a lo que pubicábamos hace un año tuvo como objeto situarnos en la peculiaridad ideológica de un país que se piensa a si mismo como heredero legítimo del pueblo preferido de Dios, y destacar el peligro que entraña que la comunidad internacional le permita actuar en consecuencia.

En la segunda parte, publicada en esta misma edición, abordaremos la Doctrina Dahiya y los presupuestos teóricos con los que se maneja hoy el ejército de Israel, para comprender el por qué de lo que hacen y hacia dónde los (nos) lleva.

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador, activista por los derechos humanos,y el desarrollo sostenible, y diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online