Rusia mira hacia el Este y abandona una Europa peligrosa, desagradecida, y sin rumbo

Este año celebramos los 80 años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Y recordamos con horror que han transcurrido 8 décadas desde la tragedia inconmensurable de Hiroshima y Nagasaki. Se impone entonces que frente a las amenazas de guerra generalizada que el mundo enfrenta hoy no eludamos  preguntas incómodas. . Dos de ellas son:  ¿Qué hará Rusia una vez que se alcance algún tipo de paz en Ucrania? ¿Y qué haría si Europa se empeña en la idea de que la guerra debe continuar y la paz no llega?

 

En la Unión Europea -incluyendo a Canadá, que aspira a integrarla si alguna vez Donald Trump pierde la cabeza y nos lo permite-, las elites y la prensa mainstream se afilian a la idea de que tanto en un caso como en el otro, Rusia querrá avanzar hacia el oeste si no se le impone una fuerza que la detenga y que, en lo posible, la desintegre de una vez y para siempre.

No es la estonia Kaja Kallas, actual Vicepresidenta de la Comisión Europea la primera que lo dice porque ya el polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinski lo había planteado como objetivo a alcanzar inmeditamente después de la implosión del régimen soviético: hay, en ese territorio demasiado vasto, demasiadas riquezas naturales, lo que le da a ese enorme y demasiado malvado país demasiado poder. Balcanizar la Federación Rusa en cuatro o cinco entidades nacionales independientes y en lo posible antagónicas, es la única forma de que Occidente pueda apropiarse de todo eso que hoy no es suyo.

No importa entonces que, como analizábamos en Diálogos hace más de tres años, durante más de 4 siglos haya sido Europa -a través de Suecia, Polonia, Francia, Alemania o la propia OTAN – la que haya intentado apoderarse de territorio o recursos rusos, y no a la inversa.

La sensación de que desde el Este se cierne sobre la civilización occidental un huracán de barbarie esteparia o de comunismo leninista, no se ha disipado nunca.

El peligro de la amistad

Sin embargo, esta vez algo ha cambiado y Rusia, al parecer, está más interesada en deshacerse de Europa dándole la espalda y dejándola languidecer donde está, transformada en una colonia norteamericana regenteada por una burocracia no electa, que en cohabitar con el peligro que entraña querer ser su amiga.

Eso, por supuesto, implicaría que el país deje de verse a sí mismo como europeo y asuma plenamente (desde el punto de vista comercial, político y cultural) su condición de país asiático. Con todo lo que ello implica en términos geoestratégicos.

Eso es lo que ha estado sucediendo a partir de la guerra civil declarada en Ucrania en 2014, la voladura del Nord Stream 2 en 2022 -a poco de ser anunciada por el propio Joe Biden-,  y el fortalecimiento de las relaciones comerciales con India, China y el Sur Golbal a través de los BRICS, aún durante la guerra y pese a las sanciones. Y todo ese proceso es lo que se ha plasmado en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, celebrada hace pocos días.

Europa, más que una codiciada presa, como sus líderes parecen empeñados en creer, se ha transformado, para Rusia, en una carga riesgosa y a esta altura innecesaria. Una península del vasto continente euroasiático demasiado ambiciosa, decadente y para colmo, arrogante.

Y dado que no basta con escuchar o leer lo que en la prensa occidental se nos dice sino que lo mejor es ir hacia las fuentes, nos ha parecido que no sería mala idea acercarnos a cómo piensan esas cuestiones sus propios protagonistas, en este caso Sergei Karagánov, uno de los intelectuales del «Giro hacia el Este 2.0», que propugna la «siberización» de la sociedad rusa.

La despedida de una Europa en la que han creído una y otra vez, una Europa que liberaron de la barbarie nazi hace apenas 8 décadas al costo de más de 20.000.000 de vidas preciosas, pero que parece empeñada ahora en dar -o recibir- la puñalada final.

El Giro hacia el Este significa impulsar el desarrollo económico y poblacional de ese vastísimo territorio que va desde los Urales hasta el Océno Pacífico, focalizando la atención en el Sur, el Sureste y el Este de Asia.

Personas como Karagánov son, socialmente hablando, demasiado conservadoras para nuestro gusto. Y su escala de valores incluye algunos (el nacionalismo y la ortodoxia religiosa, por ejemplo) con los que nos es imposible comulgar. Pero en lo que tiene que ver con los intereses de su propio país y sobre todo con las perspectivas de relacionamiento internacional en un mundo multipolar, tienen una visión suficientemente compleja y novedosa como para que valga la pena prestarles atención.

El artículo al que vinculamos aquí (en nuestro idioma en el blog del periodista español especializado en temas geopolíticos Rafael Poch, y en inglés en la revista Russia in Global Affairs es demasiado extenso (casi 7.000 palabras) y maneja conceptos y realidades geográficas e históricas que nos son ajenas o simplemente desconocidas, lo que le da un interés muy especial.

Es necesario advertir, sin embargo, que en su parte final el autor incursiona en la posibilidad de la utilización del poderío nuclear de su país en contra de ciudades europeas (Londres, Berlín, Varsovia o París) si sus gobiernos deciden participar directamente en el conflicto-, con una frialdad escalofriante.

Están hartos. Saben que EEUU puede y quiere evitar que la guerra se extienda hasta su propio territorio pero podría aceptar de buen grado que Europa comprometa todo el suyo siempre y cuando le compre las armas a quien corresponde y cargue con los muertos. Una prolongación larvada e indefinida del conflicto a partir de un acuerdo que incluya la entrada de tropas de la OTAN en Ucrania, se vuelve de ese modo inaceptable.

Se trata, por supuesto, de políticas discursivas de advertencia y disuasión, aunque aún así, el sólo leer los millones de vidas que se pondrán en juego en otra aventura bélica europea hiela la sangre.

Pero así son las cosas cuando nos acercamos a parámetros de pensamiento que son diferentes a los nuestros. Es bueno saberlo antes de apostar alegremente a que ocurra lo peor.

 

DIÁLOGOS
DIÁLOGOShttps://dialogos.online
Una experiencia de periodismo independiente/independiente a cargo de Latin@s en Toronto (con la colaboración de amigues de aquí, de allá y de todas partes)