Argentina: debacle, entrega y desconcierto. «Devórame otra vez»

Si algo justifica que volvamos una y otra vez a ocuparnos de la realidad argentina a pesar del tedio y la tristeza que causa ver cómo una sociedad que en algún momento pugnó por ser amable se autodesgarra sin remedio, es la desgraciada enseñanza que nos deja. A todos. .

 

Se dio el juego del remanye

Se dio el juego del remanye, cuando vos, pobre percanta, gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Mano a Mano – Celedonio Flores / José Razzano

Podríamos empezar por cualquier arista, por cualquier vértice o por cualquier cara de este poliedro compeljísimo, irregular, absurdo e inabarcable, por lo que nos permitiremos la libertad de comenzar por algo muy mínimo, que en medio de la vorágine fascitizante que se vive aquí podría pasarnos desapercibido: el asesinato de tres lesbianas miserables (otra sobrevive todavía después de haber sufrido quemaduras en todo su cuerpo) a manos de un hombre que arrojó una bomba incendiaria en la habitación de la pensión donde las cuatro, como en el tango Mano a mano, «gambeteaban la pobreza» Y la exclusión. Y el abandono.

«Locos hay en todas partes«, podría decirnos alguien como consuelo si por un instante sentimos la tentación de imaginar los gritos de miedo y dolor, la desesperación y el horror vividos de pronto, en plena noche, por esas mujeres a quienes su asesino impidió salir de aquel infierno golpeándolas con un palo hasta que el fuego implacable hizo lo suyo.

Pero si traemos la anécdota a cuento no es por el interés que pudiera tener -para nosotros ninguno- saber si el asesino tenía sus facultades mentales alteradas o simplemente odiaba y se creía con el derecho de castigar a cuatro «desviadas» que no se atenían a la norma, sino por un detalle que le agrega política -política pura y dura- a tanta brutalidad descarnada.

«Entonces no te hagas lesbiana así no te matan. Buen motivo para reivindicar la heterosexualidad», respondió en las redes sociales Nicolás Márquez, asesor, sostén ideológico, y uno de los poquísimos amigos íntimos del presidente argentino Javier Milei, a Olga Wornat, periodista de El País de España, autora de una nota que narraba y denunciaba el hecho.

No es la primera vez que este personaje tosco y miserable, que una semana antes había presentado en la 48 Feria del Libro de Buenos Aires una biografía presidencial de la que es co-autor «Javier Milei, la revolución que no vieron venir» , dice algo semejante. Pero lo peor, lo que realmente abochorna, es que podemos estar seguros de que no será la última. Ser malhablados e impunes se les ha hecho costumbre.

Para ellos, en sus propias palabras: “La batalla cultural es una confrontación activa, consciente, deliberada, cuyo propósito es tratar de influir en la definición de los marcos culturales de una sociedad». Y en eso, justo es reconocerlo, llevan hasta ahora todas las de ganar.

«Se dio el juego del remanye«. Que es como decir «en argentino», que ya se dieron cuenta. Nos conocen. Saben que somos mansos.

Ese elenco de personajes inconcebibles que se ha hecho del gobierno de un país en medio del alborozo tilingo del 56% su población, esa caterva de presuntos liberales que vibran de nostalgia, como Nicolás Márquez, cuando piensan en uniformes, sables, y desaparecidos, ya ha visto que pueden decir, y sobre todo creen (con algo de razón) que se les dejará hacer, casi cualquier cosa.

La banalidad del exterminio y la locura

Yo no quiero vivir paranoico. Yo no quiero ver chicos con odio.
Yo no quiero sentir esta depresión.
Charly García

De la anécdota -duele llamarla así pero lo cierto es que ni estuvo en la primera plana de los medios ni demoró más de 48 horas en desaparecer de la agenda pública- se podrían extraer enseñanzas valiosas acerca de los valores que comienzan a hacerse visibles en la sociedad mileista acaudillada por dos hermanos con problemas pisquiátricos y la troupe de aprovechadores que los circunda: el control de la mente y de los cuerpos, la burla, el escarnio y el castigo, la inoculación de un individualismo autosatisfactorio y feroz, el desprecio por los diferentes y los pobres -apenas soterrado antes, emergente con renovado vigor ahora-, la violencia verbal y simbólica llevada al campo de la acción cuando cualquier idiota percibe que el nuevo poder le da permisos (de mentir, de insultar o de matar) que el progresismo zurdo le negaba… La depresión y el fascismo ordinario: La extracción de la persona del espacio que da cobijo al alma.

La lista de nuevos valores que la nueva realidad devela y normaliza, por supuesto, sigue. No podemos siquiera pensar en enumeralos todos. La tragedia de las cuatro lesbianas, quemadas vivas en una pira de desmesura medieval, es apenas un fogonazo más en medio de una explosión mayor y más vasta. Toda crueldad se banaliza y se acepta. Las cosas simplemente pasan porqu el mercado así lo necesita…  Las cien mil personas que han quedado sin trabajo desde diciembre «algo malo habrán hecho o no servirían para nada». Se debe sufrir y provocar sufrimiento si se quiere salir a flote, salir del cepo, salir de la trampa populista de un Estado «que con la excusa de la justicia social, te roba todo lo que ganaste con tu esfuerzo, se lo regala a viejos meados que no se sabe si alguna vez habrán trabajado, y encima no te deja comprar dólares».

Shila Vilcker, Magíster en Comunicación y Cultura y analista de opinión pública, manifiesta todavía su asombro ante la frecuencia con que la palabra «exterminio», con valoración positiva, aparecía hace seis meses, cuando con su equipo de investigación sondeaba el pensamiento profundo de quienes mostraban su propensión a votar a Javier Milei.

En aquel momento, esa fascinación por el exterminio llevó, por ejemplo, a que la propaganda electoral estuviera plagada de Rambos y Terminators disparando a diestra y siniestra sobre los presuntos culpables del estancamiento económico. Hoy cuando ese estancamiento es a todas luces peor, el exterminio deseado abarca a los zurdos, los rojos y los socialistas, los que sobreviven gracias a la ayuda social -es decir «a costa nuestra»-, los putos, los de «pija chica» (sic), los que se oponen a las Fuerzas del Cielo, los que no entienden la importancia de ir a llorar al Muro de los Lamentos, o los que no valoran que el nuevo profeta argentino recorra el mundo anunciando un apocalipsis de injusticia, occidentalismo filo-nazi, guerrerismo y vaciedad.

De un futuro que vendrá – Devórame otra vez

Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende.
Arturo Jauretche

De todas formas, ni la guerra cultural de Márquez en contra de las lesbianas o los rojos, ni las bobadas o las exentricidades del presidente cuando habla con sus perros o hace photoshopear su rostro para parecer joven y hermoso, nacen del aire o se dan porque sí. Son el telón de fondo moral y estético de algo más. Son un leimotiv de la historia argentina consitente en la vocación de sus elites dirigentes y de una parte no menor de sus sectores medios por ser colonia a toda costa, el erotismo de la entrega a los más fuertes.

Porque eso es realmente lo que está en discusión y eso, parafraseando a los cabildantes de Mayo de 1810, es de lo que hoy «se trata».

Hoy, todavía las cartas no están echadas, y ni siquiera una tarotista avezada como la hermana presidencial podría leer el futuro en ellas. Pero se respira un «devórame otra vez» que presagia que Argentina vivirá un cambio de época de difícil vuelta atrás. Otro. Esta vez sin militares ni engaños. A viva voz. Panick Show a plena luz del día, como cantaba «el león» el 19 de mayo, en su último periplo ultra.

A grandes razgos para quienes no siguen el día a día de esta triste saga: en apenas cinco meses, la actividad industrial se ha despolmado un 30%. El consumo de la población ha caído por debajo de los registrados durante la pandemia. La inflación ha retrocedido porque las compras se han retraído como nunca, pero existe una inflación en dólares que aumenta las penurias de los sectores bajos y medios de la escala social mientras dispara las ganancias de los que ocupan las de arriba.

Cientos de miles de aquellos -muchísimos- que ya eran pobres se deslizan hacia la indigencia. Y como no podía ser de otra manera, el sector menos acomodado de la clase media comienza a golpear, con resignación y cierta inocente incredulidad, las puertas de una pobreza que una vez que los haya dejado entrar, hará todo lo posible para impedirles salir. Sobran allí donde están, porque si ha de entregarse el país, quienes lo adquieran necesitan llevarse ganancias y recursos, no reparar «tejido social».

Javier Milei y su elenco de finacistas, gerentes y exgerentes de empresas multinacionales acompañados fielmente por sabandijas de todo tipo y color, en medio de todo ese desbaeajuste provocado, y arropados por un cierto temor de la prensa para no malquistarse con los que mandan (el país ha retrocedido 26 puestos en el Ranking de Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras) insultan al Congreso acusando a sus miembros -y en especial a sus propios aliados- de ser peores que las ratas, amordazan a Gobernadores provinciales y universidades públicas amenazándolas con no enviarles el dinero que les deben, y chantajean a los congresistas que se dejan chantajear (¡que no son pocos!).

Aún así, este macri-mileísmo rampante no ha conseguido hasta ahora la aprobación de una sola ley de las que ha enviado al Congreso. La política, pese a la desvergüenza de muchos, resiste como puede… a pesar de que la oposición más vehemente no consigue atraer a sus filas los pocos apoyos que necesita para que la sangre llegue al río.

Tal como se presentan hoy las cosas, la segunda edición, corregida y apocada, del paquete de leyes que se debate desde diciembre en la Cámara de Senadores, sufrirá algunas enmiendas que la harán un poco menos oprobiosa. Menos lesiva y vergonzosa. Pero es probable que eso sea todo y el «devórame otra vez» se habrá hecho carne nuevamente en la Argentina.

Si eso pasa, durante los dos próximos años, los malos gringos de quienes hablaba Arturo Jauretche hace 80 años, comprarán lo que los peores criollos les venderán a precios de regalo. Habrá entonces una nueva «bonanza aconómica», similar a la que vivó el país cuando a fines de los años ’90 Carlos Menem vendió las empresas públicas a quien coimeara más y mejor a sus funcionarios, y pulularán nuevamente los argentinos de bien por los aeropuertos del mundo reclamando «deme dos».

Y cuando la Argentina se desperece y comience a ver que la bonanza fue, otra vez, un espejismo fugaz, desigual y para pocos, deberá escuchar voz del medio país que habrá quedado fuera.

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador, activista por los derechos humanos,y el desarrollo sostenible, y diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online