SIONISMO, O RACISMO CON/SIN FRONTERAS

El 9 de marzo de 2025 Mahmoud Khalil fue secuestrado por agentes de ICE y transportado a una ubicación desconocida, eventualmente fue llevado a un centro de detención en Louisiana. Este caso fue el primero de muchos otros intentos por parte del gobierno de EE.UU. y su Gestapo migratoria para amenazar, silenciar y remover voces en solidaridad con Palestina, . en lo que se ha llamado por algunos “la amenaza palestina”: convirtiendo a las voces críticas en “deportables”, todo en el nombre de una amplia agenda supremacista y sionista.1

En resumen, esto se reduce al uso instrumental de la lógica racista de “seguridad” fronteriza con fines políticos. Este agravamiento de casos es horroroso, pero no excepcional. Nos recuerdan al caso de los 8 de Los Ángeles, quienes fueron arrestados en 1987 y estuvieron bajo riesgo de deportación por su participación en activismo pacífico por la causa Palestina.2

Como apunta Noura Erakat, invocando la formulación de Aimé Césaire, estos eventos pueden ser entendidos como un “efecto boomerang”: la violencia y represión permitida en las colonias ahora manifiesta en casa, cobrando nueva vida en estados autoritarios e intensificando su institucionalidad carcelaria; desde su aspecto policial y de militarización a la securitización de sus fronteras.3 Como abordaremos más adelante, la coyuntura actual es la del impulso del boomerang colonial norteamericano y europeo, al tiempo que se desarrolla el genocidio en Gaza —en nombre de la “seguridad” israelí—. Su maquinaria racista de deportaciones facilitada en gran parte por uno de los rubros de exportación más importantes de Israel: las tecnologías de vigilancia y segregación.

Es esta pieza sostenemos que los lineamientos israelíes y su implementación de una limpieza étnica tienen implicaciones globales. La lógica y práctica del sionismo fronterizo son simultáneamente expansionistas y constrictivas. En el medio oriente las aspiraciones expansionistas del proyecto sionista se extienden más allá de la Palestina histórica hasta otros espacios nacionales soberanos; “desde el río de Egipto hasta río Eufrates”(Génesis 15:18), atravesando los límites provisionales actuales de Israel.4

Al mismo tiempo este etno-estado expansionista constriñe el territorio/espacio disponible para los pueblos originarios de la región, confinándolos a campamentos/campos geográficos bajo asedio, restringiendo su movilidad e intensificando su exclusión y posible exterminación. A nivel global los discursos sionistas, sus actividades de cabildeo y relaciones diplomáticas y comerciales integran y fortalecen los regímenes de racismo fronterizo en todas partes.

El proyecto de colonialismo de asentamiento israelí es capitalista hasta la médula, profundamente imbricado en el sistema global de acumulación. Así exporta tecnologías de vigilancia, dispositivos carcelarios y de opresión a países alrededor del mundo para limitar, securitizar y criminalizar los flujos migratorios.

LAS FRONTERAS SIONISTAS EN EL MEDIO ORIENTE

En congruencia con los fundamentos del sionismo y prácticas estatales del ente sionista, su objetivo es el establecimiento del “Gran Israel” mediante la anexión de por lo menos la totalidad de los territorios palestinos, en adición del Líbano, Jordania, Siria y partes de los actuales Iraq, Arabia Saudita y Egipto. Lo anterior está estipulado en las “Leyes básicas” de Israel que sirven como un marco quasi-constitucional estatal, en el cual Israel no reconoce fronteras definidas, ni en el discurso político ni en sus planes militares. En otras palabras, se refieren a una frontera en proceso de construcción.

Mientras escribimos esta pieza las fuerzas israelíes permanecen en territorio soberano del Líbano, avanzan sobre Cisjordania (desplazando en masa a 40 mil palestinos) y se infiltran cada vez más profundo en el territorio sirio.5

En los territorios ocupados las políticas etnocráticas israelíes continúan restringiendo el libre tránsito-y vida–de palestinos en Cisjordania. La construcción del muro de apartheid (“muro de seguridad”) continúa anexando territorio en Cisjordania y Jerusalén oriental, aislando cada día más los poblados palestinos. Estas restricciones son potenciadas por intensas campañas de demolición de hogares y confiscación de propiedades implementadas por el estado israelí, con colonos bajo la protección de la policía y el ejército, despojando a los palestinos de cualquier recurso o protección legal.6

Para implementar su proyecto expansionista Israel despliega un orden condicionante y restrictivo mediante una gama de dispositivos de (in)movilidad, estos Incluyen permisos de tránsito, puntos de control, caminos de desviación, cercas, portones electrónicos y zonas de seguridad. Los palestinos deben obtener permisos especiales para desplazarse en su día a día (ir a la escuela, a trabajar o ir a un hospital), mucho de su tiempo es consumido en esperar a recibir permisos sin garantía de que podrán pasar por los portones militarizados.

Desde 2007 Gaza ha sido sometida a un cerco total; por tierra, mar y aire, mucho antes de que comenzara el genocidio en 2023.7 El asedio ha convertido a Gaza en lo que numerosas organizaciones de DD.HH. han denominado una prisión al aire libre. Se controla y se previene frecuentemente el ingreso de servicios y artículos básicos, imponiendo condiciones de mortandad prolongada e implementando meticulosamente una dieta deficiente en calorías.8

Como ha escrito Rabea Eghbariah, en conjunto, estas prácticas de colonialismo de asentamiento – ocupación, fragmentación, segregación y genocidio- significan la continuación de la Nakba: el desplazamiento y despojo del pueblo palestino desde el establecimiento de Israel en 1948.9

Este proyecto de expansión de asentamiento colonial no es accidental, más bien está basado en una lógica que abraza abiertamente la conquista territorial y la manipulación demográfica. En una reveladora pieza, hoy removida, en el “centrista” Times of Israel titulada “Lebensraum necesario para la creciente población de Israel”, se presenta el argumento de la anexión y asentamiento en Cisjordania como “necesarios” para hacer espacio al rápido crecimiento de asentamientos (ilegales).10 Lebensraum, alemán para “espacio vital”, era el programa nazi oficial de expansión territorial en conjunción con la dominación racial. Este programa no refleja simplemente la opinión de la publicación, sino más bien la ideología misma del sionismo.

Desde el comienzo, el establecimiento de Israel negó la posibilidad de una coexistencia con la población nativa palestina en tanto se buscaba establecer un “estado judío”. Como conocidamente sugirió Aimé Césaire, el fascismo era simplemente la violencia imperial de regreso a casa; el “boomerang” del colonialismo golpeando a Europa misma. “Lo que no le perdona [Europa] a Hitler”, escribe Césaire en Discurso sobre el colonialismo, “no es el crimen en sí… sino el crimen contra el hombre blanco… y haber aplicado en Europa procedimientos colonialistas hasta ahora solo reservados para los árabes de Argelia,
los ‘coolies’ de la India y a los negros de África.”11

En este marco, el holocausto no es una ruptura con la modernidad colonial sino su culminación como forma de violencia colonial invertida.

El sionismo ganó tracción en este contexto, utilizando la devastación de la población judía europea para exigir el territorio de Palestina como una reivindicación moral y política.12 En lugar de que el efecto boomerang, esta violencia se proyectó hacia afuera, tomando la forma de un proyecto sionista en Palestina que enmarco la conquista colonial como reivindicación histórica.

Naomi Klein articula esta dinámica de forma incisiva en su obra Doppelganger: Un viaje al mundo del espejo: Mientras los poderes europeos colonizaron desde una posición de fuerza y una pretensión de superioridad divina, el reclamo sionista del post-holocausto sobre Palestina estuvo basado en lo opuesto: en la victimización y vulnerabilidad judía.

El argumento tácito de muchos sionistas de aquel momento era que los judíos habían ganado el derecho a una excepción ante del consenso decolonial- una excepción originada en su reciente experiencia cercana al exterminio.

La versión de justicia sionista apeló a los poderes occidentales: Si tú pudiste establecer tus imperios y tus poblaciones coloniales mediante limpiezas étnicas, masacres, y despojo de territorios, entonces es discriminatorio decir que nosotros no podemos. Si tú despejaste tu territorio de sus habitantes indígenas, o lo hiciste en tus colonias, entonces es antisemita decir que nosotros no podemos. Es como si la lucha por la igualdad fuera replanteada no como el derecho de vivir sin discriminación, sino como el derecho a discriminar. El colonialismo planteado como reparación por el genocidio.13

Esta narrativa de victima excepcional —anclada en la experiencia askenazí del genocidio— ha omitido las historias de los judíos no-europeos, incluso cuando el sionismo ha dependido de su presencia demográfica para poblar el estado colonial mientras los somete a jerarquías raciales sistémicas.14

De este modo, el sionismo no solo reproduce la violencia colonial al exterior contra los palestinos, también la inscribe al interior mediante la estratificación, la formación racial de clase y la explotación.15

Sobre este anacronismo de victimización perpetua, Ussama Makdisi apunta que “mientras los judíos en Europa fueron víctimas del antisemitismo de Occidente que culminó en el holocausto, los palestinos permanecen víctimas de los israelíes judíos sionistas y sus partidarios, facilitadores y aliados en Occidente, incluyendo a los sionistas cristianos evangélicos.16

Bajo esta configuración, Europa continúa expiando sus crímenes, expresados mediante juicios de “antisemitismo”, usado con mayor frecuencia como arma arrojadiza para justificar prácticas racistas y de ordenamiento fronterizo. En este proceso, los discursos de racismo fronterizo reinscriben un nuevo “choque de civilizaciones”, desde donde Europa proyecta su complejo nacional de culpa contra la figura de lo árabe/musulmán/migrante racializado; un exorcismo implementado mediante la expulsión de la amenaza “extranjera”.

LA “EXPORTACIÓN” DE LAS FRONTERAS SIONISTAS

Más allá del Medio Oriente, las lógicas fronterizas sionistas hoy se integran sin dificultad con los regímenes fronterizos de supremacía blanca que contienen toda una gama de discursos y prácticas racistas. Sin duda alguna, una amplia selección de investigaciones exhaustivas subraya las similitudes entre la violencia fronteriza de Israel y las dinámicas análogas de racismo y vigilancia racializada en otras naciones. De hecho, la infraestructura de vigilancia y seguridad después del 11 de septiembre en Estados Unidos, en muchos sentidos se basó en los puntos de control israelíes y sus estrategias de seguridad fronteriza extensiva.

Como argumentan conmovedoramente Abu-Laban y Bakan, «la lucha palestina hoy se ha convertido en un código tanto para el ‘choque de civilizaciones’ como para ‘la guerra contra el terrorismo’ en formas que resuenan más allá de Israel/Palestina».17 La figura racializada del «terrorista palestino», central en la narrativa de seguridad de Israel posterior a 1948, se ha convertido en un arquetipo global en el discurso antiterrorista posterior al 11-S.

Después del 11-S, esta figura fue absorbida por una reconstrucción más amplia del terrorista musulmán/árabe como enemigo compartido entre Israel y las democracias liberales occidentales, legitimando la expansión de los regímenes de vigilancia, los controles fronterizos, la estereotipación racial y las medidas extraordinarias de seguridad.

La autopercepción de Israel como víctima perpetua se ha proyectado hacia Estados Unidos y Occidente, reforzando las ideologías islamófobas y justificando la erosión del estado de derecho, la neutralidad jurídica y la protección de los derechos humanos.

En este contexto, Israel se ha posicionado como autoridad global en contraterrorismo, exportando activamente sus prácticas de seguridad al mundo, un proceso descrito como la «israelización» de la vigilancia. Las fuerzas policiales de Norteamérica y Europa han recurrido cada vez más a los programas de entrenamiento israelíes, con consecuencias fatales.

La militarización de las fronteras ha sido facilitada por el apoyo material e inmaterial de Israel, mediante el entrenamiento del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) y la Patrulla Fronteriza y de Aduanas (CBP), además de difundir las mismas ideologías de control fronterizo y estereotipación racial, impuestas y probadas en la población palestina durante décadas.18

Esta difusión global de la doctrina de seguridad israelí refleja la «palestinización» del contrato racial, mediante el cual las personas racializadas —ciudadanos y no ciudadanos por igual— son tratadas como amenazas inherentes bajo el pretexto del contraterrorismo.
Entonces, más allá de las similitudes entre naciones, el uso de tecnologías de control demográfico, vigilancia y desalojos mutuamente refuerzan el nacionalismo excluyente en todos los contextos nacionales.

En lugar de simplemente parecerse entre sí, estos “casos” nacionales se co-constituyen
entre sí a través de las complejas redes del capitalismo-racial colonial.

En Ámsterdam, las provocaciones racistas de los aficionados israelíes del club Maccabi durante los eventos del 6 de noviembre de 2024 de la liga europea UEFA generaron falsas narrativas sobre un «pogromo que no fue», sin embargo, resultaron en la amplificación de los sentimientos xenófobos y antinmigrantes ya existentes.19

En Alemania, la sobreposición de antisionismo y antisemitismo no solo distorsiona a las comunidades judías como un grupo monolítico encarnado por Israel y opera para suprimir el activismo pro-Palestina, sino que también sirve como herramienta para promover agendas antiinmigrantes, anti musulmanas y de nacionalismo blanco.20

En Canadá, a pesar de las restricciones sistémicas y el racismo anti-palestino incrustado en el programa de visa de residencia temporal (TRV) del gobierno, el Centro para Israel y Asuntos Judíos (CIJA) presiona al gobierno canadiense para que limite las ya miserables cuotas de ingreso para familiares provenientes de Gaza, asegurándose que ningún palestino pueda escapar del genocidio a Canadá.21

En su carta, las «preocupaciones» en torno a la «seguridad fronteriza» son yuxtapuestas con un titular sobre el arresto de dos hombres presuntamente afiliados al Estado Islámico.22

Estos son solo algunos ejemplos en los que la lucha contra un percibido “antisemitismo” (como crítica, ya sea a las atrocidades de Israel o a su colonialismo de asentamiento) es acompañada de la promoción de un virulento racismo anti-palestino e islamofobia.23

Estos esfuerzos no son aislados. En múltiples estados de colonialismo de asentamiento y regímenes etnonacionalistas, organizaciones y funcionarios sionistas se han valido de estructuras locales de violencia racial para justificar la represión de Israel contra los palestinos y para construir alianzas transnacionales basadas en lógicas de exclusión compartidas. Un alto funcionario del ICE reveló recientemente que recurrieron al sitio web anti-palestino de doxing (exposición de información personal) Canary Mission (parcialmente financiado por organizaciones de inteligencia israelí) para identificar a estudiantes en el contexto del programa de deportación.24

El grupo extremista de derecha Betar EE.UU. se atribuyó abiertamente la elaboración de una «lista de deportación» para la cruzada antiinmigrante de la administración Trump, esta incluía cientos de nombres de estudiantes internacionales.25

La lógica detrás de estas acciones resuena en otras justificaciones retóricas de la violencia. Al comentar sobre la Gran Marcha del Retorno de 2018, el director nacional emérito de la Liga Antidifamación declaró: “Pregúntense: ‘Si los mexicanos se pararan en la frontera y marcharan, un millón de mexicanos o 20,000 mexicanos, ¿qué haría Estados Unidos?’ Ya saben, primero intentarían usar gases lacrimógenos, […] eventualmente tendrían que disparar”.26

En efecto, se trata de un proceso de traducir y apelar a la supremacía blanca en Estados Unidos para justificar los crímenes de guerra israelíes. En India, la creciente relación entre Netanyahu y el gobierno de Modi y su ideología de Hindutva propició la firma de un acuerdo bilateral de movilidad en 2023, en el que la contratación laboral israelí en India favorece explícitamente a los hindúes, excluyendo a los musulmanes por temor a la solidaridad pro-Palestina. Esta preferencia refleja el creciente alineamiento entre Israel y la India como etno-estados, a pesar de las declaraciones oficiales que niegan este sesgo etnoreligioso.27

La prolongada ocupación israelí de los territorios palestinos ha transformado al país en un líder mundial en tecnología militar y de vigilancia, utilizando estos territorios como campo de pruebas para armamento y sistemas de vigilancia, pero también como plataforma de lanzamiento para un mercado global de control militar.28

El informe de la Relatora Especial de la ONU, Francesca Albanese, del 30 de junio de 2025, rastrea la transición de una economía de ocupación colonial a una economía de genocidio, desarrollando una base de datos de aproximadamente mil entidades corporativas que son cómplices y beneficiarias del desplazamiento, asesinatos en masa y la destrucción de infraestructura de los palestinos. Esta economía de genocidio —en la que las empresas han adaptado sus operaciones para convertirse en engranes de una máquina de muerte masiva— no es una aberración, sino una característica del capitalismo global que opera a través de la violencia racializada, el cercamiento y el despojo, convirtiendo el exterminio en acumulación.

Como explica Albanese: Después de octubre de 2023, las armas y tecnologías militares utilizadas para impulsar la expulsión palestina se han convertido en herramientas de muerte y destrucción masiva, haciendo inhabitables Gaza y partes de Cisjordania. Las tecnologías de vigilancia y carcelarias, normalmente empleadas para imponer la segregación, han evolucionado en herramientas para atacar indiscriminadamente a la población palestina.

La maquinaria pesada, anteriormente utilizada para la demolición de viviendas, la destrucción de infraestructura y la captura de recursos en Cisjordania, ha sido redirigida para arrasar con el entorno urbano de Gaza, impidiendo que las poblaciones desplazadas regresen y se reconstituyan como comunidad.29

Muchas de estas mismas corporaciones listadas en el reporte de Albanese—Amazon, Microsoft, Palantir y Google—son también grandes contratistas de las agencias de migración, vigilancia carcelaria y tecnología predictiva policial.30 Estos gigantes tecnológicos no solo operan en paralelo: ayudan a fusionar las infraestructuras de represión que se extienden desde los centros de detención del ICE hasta el estado de sitio a Gaza.

Al suministrar software de tecnología predictiva policial, servicios de almacenamiento de datos (la nube) y herramientas de inteligencia artificial tanto a ICE como al ejército israelí, habilitan un contexto de violencia racializada transnacional que vincula las lógicas carcelarias de control migratorio estadounidense con la maquinaria de exterminio en Palestina.

Esto no es una dinámica unidireccional; más bien, constituye un ciclo de retroalimentación donde los métodos de represión desarrollados en Palestina son refinados, redesplegados y (re)importados a través de las fronteras militarizadas a nivel mundial.

Así como Israel asedia el territorio de naciones vecinas, justificadas como “zonas de amortiguamiento» (en otras palabras, ocupando sus territorios), Estados Unidos estableció su propia versión de una zona de amortiguamiento entre las tierras ancestrales del pueblo Tohono O’odham en Arizona y el estado mexicano de Sonora para vigilar los cruces fronterizos.

Sirviendo como un muro fronterizo de alta tecnología, la instalación, de infraestructura israelí de Elbit Systems genera zozobra en este territorio indígena, desacralizando lugares ancestrales de inhumación, ya que los miembros de su comunidad se ven obligados a vivir en una zona altamente securitizada y militarizada. 31 Desde la región Medio Oriente y Norte de África hasta India y El Salvador, y a lo largo del «bloque de colonialismo de asentamiento «, el «complejo industrial fronterizo» de Israel representa la «confluencia de lo policial-fronterizo, la militarización y las inversiones corporativas».32

El sionismo funciona como un racismo sin/con fronteras: impone rígidos límites raciales mediante la construcción de un estado etnocrático, desplazando y excluyendo en nombre de la expansión territorial.

Sin embargo, las lógicas y tecnologías de violencia racial que genera no se limitan a las fronteras provisionales del Estado israelí. A través de exportaciones militares, alianzas diplomáticas y afinidades ideológicas, las prácticas sionistas se propagan —circulando por las infraestructuras de seguridad global e integrándose los repertorios ya existentes de supremacía blanca e islamofobia.

Al hacer esto, el sionismo extiende e intensifica regímenes raciales en otras partes, contribuyendo al incremento de la vigilancia, el orden policial y la exclusión de las poblaciones racializadas, particularmente aquellas que se consideran sospechosas de amenazar el orden por los guiones transnacionales.

La colonización israelí de Palestina y la economía política de ocupación, segregación y genocidio en la que se sustenta no operan simplemente en paralelo al capitalismo racial global: están materialmente incrustadas en él, sosteniendo y reproduciendo sus lógicas de violencia a través de las fronteras. De este modo, el sionismo es al mismo tiempo un proyecto de ordenamiento fronterizo y un vehículo para el ordenamiento racial más allá de las fronteras.

HACIA LA SOLIDARIDAD ANTI-SIONISTA TRANSNACIONAL

Como hemos argumentado, las aspiraciones estatales transnacionales del sionismo son simultáneamente expansionistas y constrictivas. Su proyecto etnocrático colonial expande el «espacio nacional» para los colonos mediante prácticas fronterizas de eliminación en el Medio Oriente. La exportación de las lógicas y tecnologías fronterizas sionistas fomenta e intensifica los regímenes de inmovilidad xenófobos, orientalistas e islamófobos existentes en otros lugares. La ideología sionista y sus prácticas realmente existentes (re)producen el despojo y el desplazamiento racistas tanto al interior y como al exterior, en la Palestina histórica y a nivel transnacional. Se requiere de una denuncia global del sionismo para cultivar una solidaridad política transnacional arraigada en políticas antirracistas, anticapitalistas y de justicia migratoria.

Para construir una convergencia significativa entre los movimientos anti-fronteras y antisionistas, la solidaridad debe pasar de la alineación simbólica a la acción colectiva sostenida. Esto requiere desmantelar las barreras que dividen nuestras luchas y forjar un frente unificado contra los sistemas interconectados de capitalismo racial, colonialismo de asentamiento e imperialismo fronterizo.33

Esto no es simplemente un ideal teórico, sino una necesidad política: la libertad de movimiento, la libertad de estancia y la libertad de retorno son indivisibles, y solo mediante la profundización de la solidaridad transnacional se pueden conseguir estas libertades. La lógica fronteriza del sionismo —fundamentada en el despojo racializado del territorio, la manipulación demográfica y la criminalización del libre movimiento— encuentra resonancia en las arquitecturas carcelarias de estados de asentamiento colonial como Canadá y Estados Unidos.

Las tecnologías fronterizas, los dispositivos para el control de multitudes, el software de vigilancia y las tácticas policiales israelíes se exportan y se ponen a prueba activamente en poblaciones racializadas e indígenas de todo el mundo. A su vez, los regímenes de deportación, la interdicción de refugiados y el encarcelamiento masivo están delineados por una lógica de seguridad globalizada que vincula la violencia estatal en Palestina con las luchas de los migrantes y pueblos originarios en otros lugares.

El trabajo político concreto debe hacer que estos vínculos sean legibles, efectivos y organizativamente significativos. Esto incluye campañas conjuntas que desafíen los programas de intercambio militar y policial entre Israel y los estados occidentales; respuestas coordinadas a las deportaciones y detenciones que pongan énfasis en el papel de las corporaciones militares-industriales sionistas en la implementación de infraestructura de vigilancia; y acciones coorganizadas que ubiquen la criminalización de la disidencia pro-palestina junto con la represión de los activistas migrantes y por la justicia fronteriza.34

Como la pregunta de Mahmoud Khalil tras ser detenido por ICE: «¿Qué dice mi detención sobre Estados Unidos?».35 Aunque se encuentra hoy en libertad, su caso de deportación sigue su curso legal como parte de un patrón más amplio de represión estatal dirigido contra quienes se atreven a alzar la voz contra el imperio.

Su caso —al igual que los de Rümeysa Öztürk, Badar Khan Suri y los miles de migrantes criminalizados en los estados de asentamiento colonial— revela cómo los regímenes carcelarios y fronterizos del estado están diseñados para aislar y reprimir. Estas tácticas no son nuevas: reflejan un patrón de larga data en el que la solidaridad con Palestina ha sido confrontada con vigilancia, represión y criminalización, precisamente por el poder que dichas solidaridades han mantenido a lo largo del tiempo y el espacio.

Los movimientos de solidaridad con Palestina, de hecho, tienen una larga historia. Lejos de ser un fenómeno reciente, tienen sus raíces en las luchas internacionalistas, especialmente durante la era de los movimientos de liberación del Tercer Mundo, cuando Palestina emergió como un nodo central de la resistencia global.

A partir de la década de 1960, la liberación palestina se entendió no como una causa singular o aislada, sino como parte de un horizonte anticolonial y antiimperialista más amplio, entrelazado con las luchas en África, Asia, Latinoamérica y de pueblos originarios resistiendo la ocupación colonial.

Ese legado perdura hoy en día gracias a movimientos como Black Lives Matter, Idle No More y los protectores del agua de Standing Rock, que han expuesto cómo el racismo anti-negro, el despojo indígena y la destrucción ambiental están ligados a los mismos sistemas globales que posibilitanel colonialismo de asentamiento sionista.Estos movimientos nos recuerdan que la resistencia local siempre está entrelazada con los circuitos transnacionales de poder y posibilidad.

Como nos recuerda el movimiento obrero, el jefe suele ser el mejor organizador. Lo mismo ocurre en este caso: la violencia del Estado deja al descubierto las lógicas compartidas de inmovilidad racializada y la dominación colonial, y al hacerlo, no advierten que están catalizando nuevas solidaridades. Esto se ha hecho especialmente visible en el movimiento obrero, donde los trabajadores de puertos y logística se han negado a cargar o descargar mercancías vinculadas a la segregación y genocidio israelíes.36

Estas negativas no son solo actos de protesta; son el rechazo material de complicidad y las expresiones de una creciente conciencia que comprende los vínculos entre la mano de obra explotada, las fronteras militarizadas y la ocupación colonial. En esa convergencia reside la posibilidad de una solidaridad transnacional, abolicionista y anticolonial lo suficientemente poderosa como para desafiar las fronteras del presente.

Como han coreado organizadores y comunidades de todo el mundo en los últimos meses,¡ninguno de nosotros será libre hasta que Palestina sea libre!

Por: Rawan Abdelbaki y Rana Sukarieh

1 https://x.com/Mondoweiss/status/1907067250827296870
2 https://www.newyorker.com/news/the-lede/mahmoud-khalil-and-the-last-time-pro-palestinian-activists-faced-deportation
3 https://www.bostonreview.net/articles/the-boomerang-comes-back/
4 https://ia903407.us.archive.org/2/items/the-complete-diaries-of-theodor-herzl/The%20Complete%20Diaries%20of%20Theodor%20Herzl.pdf
5 https://www.dropsitenews.com/p/west-bank-displacement-destruction-israel-jenin
6 https://www.thenation.com/article/world/east-jerusalem-settlers/
7 https://docs.un.org/en/A/HRC/55/73
8 https://www.hrw.org/news/2022/06/14/gaza-israels-open-air-prison-15, https://www.amnesty.org/en/documents/mde15/5141/2022/en/, https://www.btselem.org/gaza_strip
9 https://www.columbialawreview.org/content/toward-nakba-as-a-legal-concept/, https://www.columbialawreview.org/wp-content/uploads/2024/06/May-2024-1-Eghbariah.pdf
10 https://archive.ph/NGnNv , https://www.newsweek.com/israel-needs-lebensraum-says-blog-major-national-newspaper-1996635
11 Aimé Césaire, Discourse on Colonialism, trans. Joan Pinkham (New York: Monthly Review Press, 2000), 36.
12 https://palestinenexus.com/articles/jewish-antizionism
13 Naomi Klein, Doppelganger: A Trip into the Mirror World (New York: Farrar, Straus and Giroux, 2023), 270.
14 https://jewishcurrents.org/can-genocide-studies-survive-a-genocide-in-gaza, https://www.jstor.org/stable/i220055
15 https://www.parapraxismagazine.com/articles/ide-fixe, https://www.972mag.com/mizrahim-right-wing-ashkenazi-supremacy/
16 https://jewishcurrents.org/on-the-victims-of-the-victims
17 Yasmeen Abu-Laban and Abigail B. Bakan, “The ‘Israelization’ of Social Sorting and the ‘Palestinianization’ of the Racial Contract: Reframing Israel/Palestine and the War on Terror,” in Surveillance and Control in Israel/Palestine: Population, Territory, and Power, ed. Elia Zureik, David Lyon, and Yasmeen Abu-Laban (New York: Routledge, 2011), 280.
18 https://deadlyexchange.org/immigration-and-customs-enforcement-ice-and-deadly-exchange/
19 https://mondoweiss.net/2024/11/no-there-were-no-antisemitic-pogroms-in-amsterdam-heres-what-really-happened/
20 https://doi.org/10.1177/19427786241299043, https://jewishcurrents.org/bad-memory-2.
21https://assets.nationbuilder.com/cjpme/pages/9076/attachments/original/1726604311/Intended_to_Fail_-_2024-09_-_EN_-_FINAL.pdf?1726604311
22 https://x.com/CIJAinfo/status/1828893110304399472
23 Faisal Bhabha, “Fighting Anti-Semitism by Fomenting Islamophobia: The Palestine Trope, A Case Study,” in Systemic Islamophobia in Canada: A Research Agenda, ed. Anver M. Emon (Toronto: University of Toronto Press, 2023).
24 https://mondoweiss.net/2025/07/ice-official-we-used-canary-mission-to-find-students-to-target-for-deportation/, https://www.thenation.com/article/world/canary-mission-israel-covert-operations/.
25 https://www.theguardian.com/us-news/2025/mar/14/israel-betar-deportation-list-trump
26 https://www.unrwa.org/sites/default/files/content/resources/gaza_gmr_one_year_on_report_eng_final.pdf, https://www.israelismfilm.com/.
27 https://www.bostonreview.net/articles/labor-and-the-bibi-modi-bromance/
28 Antony Loewenstein, The Palestine Laboratory: How Israel Exports The Technology of Occupation Around the World (Verso Books, 2024).
29 https://www.un.org/unispal/document/a-hrc-59-23-from-economy-of-occupation-to-economy-of-genocide-report-special-rapporteur-francesca-albanese-palestine-2025/
30 https://mijente.net/wp-content/uploads/2023/02/Who-is-Behind-ICE-The-Tech-and-Data-Companies-Fueling-Deportations_v4.pdf
31 Loewenstein, The Palestine Laboratory.
32 https://doi.org/10.1080/0377919X.2021.2016320, https://doi.org/10.1080/19436149.2025.2485692, https://fpif.org/weog-the-uns-settler-colonial-bloc/, https://www.tni.org/en/article/all-roads-lead-to-jerusalem.
33 https://www.democracynow.org/2025/6/9/los_angeles_protests_immigration_ice_raids
34 https://www.democracynow.org/2025/3/11/mahmoud_khalil_ice_columbia_university_palestine
35 https://www.washingtonpost.com/opinions/2025/04/17/mahmoud-khalil-columbia-student-ice-detention/
36 https://www.labornotes.org/2025/06/european-dockworkers-refuse-load-weapons-aimed-palestine, https://www.newarab.com/news/morocco-port-workers-block-maersks-arms-shipment-israel, https://jacobin.com/2024/02/india-transport-worker-union-palestine-israel-weapons.