Cada año se producen más alimentos de los que la humanidad necesita, pero a pesar de eso el número de personas con hambre aumenta y ha sobrepasado ya los 700 millones de personas. El historiador y periodista indio Vijay Prashad, editor jefe de la revista Tricontinental, se pregunta por las causas de ese desequilibrio y desentraña los por qué de ese horror. .
He escrito esta nota antes. De hecho, podría escribirla cada año cuando se publica un nuevo Informe mundial sobre las crisis alimentarias. El informe se basa en cuatro puntos:
- El número de personas que padecen hambre cada año es mayor al del año anterior.
- La cantidad de alimentos producidos cada año supera la del año anterior.
- La producción de alimentos no sólo es suficiente para alimentar a toda la población mundial sino que se produce en exceso.
- ¿Cómo explicamos entonces que haya cientos de millones de personas con hambre? .
Veamos los datos.
Punto N° 1: Unas 733 millones de personas padecieron hambre crónica en 2023, según estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Punto N° 2: Agricultorxs y empresas agroalimentarias de todo el mundo produjeron 11 mil millones de toneladas métricas de alimentos en 2022 (incluidos carne, pescado y 9,6 mil millones de toneladas métricas de cultivos primarios como maíz, arroz y trigo), según la FAO.
Punto N° 3: Hagamos un cálculo sencillo basado en una premisa.
Conclusión: Dado que actualmente la población del planeta es de aproximadamente 8.000 millones de personas, hay alimentos suficientes para toda la población mundial, con un excedente capaz de alimentar a 3.000 millones de personas más.
Punto N° 4: ¿Cómo explicamos entonces que haya personas con hambre?
Las razones del horror
Las causas de la crisis alimentaria son múltiples, pero ninguna de ellas puede atribuirse a una escasez de alimentos provocada por el crecimiento poblacional, como afirman lxs maltusianxs cuandos sostienen que el crecimiento de la población supera la capacidad de producción de alimentos.
Existen al menos tres razones por las que muchas regiones del mundo siguen enfrentando niveles de hambre extremos, cercanos a la hambruna:
- En primer lugar, las guerras destruyen los sistemas agrícolas y de distribución de alimentos. Esta es la causa más evidente del hambre. Por esta razón hay hambruna en Sudán, el país con la mayor superficie cultivable de toda África y que, si no estuviera en guerra, podría convertirse en el granero del continente. A pesar de la guerra, Sudán es el mayor exportador mundial de semillas oleaginosas (maní, cártamo, sésamo, soja y girasol). Cerca del 80 % de la goma arábiga del mundo se produce en las zonas rurales del país. Sin embargo, la mayoría de los campos no pueden cultivarse y muchxs agricultorxs han sido expulsadxs de sus tierras u obligadxs a empuñar un arma a causa de la guerra.
- En segundo lugar, el desecho de alimentos sigue siendo una antigua y lamentable práctica habitual. Un quinto de todos nuestros alimentos se pierde o desperdicia (el equivalente a mil millones de comidas al día) Dos tercios de los residuos alimentarios a nivel de consumo se da en los países más ricos y el 60 % del desperdicio global ocurre en los hogares. En los países más ricos, la mayor parte del desecho alimentario ocurre en las etapas de venta al por menor y de consumo, debido en gran parte al alto grado de procesamiento y envasado, así como el desecho en los hogares y restaurantes. En los países más pobres, la mayor parte del desecho ocurre en el punto de producción (por causas como el mal clima, las plagas y las enfermedades) y en el almacenamiento (por instalaciones inadecuadas, con refrigeración deficiente y sistemas de transporte ineficientes).
- En tercer lugar, la principal razón por la que muchas personas no comen es porque no tienen dinero para hacerlo. En otras palabras, la desigualdad es el motor del hambre. Veamos, una vez más, los datos:
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- Más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2,15 dólares al día y no pueden permitirse comprar alimentos.
- Unas 3.400 millones de personas viven con menos de 5,50 dólares al día, lo que hace poco probable que puedan alimentarse adecuadamente.
- En 2023, la riqueza total se estimó en aproximadamente 432 billones de dólares. De esa cifra, el 1 % más rico de la población adulta global poseía en conjunto el 47,5 % de la riqueza total, es decir, 213,8 billones de dólares (un promedio de 2,7 millones por persona). El 50 % más pobre, unos 4.000 millones de personas, poseía menos del 1 % de la riqueza mundial, unos 4,5 billones de dólares (1.125 dólares por persona). Esta brecha abismal en la distribución de la riqueza sigue creciendo cada año.
- Las personas con ingresos más bajos simplemente no pueden costear su alimentación. La inflación de los precios de los alimentos y los combustibles consume sus presupuestos.
- Las tasas de hambre son más altas entre las mujeres que entre los hombres, porque, cuando hay menos comida en un hogar, las mujeres comen menos. En los hogares encabezados por mujeres, las tasas de hambre son más elevadas.
- Aunque los pueblos indígenas representan menos del 5 % de la población mundial, concentran el 15 % de la pobreza extrema y padecen tasas de hambre más altas que otras comunidades.
- Como sostiene la FAO en 2021: “La pobreza sigue siendo la principal causa de la inseguridad alimentaria en el mundo, ya que las personas carecen de los recursos para acceder a una alimentación adecuada, incluso cuando esta está disponible”.
Una nota como ésta, basada en estadísticas puras y duras, es incapaz, sin embargo, de explicar el daño que causa la pobreza al espíritu humano. La amargura de la pobreza engendra un tipo de fatalismo que dificulta a la persona empobrecida explicar su propia situación. Las frías estadísticas por sí solas no revelan al empobrecidx la realidad de sus circunstancias, aunque las conozca muy bien.
La conclusión de lo que nos plantea Vijay Prashad es clara: los pueblos que padecen las cosecuencias crónicas de las crisis alimentarias y del hambre, no deberían esperar que los excedentes de los países ricos se vuelquen en forma de «ayuda humanitaria», que a su vez los condicionará y renovará los lazos de dependencia colonial, sino que deben abocarse a eliminar las causas estructurales de la pobreza.