Esta vez es en serio, no estoy mintiendo.
Algo se prende fuego.
Sé que muchas veces dije que el lobo venía.
Pero esta vez, el lobo está acá.
Se prende fuego, mi pelo, mi piano, mis discos,
la ropa y el perro.
Puede ser que otra vez no sea cierto,
pero siento como el fuego me quema por dentro. .
(…)
El incendio está cerca y no voy a quemarme
sin antes pelear. (*)
En Diálogos nos habíamos prometido no volver a tratar el proceso de autoritarismo «libertario» que vive la Argentina hasta que no hubieran transcurrido algunas semanas y fuera posible sopesar las consecuencias de que una sociedad haya decidido darse una puñalada en el alma -que a todas luces no toda ella merece.
Dijimos antes -y seguimos pensando ahora- que prestarle atención a ese fenómeno insólito y oscuro representado en la figura de su nuevo presidente no sólo valía la pena porque lo que le sucede a una nación hermana nos afecta a todos, estemos donde estemos, sino porque nadie está libre de que un cataclismo así asole el día menos pensado su propio suelo. «Cuando veas las bardas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo», recordábamos en nuestra última edición, y la antigua sentencia, en este caso, tiene plena vigencia.
No obstante lo anterior, sabemos que hay otras realidades que nuestros lectores observan con mayor atención: el genocidio en Gaza, la derrota de Ucrania, las tensiones crecientes en el Mar del Sur de la China o en la entrada del Mar Rojo, la degradación de las hegemonías, la incapacidad de Occidente para entender su creciente intrascendencia, el estado mental de un Joe Biden que se aferra a un poder que no tiene, el Esequibo en disputa, Chile y sus dificultades para encontrar algún rumbo, la siempre postergada lucha contra el cambio climático, el desalentador proceso que conducirá seguramente a un gobierno conservador en Canadá, por citar los ejemplos que nos son más acuciantes…
¿Por qué insistir entonces en la deriva fascistoide que aqueja a un desgraciado país allá lejos, en el sur del sur, sabiéndose además que, como dirían las almas bellas, «ellos se lo buscaron»?
Así las cosas, razonábamos, es hora de hacer el esfuerzo de quitar nuestros ojos fascinados de la actualidad política argentina por un tiempo para dejar pasear nuestra mirada por otros escenarios en los que estén en juego cosas más importantes.
Todo cambia
¿Qué ha cambiado entonces para que ¡otra vez! estemos dando vueltas a la misma noria?
Se dice que los dos peores errores que deberían evitarse a toda costa son: 1) Invadir Rusia en invierno y 2) Meterle un dedo en el culo a los argentinos en diciembre.
La frase, no por ocurrente necesariamente acertada, apareció una y otra vez en muchos de los análisis y comentarios que se hacían el 20 de diciembre por la noche frente a la emergencia de algo hasta ese momento inesperado.
Faltaban poco más de dos horas para la medianoche cuando la TV comenzó mostar a miles y miles de personas de todas la edades que habiendo escuchado el Decreto de Necesidad y Urgencia con el que Javier Milei pretende desestructurar al Estado e iniciar una nueva era apadrinada por «las fuerzas del cielo», se encolumnaban espontáneamente hacia la zona de Congreso para expresar indignación, dolor, miedo, rabia, vergüenza, esperanza, y urgencia. Y seguramente también para combatir la soledad en otra pre-Navidad sombría y angustiante.
No era un día cualquiera. Se cumplían 22 años de aquella jornada de 2001 en la que más de 30 muertos pagaron el colapso neoliberal antes de que uno de los varios sinvergüenzas que han ocupado el sillón presidencial en la Rep. Argentina, Fernando de la Rúa, escapara en helicóptero de la Casa Rosada, humillado para siempre.
No era un día más. Se había iniciado con un descomunal operativo policial diseñado para neutralizar una marcha convocada por pequeños sectores de izquierda que pretendían, como todos los años, recordar aquellos hechos. La marcha que se buscaba desarticular por todos los medios se produjo esa tarde de todos modos, y lo único dañado fue la ya lamentable reputación de una Ministra de Seguridad ensimismada en su propia tosquedad.
No fue un día como otro. Por la tarde, mientras se desarrollaba la marcha, un conocido militante libertario propuso a través de las redes sociales que se rociara a los manifestantes con napalm y el Presidente de la República -mientras grababa el mensaje que esa misma noche dirigiría a la población- no tuvo mejor idea que festejar y retuitear la ocurencia.
El mensaje en cuestión, de todas formas, hizo empalidecer no sólo la broma macabra de imaginar piqueteros bombardeados con fósforo blanco, sino todo lo que se le conocía al personaje hasta ese momento. Constituyó de por sí un hecho histórico, nefasto y oprobioso.
Relación entre forma y contenido
Las formas importan y si no determinan el contenido, lo contextualizan. En este caso vale que nos detengamos unos segundos en el escenario, de una simetría rebuscada y artificialmente sospechosa, en el fondo de mármoles, lámparas y dorados a la hoja como representación máxima de la «Argentina perdida», y en los personajes y su ubicación también simétrica respecto al centro de ese «todo» que le lleva la verdad y la luz a una sociedad al parecer avida de guía y «libertad».
La figura central, rodeada de doce fieles seguidores o «apóstoles», remite a la iconografía judeo-cristiana más rancia. De los doce hay 4 que por ser los acólitos principales aparecen -no por casualidad- de pie, conformando con la figura central un pentagrama o estrella de cinco puntas invertida, lo que tiene un parentesco evidente con los misterios pitagóricos, el satanismo y la magia, y por esa razón resulta inevitable asociarlo a lo que el propio presidente ordenó representar en la empuñadura de su bastón de mando: el perro Conan y sus cuatro clones. Bizarría de cotillón llevada a su expresión máxima.
En ese escenario, en el que vaya uno a saber si el color celeste del saco del responsable intelectual del desbarajuste a punto de ser revelado significaba algo, el presidente ocupó 10 extenuantes minutos en hacer profesión de fe de su creencia en las manos invisibles del mercado para dedicar los 5 minutos siguientes al anuncio de un decreto que modifica o directamente anula decenas de leyes (usurpando de hecho las potestades legislativas de ambas cámaras del Congreso), y pone al borde de la desaparición derechos de todo tipo a lo largo y a lo ancho de toda la ya dañada trama social.
Cada gran lobyy empresarial tuvo su desregulación propia, redactada a su medida, por sus propios estudios de abogados…. Un segundo de gloria que ni la dictaduraa militar de 1976, ni el Menem más florido, ni el Mauricio Macri menos empático, soñaron disfrutar. Cerca de un siglo y medio de construcción del Estado pulverizados para construir con los restos una Patria Empresarial mágica y defintiva.
La argentinidad al palo
Los anuncios de Javier Milei, esperados pero no a esa escala abrumadora e impertinente, fueron esa noche el prólogo a una respuesta no prevista, la salida a las calles, espontánea e inmediata, no sólo de quienes ya están sufriendo el daño de un 120% de devaluación y la duplicación consiguiente de los precios en apenas dos semanas de desgobierno cuasi monárquico, sino también de sectores de las clases medias que entendieron que esta vez también son ellos el blanco, y serán también ellos las víctimas propiciatorias.
Como bien decía a la mañana siguiente un columnista de Página 12
«Si bien es obvio que las marchas de ayer no alcanzan ni por asomo para bloquear la iniciativa del Ejecutivo, no es menos cierto que en un contexto en el cual un gobierno recientemente electo amenaza derechos económicos, laborales y políticos del conjunto de trabajadores formales e informales, lo de ayer puede ser leído como el comienzo de un movimiento de contagio y de invitación a la protesta de distintos sectores. Si esto se ratifica en los próximos días, y lo de ayer inaugura efectivamente un nuevo clima social, habrá que reconocer que el peso de los símbolos sigue vivo en el colectivo nacional. Ahora se vendrá -ojalá no tarde- el proceso siempre arduo de la sincronización con sindicatos y organizaciones populares. Esta sincronización es una indispensable condición de posibilidad para evitar el desastre. Como sucedió en diciembre de 2001 y de 2017, parece claro que el poder de veto ante la ofensiva neoliberal va de la calle politizada a las instituciones políticas y no a la inversa».
Todo ahora está por verse
Quienes salieron a la calle el 20 de diciembre por la noche y volvieron a hacerlo al día siguiente, reclamando no sólo que se detenga lo que se ha iniciado sino que quienes están en condiciones de encauzar la resistencia lo hagan sin demora: ¿son sólo una representación del 45% que votó en contra de Javier Milei el 19 de noviembre, o ya hay entre ellos votantes abrumados por el panorama de dolor sacrificial que se les ofrece con «única alternativa»?
¿Son la avanzada de un movimiento de resistencia social en desarrollo o son las únicas reservas que le quedan a una sociedad ya agotada y a punto de rendirse?
Los viejos líderes sindicales a quienes no en balde se les conoce como «los gordos» y una dirigencia política habituada a no ver mucho más allá de sus necesidades y privilegios ¿habrán entendido que no son sólo las urnas las que otorgan legitimidad cuando las papas queman? ¿Estarán esta vez a la altura de las circunstancias?
Los que llegaron dispuestos a derrumbar lo que llevó más de un siglo construir, ¿tendrán el tiempo -apenas algunos meses- que necesitan para hacerlo?
Vale la pena retomar la última estrofa de la canción Fuego, con que iniciábamos estas reflexiones, porque aunque
Puede ser que otra vez no sea cierto,
muchos en la Argentina sienten que
El incendio está cerca y no voy a quemarme sin antes pelear.