Mientras la población de Gaza queda atrapada entre la metralla, los escombros, el hambre, y las nuevas bandas de descerebrados islámicos que Israel está armando para desintegrarla definitivamente, y cuando aún no sabemos cuáles serán las consecuencias del «bombardeo preventivo» de los EEUU contra Irán, en la OTAN se define nuestro nuevo rol en este infierno. .
Los días 25 y 26 de junio, tendrá lugar en La Haya la conferencia de la OTAN en la que sus países miembros deberán decidir si aceptan la exigencia norteamericana de aumentar progresivamente sus gastos militares hasta hacerlos llegar al 5%.
Los posicionamientos no son unánimes. Países como España, o en cierta forma Canadá, no parecen dispuestos (por el momento), a ir más allá del 2% que se habían fijado desde 2014 como meta pero, como sabemos, todo fluye; todo cambia.
El gobierno socialista de Pedro Sánchez, por ejemplo, se tambalea, fruto de su propia incapacidad para que la corrupción no lo manche. Y las fuerzas consevadoras que podrían acceder al poder si hay nuevas elecciones, estarán felices de aceptar cualquier compromiso que se les imponga.
El caso de Canadá es diferente. Su Primer Ministro liberal, Mark Carney, ha llegado recientemente al cargo y goza de un apoyo inusualmente elevado. Sin embargo, aunque ha manifestado que el 2% sería su límite, también ha dado señales de estar dispuesto a sumar al país a los planes del Golden Dome de Donald Trump, lo que seguramente sumará al presupuesto miltar unos cuantos miles de millones de dólares más (sólo sabe Dios cuántos).
Entre sus simpatizantes, pòr otro lado, podemos encontar a entusiastas de los gastos en «defensa» como Abbas Quaidari, que en el última edición de Policy Options publica una extensa nota titulada How Mark Carney is turning military spending into a force for economic renewal, en la que afirma cosas como:
«What we are witnessing is not merely a budgetary shift, but the articulation of a distinctly Canadian form of Keynesian militarism — one rooted not in jingoism or expansionism, but in a sophisticated fusion of fiscal credibility, productive state intervention, and strategic narrative control.
Carney, a central banker by training, came to the nation’s leadership as a technocrat equipped with the moral authority of global financial stewardship. His past roles — governor of both the Bank of Canada and the Bank of England, as well as UN climate finance envoy — signaled prudence, not militarization.
And yet in this moment he is recoding the defence portfolio not as a drain on the nation’s social model, but as a scaffold for its economic durability. This is a profound departure from Canada’s historical ambivalence toward defence spending, typically treated as a necessary concession to external pressure or a token gesture toward NATO cohesion. Carney is recasting defence as a source of sovereign economic agency.»
Policy Options (una revista especializada muy cercana al cerno del Partido Liberal) nos presenta al autor de la nota como «an international security analyst and former senior fellow at the Center for Strategic Studies in Tehran. His analyses have appeared in Al-Monitor, the Atlantic Council and many U.S.-based media».
Con esos antecedentes ¿quién se podría asombrar de que Quaidari -un iraní llegado recientemente al país pero ya capaz de publicar sus análisis en una de las revistas más influyentes- nos anticipe que Mark Carney gastará un poco más en armas de lo que hasta ahora nos ha dicho?
Vale la pena leer su nota detenidamente, porque no es usual encontrar alegatos como el suyo:
«By framing defence as a productive good rather than a consumption item, Carney aligns himself with what some political economists term supply-side progressivism — a mode of statecraft that prioritizes national capability, public goods, and structural investment over short-term redistribution». (…)
This is where Carney’s vision departs most starkly from prior Canadian governments, who tended to view NATO commitments as diplomatic obligations. Under Carney, NATO is not just a military alliance, it is an opportunity for national renewal.(…)
What Carney has done in a single speech is more than announce a defence budget. He has changed the grammar of Canadian political economy, elevating military expenditure from a reluctantly borne cost to a generative force of national renewal. In doing so he has crafted a new Canadian doctrine, one where Keynesian logic, fiscal credibility, and strategic capability coalesce under the rubric of resilience. It is a bold move, not because of its scale but because of its narrative in which the arsenal is no longer a symbol of war, but a tool of prosperity.»
El debate está abierto y, como se dice habitualmente, ya se le irán viendo las patas a la sota. El comunicado del Primer Ministro acerca del ataque directo de los EEUU a Irán, podría demostrar que el bueno de Quaidari va bien encaminado.
Paz, justicia social y soberanía democrática
Nos ha parecido interesante, para sumergirnos en este debate -que dadas las características de la política canadiense seguramente tendrá muy bajo perfil-, conocer lo que piensa una de las figuras de la oposición en Alemania, ya que se trata del país que con más entusiasmo ha aceptado sacrificar las posibilidades de recuperación económica a los pujos militaristas de la cúpula otanista.
Alemania no sólo está dispuesta, sino que se muestra dichosa de aportar el 5% de su PBI para preparar a Unión Europea y a Occidente para la guerra.
La que fuera diputada en el Bundestag alemán y portavoz de asuntos internacionales del grupo parlamentario del partido de Sahra Wagenkecht, BSW, Sevim Dagdelen, acaba de presentar en España su libro “La OTAN. Un ajuste de cuentas con la alianza de valores”, a propósito del cual fue entrevistada por el periodista Ismael Serrano. A continuación, algunos pasajes de esa larga entrevista:
La Comisión Europea ha planteado movilizar 800.000 millones de euros para Defensa en la UE. Su país, Alemania, ha sido el primero en apoyar y solicitar la excepción fiscal para poder superar el límite del déficit si es para Defensa. La principal contradicción que veo es que se dice que ese gasto se necesita para que Europa tenga una Defensa propia porque EEUU ya no está dispuesto a asumirla pero, por otro lado, si seguimos en la OTAN, ese dinero será para la estructura militar de la Alianza.
Quiero decir que, al final, con la coartada de soberanía europea, terminamos aceptando las exigencias de Estados Unidos y la OTAN de aumentar el gasto militar. ¿Qué piensa?
La escalada de los últimos días en la guerra de Ucrania también se debe a la OTAN. Sin el apoyo de la alianza militar, el ataque de Ucrania contra las fuerzas nucleares rusas sería difícilmente concebible, incluso puede haber sido planeado y coordinado en el cuartel general de la OTAN para Ucrania en Wiesbaden. Occidente se arriesga así a una tercera guerra mundial. El objetivo geopolítico de la OTAN sigue siendo, como dijo la Ministra de Asuntos Exteriores Baerbock, «arruinar a Rusia». Se trata de un peligroso juego con fuego, alimentado por una profunda rusofobia.
Está claro que los gigantescos planes de rearme de la UE y la OTAN no tienen que ver con la defensa. Por el contrario, pintan el cuadro de una guerra que se avecina. El plan consiste en fijar un objetivo del 5% del PIB para el gasto militar en la cumbre de la OTAN en La Haya los días 25 y 26 de junio de 2025. Esto se correspondería con más de 3 billones de euros, 18 veces el gasto militar de Rusia.
Estados Unidos se centra en su principal competidor, China, y exige a los europeos que se armen contra Rusia. Se trata de una nueva división del trabajo en el seno de la OTAN. El objetivo del pacto militar sigue siendo asegurar la hegemonía mundial de EEUU. En el pasado, los Estados europeos de la OTAN renunciaron a su soberanía a cambio de una promesa de seguridad. Hoy, el precio es mucho más alto. Países como Alemania están siendo empujados al frente de batalla de una guerra por delegación en Ucrania.
A través de los acuerdos de cooperación entre la OTAN y la UE, la UE se ha degradado a sí misma hasta ser un ejecutor obediente del pacto militar de acuerdo con un molde único para la política de armamento. El creciente gasto militar de Europa está únicamente al servicio de la lucha geopolítica de Estados Unidos por mantener su supremacía, controlada por los fondos de inversión estadounidenses, que ahora se han convertido en actores políticos centrales. Estamos ante la oligarquización de la política en Estados Unidos. Al final, no se trata de los intereses europeos, sino de vasallaje.
En su libro, La Otan. Un ajuste de cuentas con la alianza de valores, usted repasa los mitos falsos de la Alianza, ¿en qué ha mentido la OTAN?
La OTAN afirma ser una alianza defensiva, pero al mismo tiempo ha librado guerras de agresión en todo el mundo, por ejemplo en Yugoslavia y Libia. Estados Unidos, el principal miembro de la OTAN, es responsable de millones de muertes como resultado de invasiones como la de Irak. La OTAN es parte integrante de estos actos de agresión y debe rendir cuentas. Por tanto, no se puede hablar de defensa cuando se habla de la OTAN. Además, ahora la OTAN está centrada en su expansión por Europa y Asia y en una escalada de la guerra por delegación. Desde luego, la defensa es todo menos esto.
Otro mito es que la OTAN es una «alianza de valores». Sin embargo, si nos fijamos en Gaza, vemos cómo los dos principales Estados de la OTAN, Estados Unidos y Alemania, están apoyando a un gobierno israelí de extrema derecha al que están suministrando armas. Organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch hablan de genocidio. ¿Qué valores se representan cuando se promueve el genocidio? También en este caso la OTAN en su conjunto debe rendir cuentas. Ningún Estado miembro ha planteado en el Consejo de la OTAN que Estados Unidos y Alemania apoyan los siniestros crímenes de guerra de las fuerzas de seguridad israelíes.
La autoimagen de la OTAN como defensora de la democracia y el Estado de derecho es pura hipocresía. Portugal, bajo la dictadura de Salazar, era miembro de la OTAN, y la España fascista de Franco también fue reconocida internacionalmente gracias a su pacto militar con los EE.UU. Hoy vemos cómo se apoya a Al Qaeda en Siria o a batallones de extrema derecha como el regimiento Azov en Ucrania. La supuesta defensa de los valores democráticos sirve como fachada a sus intereses geopolíticos, aunque ello signifique apoyar a terroristas islamistas o a regímenes fascistas.
Yo tengo la sensación de que el país que ha caído más bajo en servilismo está siendo Alemania: aceptando la destrucción de los gasoductos, sufriendo más que ningún otro país europeo las sanciones contra Rusia, apoyando incondicionalmente a Israel y reprimiendo las manifestaciones propalestinas. De todo ello habla usted en su libro. Y, sin embargo, el resultado de todo ello parece que solo beneficia a la ultraderecha.
Mediante la producción de los misiles Taurus, que podrían alcanzar Moscú, el gobierno alemán se arriesga a entrar en guerra. Alemania va camino de convertirse de nuevo en un Estado militar. Me sorprende lo poco que se reconoce esto en otros países europeos. El canciller Merz quiere hacer de la Bundeswehr el «ejército más fuerte de Europa», y aparentemente muchos no ven ningún problema en ello, pues creen que sólo va dirigido contra Rusia. Sin embargo, esto es una ilusión.
Quieren que Alemania vuelva a estar en condiciones de desatar guerras. El 5% del PIB significa 225.000 millones de euros en gastos militares, casi la mitad del presupuesto federal. Alemania sigue incondicionalmente las instrucciones de Washington. El peligro de verse abocada a una guerra contra Rusia es cada vez mayor.
(….)
En muchos países europeos, y especialmente en España, la izquierda tiene en su ADN la crítica y el enfrentamiento con la OTAN. Parece que ese espíritu crítico se está debilitando en muchos países, y en Alemania todavía más. ¿Qué está sucediendo?
Hoy en día, la actitud hacia la OTAN es la prueba de fuego para saber si un partido puede seguir considerándose de izquierdas. Cualquiera que apoye la guerra por delegación de la OTAN contra Rusia mediante el suministro de armas o la imposición de sanciones económicas ha abandonado los principios de la izquierda histórica. Lo mismo se aplica a la cuestión del suministro de armas a Israel.
Estamos viviendo una profunda convulsión en el sistema de partidos en Europa. Es comparable a la del año 1914, cuando el apoyo a la guerra imperialista se convirtió en la línea divisoria decisiva en la izquierda política. Hoy es de nuevo la política de guerra la que muestra quién está realmente a favor de la paz, la justicia social y la soberanía democrática, y quién está subordinado a la corriente dominante transatlántica.
La pregunta del millón, ¿cómo cree que debería acabar la guerra de Ucrania?
Sólo a través de la diplomacia y las negociaciones. Es necesario un equilibrio de intereses: Ucrania debe renunciar a entrar en la OTAN. La expansión de la OTAN hacia el este se percibe como una amenaza para Rusia, y con razón. La paz sólo es posible si se tienen en cuenta estos intereses de seguridad.
Un alto el fuego inmediato, acompañado de una renuncia a nuevas entregas de armas a Ucrania, sería una opción viable. En lugar de ello, la atención se centra en la escalada. Las negociaciones de Estambul de 2022 fueron torpedeadas por Occidente; ahora está ocurriendo algo similar. Cientos de miles de muertes podrían haberse evitado si Occidente no hubiera creído, en su arrogancia, que podía lograr una victoria militar sobre una potencia nuclear.