¿Qué hiciste cuando comenzó la «solución final» y el horror estalló delante de tus ojos?

En momentos en que toda moral parece estar a punto de desvanecerse, cuando lo que creíamos inimaginable se ha vuelto normal, no es mala idea hacer un ejercicio de introspección y preguntarnos qué responderemos si en algún momento del futuro alguien nos pregunta qué hicimos para detener todo este horror. .

 

Sabemos y ya no cabe ninguna duda, que el Estado de Israel está implementando en Gaza una «solución final» al estilo de la que en los años 30 del siglo XX se ensayó en la Europa nazi para solucionar el «problema judío». Aquella «solución final», implicó la deshumanización, el saqueo y el desplazamiento forzado de hombres, mujeres y niños hacia lugares en los que la crueldad en todas sus formas y la muerte más infame eran el pan de cada día. Y lo mismo se puede decir de lo que hoy sucede en lo que aún queda de lo que alguna vez fue Palestina.

Sabemos también, y esto no es un dato menor, que aquel genocidio erizó la piel del mundo no porque fuera el primero o el peor, sino porque por primera vez las víctimas de una infamia de ese tipo eran europeas y blancas. Tragedias similares se habían vivido en África, Asia y América Latina a partir de la conquista y la colonización, sin que hasta hoy seamos plenamente concientes de lo que significaron.

Sabemos, además, que a diferencia de aquel holocausto europeo en el que la tragedia se desarrollaba detrás de las alambradas y los muros de los campos de concentración y exterminio, en el holocausto de la población Palestina, el que nos ha tocado presenciar en vivo y en directo, todo transcurre, incesantemente, día tras día, ante nuestros ojos.

Se nos muestra cada detalle. Cada niño ardiendo, cada niña que ha perdido sus piernas yendo a buscar agua, la desolación gris de los escombros que son a su vez fosas comunes ocupando todo el paisaje, la destrucción absoluta, gratuita e impune.

Y podemos también ver, si el estómago nos lo permite, a los propagandistas, a los que disfrutan haciendo o viendo hacer daño, a las personas comunes y corrientes que en Israel y también fuera, reclaman el derecho que les habría dado Dios de «matar a todos». O a los que frívolamente escudan su colaboracionismo diciendo barbaridades como «en todas las guerras pasan estas cosas».

Esta vez es imposible no verlo. Esta vez sólo pueden negarlo o disculparlo quienes por alguna razón se resignan o se avienen a ser cómplices.

¿Por qué ahora?

Es cierto, aunque posiblemente forme parte de la propia naturaleza del espectáculo, que  ahora que quizás es demasiado tarde, ahora que toda resistencia será inútil, ahora que ni los EEUU ni Israel pretenden ocultar que su verdadera intención desde el 7 de octubre del 2023 no ha sido castigar terroristas o liberar rehenes sino vaciar todo el territorio palestino de los seres humanos que lo habitan, una parte de quienes han guardado un prudente silencio durante 19 meses, comienzan a manifestar que lo que no los horrorizaba hasta ayer, hoy los incomoda.

Ninguna de estas nuevas manifestaciones -pensemos por ejemplo en las que realizaron en forma conjunta el Reino Unido, Canadá y Francia- en las que la «preocupación» o el «rechazo» sustituyen al «apoyo irrestricto» con el que se embanderaban hasta ayer, ninguna de esa declaraciones en las que se evita utilizar la palabra genocidio o se insite en presentar el asesinto en masa de civiles como una «guerra», parecen hacer mella en el ánimo de un Estado que, debiendo ser paria, ha hecho de su religión la excusa perfecta para el desprecio, el robo y el asesinato.

Nesrine Malik, columnista de The Guardian -un periódico que ha debido cambiar radicalmente el tono de sus notas en las últimas semanas- se pregunta con razón ¿por qué ahora?, en una nota del 26 de mayo titulada The turning point that wasn’t: the way the world talks about Israel’s war has changed. Nothing else has

Why now? That’s the question. Why now, after 19 months of relentless assault that was plain for all to see, and declared by Israeli authorities themselves, has the tide begun to shift on Gaza?

The marked change in tone this past week from leaders in the UK and EU is a clear break from the pabulum of “concerns” and reiterations of Israel’s right to defend itself. Now the rhetoric is that Israel’s actions are “morally unjustifiable” and “wholly disproportionate”, and the threats of its leaders “abhorrent”.

Some of this is future-proofing. The war has amounted to genocide and ethnic cleansing in ways that are increasingly undeniable, indefensible and unspinnable. Some had a good go at it for a year and a half, but now cannot stand at a lectern or sit at a dinner table and argue that, yes, actually, there is an argument for killing 100 people a day, as was the case last week. Or that Israel has any plan other than what its leaders have consistently declared to be one of displacement and settlement. Long gone is the argument that this is simply about wiping out Hamas. Israel, as one British media ally lamented, has hung its friends out to dry.

En realidad, cabe sospechar junto a la columnista de The Guardian, que muchas de las críticas que salen a la luz hoy son, en buena medida, formas de encubrir la connivencia.

Por el lenguaje soft que aún utilizan, por el momento elegido, y sobre todo por la nula convicción que evidencia el accionar real de los países, las instituciones o las personas involucradas.

Un caso especial es el del ex-Primer Ministro de Israel entre 2006 y 2009, Ehud Olmert, que en recientes declaraciones para el periódico israelí de oposición Haaretz ha manifestado que «el gobierno lleva adelante una guerra sin propósito, sin objetivos claros, sin planificación y sin posibilidades de éxito», agregando que la «banda» liderada por Benjamín Netanyahu «debería ser condenada por crímenes de guerra«. Le asiste toda la razón, por supuesto, pero queda flotando la duda de qué lo impulsa ahora a decir lo que debió haber dicho hace más de un año.

Resulta difícil no ver en los recientes cambios discursivos excusas diseñadas para que en un futuro próximo, -cuando caigamos en la cuenta de que la magnitud de la «solución final» fue más allá de toda humanidad y toda decencia, y sepamos que las manos manchadas de sangre no son sólo las de los asesinos directos-, los hasta hoy complacientes puedan decir «no estuvimos de brazos cruzados; no somos cómplices; no merecemos que se nos culpe o se nos castigue».

¿Qué diremos nosotros?

Otra de las columnistas de The Guardian que en estos últimos días han podido expresarse de un modo que hasta hace muy poco les estaba vedado, la anglo-estadounidense Arwa Mahdawi, se hace otro pregunta crucial ya desde el título de su nota: What did you do during the genocide in Gaza?

Y esa pregunta, para nuestra incomodidad, no está dirigida a quienes tienen en sus manos el poder de evitar este nuevo holocausto, o hacia quienes manejan los medios de comunicación a su arbitrio, sino a nosotros mismos. A quienes por carecer de poder de decisión nos resulta fácil resignarnos a la inacción. O hacia quienes por temor a qué podría sucederles si alzaran la voz, prefieren callar… o hablar sólo cuando nadie los escucha.

And what will you say? When future generations read about Gaza with horror and wonder how the western world, with all its moral superiority, its rule-based order and its focus on international human rights law, allowed a livestreamed genocide to happen, what will you say? When future generations learn that, for 19 months, we woke up every morning to videos of children being burned alive – bombed with weapons that the US taxpayer helped pay for and the entire western world helped justify – will you be able to say that you spoke up?

De eso se trata también. De qué hace cada uno de nosotros aquí y ahora para denunciar y  (aunque parezca imposible) detener el horror. Por aquello que much@ de nuestr@s lector@s recordarán de que: «no basta con desearle suerte al agredido».

Porque para no tener que confesarnos mañana que hemos permitido que el peor genocidio del Siglo XXI se perpetrara en nuestro nombre y ante nustros ojos, el momento de alzar la voz y reclamar decencia y humanidad es ahora.

Como ha dicho Omar El Akkad -novelista y periodista egipcio-canadiense-:

«Un día, cuando sea seguro, cuando no haya ningún inconveniente personal en llamar a las cosas por su nombre, cuando sea demasiado tarde para responsabilizar a alguien, todo el mundo dirá que siempre ha estado en contra de esto”.

 

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador preocupado por los derechos humanos, la justicia social y el desarrollo sostenible. Diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online