Uno, a la vez apocado y presuntuoso. Soporífero, argentinamente elemental y torpemente previsible. Ella, arrogante, angloamerican en cuerpo y alma, consciente de todo lo dañina que podría ser si le dieran una segunda oportunidad. El tercero, astuto; ladino con buen olfato. Vagamente traslúcido y peligroso como el agua estancada. .
Los discursos que se sucedieron en los dos días de sesiones de la Conservative Political Action Conference están en Youtube para el disfrute de analistas pacientes o para que los rumien y digieran quienes tengan un estómago sano.
Sería imposible hacer en Diálogos un análisis pormenorizado de cada una de las intervenciones, aunque quizás sí debamos detenernos más adelante en las de Liz Truss. Javier Milei y Naib Bukele, que son para nosotros las más interesantes.
Lo que importa, o al menos lo que no deberíamos evitar preguntarnos es qué hacían allí estos tres. Qué quieren que creamos que nos traen de nuevo. Qué pócima podría salir de ese caldero.
En el bullir de la radicalización conservadora
Un relámpago iluminó la caverna, oyóse el redoble del trueno, y en medio de una nube de vapor azulado, vióse salir del caldero una cabeza armada de yelmo.
— Dime, tú, desconocido poder… — empezó Macbeth.
— Él conoce tu pensamiento — lo detuvo la primera bruja. — Escucha lo que diga.
Shakespeare – Macbeth
La alusión a una marmita o un caldero cuando nos referimos al CPAC y a sus invitados no es casual, ya que al abordar la conferencia es imposible no rememorar a Macbeth cuando se presenta una noche ante tres brujas, agobiado por su mala conciencia y su ambición de poder, a preguntar por su futuro.
Conservadurismo, rabia y radicalización
El conservadurismo tradicional que habíamos conocido hasta hace muy poco -y con el que mal o bien hemos convivido y disentido a lo largo de buena parte de los dos últimos siglos- está siendo eclipsado y sustituído por nuevas versiones de una crudeza manifiesta.
Lo que separa a estas nuevas versiones del conservadurismo tradicional no son sólo los malos -pésimos- modales, la grosería, la arrogancia infundada, la desconfianza en la razón o la ciencia, o el tufo autoritario y antiinstitucional que les son comunes, sino lo que la cientista política austríaca Natascha Strobl, en un libro de reciente aparición (La nueva derecha. Análisis del conservadurismo radicalizado) identifica como una retórica pre-política y larvadamente violenta, la reivindicación de las desigualdades, y un ánimo «revolucionario» y fundacional. No llegan a conservar sino a destruir la modernidad y a construir no se sabe bien qué sobre sus ruinas.
Se trata de una simbiosis entre liderazgos que se sienten llamados casi sobrenaturalmente para fundar un tiempo nuevo, despojado de lo que hasta hoy reconocíamos como justicia, y mayorías más o menos amplias sumidas en una precariedad emocional (fruto del fracaso globalizador, las crisis de representatividad, y la experiencia traumática de la pandemia) que las lleva a creer y aceptar cualquier cosa que les prometa estabilidad y les asegure revancha en contra de quienes serían los culpables de sus dificultades y decadencia (la casta, los zurdos, los woke, las feministas, la prensa que no les bate el parche, y por regla general, los débiles -que lo son porque quieren).
Trataremos de volver en próximas ediciones sobre los dos conceptos más ricos de Strobl -el precariado emocional y la crudeza- porque es vital comprender los mecanismos y las razones profundas que subyacen al auge de estas nuevas derechas y al fracaso consiguiente de las izquierdas, encerradas en análisis y propuestas que el paso del tiempo y las guerras culturales han venido cooptando y esterilizando.
Mientras tanto, porque importa entender qué está sucediendo y eventualmente encontrar caminos de salida al caos que generan los conservadores cuando se radicalizan y se desmadran, vale prestarle una mínima atención a lo dicho y a lo actuado en el caldero del CPAC por las tres celebridades que hemos elegido y por su anfitrión -que si no entra antes a prisión por alguno de los 91 cargos penales que enfrenta, será seguramente el próximo presidente de los Estados Unidos de América.
El mesianismo de un YO desbocado
“En 2016 les aseguré: Yo seré su voz. Hoy agrego: Yo soy su guerrero. Yo soy su justicia. Y para aquellos que han sido agraviados y traicionados, yo soy la venganza”.
Donald Trump en el CPAC de 2023
En el CPAC de 2023 el ex-presidente Trump ya se había dirigido al público de un modo inusualmente mesiánico. Y desde entonces su capacidad para el autoendiosamiento y para la ideación de escenarios apocalípticos ligados a la destrucción de su país a manos de inmigrantes ilegales o submarinos chinos no ha hecho sino aumentar.
“Esto es lo que está en juego en esta elección: Nuestro país está siendo destruido y lo único que se interpone entre ustedes y su destrucción soy YO”.
No es mucho lo que se puede agregar a lo que ya se ha dicho sobre Donald Trump. Se comparó con los mártires, insistió con la idea de una China a punto de conquistar el universo, se definió como un disidente, se refirió a la prensa de su país como «la más corrupta del planeta» y pintó un escenario de desolación total si no se lo elige. Él posiblemente no lo cree, pero millones de personas, algunas de ellas inteligentes, jurarían que todo eso es cierto y estarán dispuestas a seguirlo hastadonde él les diga. Y la próxima vez, lo del 6 de eenro de 2020 en el Congreso parecerá un juego de niños.
Afortunadamente podemos hacerlo a un lado momentáneamente, ya que esta vez no es él quien nos convoca, sino que nuestro interés estará enfocado en tres de las brujas que revuelven su caldero y en la pócima que preparan en él.
Liz y la vocación insana por el caos
«La primera ministra británica Liz Truss anunció su renuncia tras 44 días de gobierno, lo que marca un record en la historia del Reino Unido».
Así presentaba la BBC el 20 de octubre de 2022 lo que desde hacía más de un mes el mundo preveía. Lo que aquí, en Diálogos, habíamos anunciado antes aún de que asumiera el cargo.
La crisis política del gobierno de la conservadora y libertaria Truss había comenzado el primer día de una gestión caótica marcada por un tatcherismo ultramontano y feroz, pero se tornó especialmente virulenta el 25 de septiembre, cuando su flamante ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng (hijo de inmigrantes llegados desde Ghana y la primera persona de origen africano en ocupar el cargo), anunció un recorte de impuestos de 45.000 millones de libras que beneficiaba especialmente a quienes ganaran -como él mismo- más de 150.000 libras al año. Esta medida hizo que la moneda británica cayera a mínimos históricos y recibiera críticas hasta del Fondo Monitario Internacional por tratar de reducir los impuestos al sector más rico de la población en un momento de crisis económica.
“Lo que Liz Truss y Rushi Sunak tendrán que hacer para ser elegidos es apelar a los peores instintos de la humanidad”, había advertido un columnista de The Guardian a inicios de 2022 cuando tras la renuncia de Boris Johnson ambos se aprestaban a competir por el liderazgo de su partido.
Y eso, «apelar a los peores instintos de la humanidad» fue lo que hizo Liz Truss frente al auditorio del CPAC, que ni siquiera se molestaba en aplaudirla cuando hierática como una esfinge les hablaba de los angloamerican values, el excepcionalismo de ambas naciones, las diferencias que la biología ha establecido entre hombres y mujeres, los beneficios que aportan a la economía las energías sucias, el wokeism apoderándose de la mente de los niños, o la necesidad de debilitar al Estado, deportar a los inmigrantes y salvar a Occidente.
» «It’s not even enough to get the position of power that you need to deliver those policies because conservatives are now operating in a hostile environment… we essentially need a bigger bazooka in order to be able to deliver.» fueron algunos de sus dichos y cualquiera puede entender que su conservadurismo «libertario no ha hecho más que radicalizarse después de su fracaso, y que sus deseos de violencia no son mera retórica.
Un extraño y pequeño personaje llegado desde el sur
«Presidente, qué lindo conocerlo. Es un gran placer conocerlo, presidente. Es un gran honor para mí, gracias por sus palabras hacia mí. Estoy muy contento, es muy generoso. Muchas gracias, es un gran placer»,
La escena, muy breve, protagonizada por un Javier Milei seguramente sincero mientras miraba arrobado a su anfitrión, se registró en el backstage del CPAC, a media luz, y el registro del diálogo no pasará a la historia de los encuentros presidenciales dignos.
Enseguida y a modo de despedida -ya que el dueño de aquel circo tenía cosas más importantes de las que ocuparse-, Milei levantó sus pulgarcitos, repitió su tradicional frase: «Viva la libertad carajo», mientras Trump enfrentaba a la cámara mostrando los dientes en una mueca que seguramente pretendió ser una sonrisa y decía: «Make Aryentina great again». A continuación, el presidente argentino agregó: «Muchas gracias, usted es un gran presidente y espero que gane. Espero verlo otra vez. Y en eso consistió todo el encuentro.
De la presentación de Javier Milei, que se intentó vender como la más esperada de la jornada, sólo se puede decir que fue una versión extendida y por extensa insufrible de lo que ya había dicho en Davos. En lo esencial coincidió en todo con lo expresado por Liz Truss, pero en un español aturullado y pobre, acompañado por una gestualidad anodina y mansa.
Aquel no era un buen momento para rugir o para competir en dotes mesiánicas o poderes sobrenaturales con el héroe de la jornada, las diatribas contra el Estado y la apología de las desregulaciones y los monopolios fueron apenas una repetición de barbaridades ya dichas, la cita de cifras muchas de ellas falsas y el manido recurso de hablar de las glorias decimonónicas de una Argentina que nunca existió fueron seguramente incomprensibles para un público no demasiado educado, y la única síntesis posible es que su presencia en aquel evento fue deslucida y alejada de lo que sus seguidores (que aún los hay y son muchos) esperaban.
Muy pocas horas antes la representante del FMI Gita Gopinath le había dejado en claro que todos sus planes de dolarización en base a un empobrecimiento generalizado podían conducir directamente a un estallido y que no habría dinero para financiar ese despropósito. Antony Blinken al parecer le expresó en su visita de ese mismo día el malestar del actual presidente de los EEUU por los coqueteos descocados de Javier con su principal adversario. Y para colmo, mientras él intentaba ser fiel a una imagen de seguridad que es puro artificio, en su país abría las fauces un conflicto de escala nacional y consecuencias difíiciles de anticipar. Las palabras Juicio Político penden sobre él como una espada de Damocles.
Un hidalgo en la primera acepción del término
Vemos en ustedes una sociedad en declive porque lo reconocemos en el declive pasado de la nuestra
Nayib Bukele en el CPAC
Si lo de Lizz Truss fue una advertencia amenazadora de lo que hará si vuelve y lo de Javier Milei fue un desconcertante anticipo de lo que haría si lo dejan, y si ambos expresaron aproximadamente lo mismo porque comparten una ideología que les es común y sus pocas luces se parecen, lo de Nayib Bukele fue diferente.
En primer lugar porque Bukele no es un conservador libertario ya fracasado como Liz Truss ni un anarco capitalista desbocado que se encomina a toda velocidad hacia la nada como el presidente argentino. Es otra cosa y merece más atención. Y más respeto.
Es astuto (la palabra más apropiada sería ladino aunque esté en desuso), y su presentación ante el CPAC, en un correctísimo inglés, fue clara, contundente y original…
Por esa sóla razón, a lo que se agrega que su apoyo dentro de su propio país no parece ser artificial ni efímero, el peligro que Bukele representa, como ejemplo a ser imitado fuera, no puede ser subestimado. Pero esta nota ya se ha extendido demasiado y retomaremos el tema en nuestra próxima edición.