Saber que los volcanes erupcionan no hace menos espectacular la imagen de la lava arrasando la montaña, y del mismo modo, el espectáculo de dos multimillonarios sociópatas despellejándose durante cuarenta y ocho horas a la luz pública, era predecible, pero eso no lo hizo menos disfrutable. .
El periodista español Gerardo Tecé -a quien le debemos el primer párrafo de esta nota- agregaba con lucidez en su nota de CTXT, que siendo tan pocas las alegrías que tenemos los pobres, el placer de ver al hombre que se nos dice que es el más rico del mundo intercambiando cuchilladas metafóricas con el grotesco personaje que cree ser el más poderoso del planeta, tiene su gracia.
Podríamos entonces limitarnos a disfrutar el show que los dos necios le ofrecieron al mundo, pero sería mejor tratar de entender por qué no pudieron evitarlo, o tratar de imaginar hacia dónde nos llevan sus desvaríos, aún sabiendo que toda explicación estará, como ocurre siempre en estos casos, sujeta a mil errores y futuras enmiendas.
Comenzaremos por repasar las desventuras de un reyezuelo, para luego adentrarnos en las tribulaciones de uno de los cientistas sociales más reconocidos de los últimos 50 años, que sobre el final de sus días mira boquiabierto lo que nunca soñó ver.
Las desventuras de un reyezuelo
Es fundamental que podamos ponernos en su lugar. A Donald Trump -el hombre que le prometió a sus setenta y siete millones de votantes el oro y el moro-, hasta ahora no hay nada que le haya salido tal como esperaba.
No se sabe de muchas industrias que hayan decido ya trasladar sus plantas a los EEUU, posiblemente porque nadie confía demasiado en el futuro de un país gobernado por un aspirante a tirano que cada tres días cambia de idea. Salvo Japón e Inglaterra impulsados quizás por sus propias bancarrotas, no hay países pidiendo con desesperación firmar acuerdos que le den, a cambio de nada, todo lo que quiere. Y aquello de 90 acuerdos en 90 días ya ni sus asesores más memoriosos lo recuerdan.
China no sólo redobló la apuesta en el tema aranceles sino que amenaza con dejar a la industria norteamericana sin las tierras raras de las que todo depende y para colmo Xi Jinping, insondable y cruel como todo comunista que se precie, no se ha mostrado interesado en responder a las llamadas semanales del genio de las negociaciones. Con un crecimiento previsto para 2025 de un 5%, la economía china no da muestras de estar urgida por alcanzar acuerdos que no la beneficien.
Donald Trump logró después de mucho esfuerzo que Vladimir Zelensky firmara la cesión de todas las riquezas de sus país (tanto las reales como las imaginadas), pero a Rusia (que sigue mirando hacia Odesa mientras avanza en todos los frentes) no se la ve dispuesta a abandonar una guerra en la que tiene mucho más para ganar que para perder. Aquello de la paz en 24 horas quedó -como dirían nuestras abuelas- en agua de borrajas.
Europa es un tembladeral en el que presidentes y primeros ministros que durarán lo que un suspiro pretenden prepararse para un Armagedón autodestructivo que comenzará, según aseguran, dentro de un lustro. Cuando ellos -si Dios quiere- ya no estén. Le darán el dinero que pide comprando armas y toda la parafernalia que el complejo americano/israelí de seguridad tenga en venta. Seguirán pagando energía cara porque a partir de la voladura del Nord Stream2 el Gran Hermano americano dicta el precio. No se resistirán a nada porque desconocen el significado del verbo. Pero es evidente que no están conformes con lo que les toca en el reparto y lo apuñalarán en cuanto lo encuentren distraído. Europa es eso.
El Estado de Israel (un enclave terrorista norteamericano en la frontera de Occidente con el Islam) no hace otra cosa que asesinar civiles, pulverizar escombros, detener obscenamente toda ayuda humanitaria, matar a los sobrevivientes de hambre, y cosechar desprecio cuando no odio entre todas las personas de buena voluntad. Se saldrán seguramente con la suya. Pero el plan brillante de transformar Gaza en un balneario exclusivo con dólares, prostitutas y palmeras, ha perdido fuerza. Ni los saudíes parecieron entusiasmarse con la idea.
Canadá trata de recordar (aunque no con la frecuencia deseable o necesaria) que es un país autónomo. No es mucho, pero se ha transformado en una piedrita en el zapato del trumpismo. México resiste como puede, es decir con toda la dignidad que otros no tienen. Las Universidades de la Ivy League, las de mayor prestigio, insisten en que quieren seguir viviendo del dinero que aportan a sus arcas los estudiantes extranjeros. En África nadie lo quiere y lo que es peor, nadie le teme. En el patio trasero, mantener a un Milei cada día más ensoberbecido y desquiciado, le está resultando más caro de lo que fue Macri en su primer período (lo que ya es mucho decir).
Como si todo eso fuera poco, el encontronazo de egos enfermizos pasó a mayores. Elon, que tanto le debe, lo acusó públicamente de ser el verdadero deudor. En un rapto inducido quizás por una sobredosis de algo, afirmó que la Big One Beautiful Bill Act es una abominación repugnante. Posiblemente lo hizo porque se han olvidado de favorecer a sus empresas, pero no conforme con eso lo malquistó con los magnates de Sylicon Valley y le sobó el lomo a J.D.Vance anunciándole que él será el ungido cuando hayan confinado al vejete en Mar-a-Lago. Una semana después, parece arrepentido, pero ¿quién confiaría en una serpiente que tuvo 14 hijos pero no recuerda sus nombres?
Para colmo y mientras se suceden todas esas desgracias, en Los Ángeles, la plebe hispana de bad hombres, devoradores de mascotas, meseras y jardineros, recogedores de framuesas y médicas, maestras y mecánicos, acosada por la nueva gestapo de ICE y la Guardia Nacional, en lugar de soportar el maltrato en silencio, como deben, se insubordina. Y llegan al extremo de pasearse por las calles quemando vehículos policiales y haciendo ondear banderas mexicanas, lo que a su vez ha llevado al Pentágono a destinar allí a cientos de marines (de triste memoria, sea en donde sea, desde siempre). Todo hace suponer que no le será sencillo salir airoso del pantano.
Que en ese contexto de caos, vendettas, autoritarismo, violencia, crueldad nacional/libertaria y decadencia imperial, un narcisista que ya ha comenzado a resbalarse cuando sube escaleras se sienta frustrado, se comprende. Y resulta casi natural que mire hacia quienes se le arriman y se le escape alguna dentellada.
Y también es comprensible que, por el momento, sus seguidores se abroquelen detrás de su furia xenófoba y se cobijen debajo del manto de insensateces con las que los arropa a diario.
El traductor al francés de Mein Kampf, Olivier Mannoni, reseñaba hace pocos días en Le Monde las similitudes entre el modo en que Hitler en 1930 y Trump ahora dan vida a sus mensajes, destacando: “El uso de la incoherencia como retórica, de la simplificación extrema como razonamiento, de la acumulación de falsedades como demostración; de un vocabulario reducido, pobre, distorsionado y manipulador”.
De esa clase de basura se alimentan los suyos. Y no sólo los suyos.
Pero son, nos guste o no, multitudes. Y de multitudes -como nos enseñó Walt Whitman- se alimenta la democracia, por lo que no está demás que nos preguntemos a dónde va todo este dislate.
Las tribulaciones de un científico social
Adam Przeworski -de él hablaremos a continuación- es uno de los grandes pensadores y cientistas políticos de nuestro tiempo. Nacido en Polonia en 1940, ha desarrollado toda su carrera académica en los Estados Unidos, primero en la Universidad de Chicago y luego en la New York University.
Su obra es amplísima, pero sus trabajos sobre la naturaleza de la democracia son los que mayor impacto han tenido. En ellos, particularmente en Democracy and Development – Political Institutions and Well-Being in the World, 1950–1990, y en ¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? Pequeño manual para entender el funcionamiento de la democracia, Przeworski ha desarrollado una serie de definiciones y premisas que esquematizadas al máximo establecen que:
1) Una democracia es un sistema político en el cual es posible que los gobiernos pierdan elecciones. Dicho de otro modo, es un sistema en la que la alternancia de partidos en el poder es la norma.
2) La premisa anterior requiere que quienes entregan el gobierno tengan garantías de que quienes los sustituyan no implementarán cambios demasiado drásticos o profundos, porque de lo contrario tendrían incentivos para negarse a reconocer la derrota.
3) Lo anterior, supone: a) partidos que no se diferencian demasiado entre sí y b) economías robustas en las que los sectores de la población que puedan desear impulsar cambios demasiado drásticos o profundos, no sean numéricamente relevantes.
Una de las principales conclusiones de Przeworski en Democracy and Development, ese monumental estudio de 135 países a lo largo de 4 décadas, es que si bien el desarrollo económico, per se, no genera democracias, las democracias tienen algo así como una garantía de sostenibilidad en las sociedades ricas. «Economic development does not generate democracies, but democracies are much more likely to survive in wealthy societies».
La involución autoritaria (digamos que fascista) que se está produciendo en Estados Unidos (aunque no sólo allí) supone un desafío a algunas de las ideas centrales de la teoría de la democracia de Przeworski, y ha sido él uno de los primeros en notarlo y alarmarse. A tal punto que en el mes de febrero comenzó a llevar un Diario en el que analiza los acontecimientos día a día, intentando explicarse por qué todo parece contradecir lo que siempre sostuvo, sin ocultar en ningún momento el desconcierto y la angustia que siente tanto intelectual como personalmente.
En su presentación, nos dice:
«I decided to keep a record of my thoughts as events transpire, a diary. I have read several reactions by Germans to the rise of Nazism and I was struck by their difficulty to understand where the daily events they lived through could or would lead. In retrospect, we will know, analyze, and make sense. In retrospect everything will have been determined. We may conclude, as did Amos Alon (The Pity of It All) that what did transpire was not inevitable, that history may have taken a different course. But prospectively we can only fear or hope and we do not know which. I have dark premonitions but this is all I have».
Es inevitable, al leerlo, sentir pena. Se lo percibe desnorteado y confuso. El jueves 6 de marzo, por ejemplo (y pensemos en todo lo que ha sucedido desde marzo hasta hoy) anotaba en su Diario:
«Historical patterns show that a collapse of democracy is extremely unlikely in a country with the income and the history of democracy of the United States. So if democracy does collapse, one can just conclude that it was a highly unlikely random fluke. Alternatively, one can think that our statistical analyses do not consider all the possible combinations of the factors that shape the outcomes and the current combination of them was extremely unlikely, perhaps unique. But one can also consider the possibility that all the historical patterns we discovered depend on something we have never considered.»
Lejos de nuestro ánimo -y de nuestras facultades- pretender enmendarle la plana a Adam Przeworski, pero podríamos preguntarnos si los EEUU habrán sido alguna vez una verdadera democracia. Si eso en lo que él creía y acerca de lo que tanto escribió, existió alguna vez. Porque la confusión entre realidad y espejismo explicaría que la debacle social y moral en la que están inmersos le resulte tan sorprendente.
Podríamos preguntarnos también si lo que ha fallado en su análisis no será la definición misma de democracia. Porque quizás, democracia, sea o deba ser otra cosa. No sólo lo que se ajusta mecánicamente a las escuelas de pensamiento empantanadas intelectualmente en la anglosfera, sino algo con diferente espíritu y diferentes reglas que deberemos imaginar y construir desde los márgenes.
Y vale la pena pensar si eso que, en sus palabras, «nunca hemos tenido en cuenta«, no será simplemente la posibilidad de que el sistema degenerara desde dentro. No a pesar de la riqueza sino a causa de la misma.
Vemos esa degeneración en la emergencia de lo que se ha comenzado a llamar «tecno-feudalismo», una corte de empresas enquistadas en nuestras sociedades -y pronto, a través de la IA, en nuestras conciencias-, propiedad de gente enriquecida a costa del dinero público que, como Elon y sus amigos, rechazan abiertamente toda noción de igualdad, responsabilidad o justicia. Que saben que la democracia ha dejado de responder a sus necesidades, y tienen en su mano las tecnologías apropiadas para prescindir de nuestros servicios.
Son los que hicieron posible a Donald Trump y muy pronto lo harán innecesario. Son los que financiaron su regreso y se desharán de él -con un balazo en la otra oreja o de cualquier otra manera- cuando sus torpezas no coincidan con su voracidad.
Como destaca Przeworski en su diario en el mismo momento en que publicamos esta nota:
The Trump-Musk conflict is an opening salvo for palace intrigues. The signal for them to erupt has been given. Now everyone in the palace has to recalculate. Loyalty to Trump became a risky asset. Will the conflict end up in some lasting truce? In Trump destroying Musk? In Trump being replaced by Vance? One factor that should be considered is that, at least in his public appearances, Trump seems mentally diminished. His instincts remain the same: make exorbitant demands, threats, and promises; shift to a different issue if he is defeated, without ever admitting a defeat or doubting his infallibility. But he seems to forget more and rambles without any control. This may be another signal for the ambitious people around him.
Si todo este desbarajuste continuara, si no logramos cambiar el rumbo de la historia allí, aquí y en todas partes, la democracia que conocimos será pronto una flor ajada y mustia.
Y algún día -¡qué ironía!- DeepSeek nos dirá de Donald Trump que fue el último presidente «americano» elegido por su pueblo. Antes del Gran Cambio.
PD. En Diálogos «no te contamos lo que ya sabes; pensamos contigo», por lo que durante los próximos meses acudiremos, periódicamente, al Diario de Adam Przeworski, para que sus reflexiones nos ayuden a pensar el presente.