Un nazi en el parlamento. Ovaciones, errores, y un viejo amor por lo inconfesable

Algún día sabremos si la ocurrencia de llevar a un nazi al parlamento canadiense para que fuera ovacionado por despistados que al parecer esa tarde no tenían nada mejor que hacer, fue de quien se reponsabilizó por el «error», o si éste le fue sugerido al speaker Anthony Rota por alguien aún más torpe que él. Y con más poder. .

 

Menos de 24 horas después de la finalización de la sesión especial de recibimiento a Volodimir Zelensky, las imágenes vergonzosas recorrían el mundo y organizaciones judías y de protección de los derechos humanos como el Centro Simon Wiesenthal y la B’nai B’rith, gobiernos enfrentados entre sí como el ruso y el polaco, o medios de prensa de todo el mundo, hacían oir sus voces de alarma, de incredulidad y de repudio. Esta vez, el resbalón del gobierno de Justin Trudeau había sido de proporciones inocultables.

“We have here in the chamber today a Ukrainian Canadian war veteran from the Second World War who fought for Ukrainian independence against the Russians and continues to support the troops today even at his age of 98 […] I am very proud to say that he is from North Bay and from my riding of Nipissing—Timiskaming. He is a Ukrainian hero and a Canadian hero, and we thank him for all his services. ¡¡Thank you!!!.”

Con esas palabras en las que agradecía «los servicios» del homenajeado, el bueno de Rota había dejado al desnudo su nulo conocimiento de las personas de su riding, ya que como destacaron pocas horas después la organización judía independiente Forward y la publicación digital The Maple, existe desde hace años un blog personal en el que el personaje en cuestión reconoce con orgullo haber sido integrante de las SS. Pero además dejó en evidencia la ignorancia generalizada, entre los miembros del parlamento y en el equipo de gobierno, acerca de la historia del siglo XX. De la historia del Siglo XX de su propio país.

Como consecuencia de tanto desatino, apenas pasado su minuto de gloria, el speaker se vio forzado a admitir que haber invitado a un ex-integrante de los cuerpos de voluntarios que participaron de asesinatos en masa de judíos y patriotas polacos, alemanes, ucranianos, checos y rusos, no había sido la mejor idea. Y aunque no lo mencionó, cabe pensar que haberlo presentado como un héroe de guerra ucraniano-canadiense, ante el aplauso enfervorizado y los rostros exhultantes de todo el establishment político del país, tampoco fue un acierto.

Vale la pena verlos en el video que aparece en la portada de esta misma edición.

Dejemos en supenso la posibilidad de que la Deputy Prime Minister Chrystia Freeland (cuyo abuelo fue un colaborador del nazismo que cimentó su patrimonio a partir de esa misma colaboración), haya tenido algo que ver en todo esto. Aún cuando fuera cierto, nadie lo admitiría.

Aceptemos que todo fue una ocurrencia del propio Rota para congraciarse con los votantes de su riding y/o con los entusiastas de la guerra que apenas escuchan la palabra Ucrania experimentan un súbito nublamiento del juicio.

Creamos que la delegación que en ese momento visitaba el parlamento no tuvo ninguna participación en el error. Y en tren de aceptar y creer, cerremos los ojos y aceptemos también que el speaker no informó nada a nadie de su propio gobierno ¡para darles la sorpresa! Gente falta de criterio hay en todos lados.

Lo que sí debería preocuparnos es que lo que ocurrió, aún cuando hubiera estado originado en la torpeza de alguien incapaz de prever las repercusiones internacionales de sus pujos de entusiasmo, ni es extraño ni es nuevo.

Un viejo amor por lo impresentable

Esto que hoy nos escandaliza, el clima frívolo que hizo posible que todo un parlamento homenajeara a alguien a quien se acusa de haber cometido crímenes aberrantes, no empezó ayer. Y aunque el apasionamiento hueco que hoy puede provocar la visita de Zelensky y el sentirse parte de una guerra -que pelean otros- seguramente haya formado parte de la atmósfera generadora de los aplausos, las felicitaciones, los agradecimientos, las selfies y los abrazos, la historia -si la conociera- debió aconsejar a nuestro Primer Ministro a tener más cuidado a la hora de elegir ancianos heroicos a quienes aclamar. Ha pedido perdón y ha declarado no haber sabido demasiadas cosas en su ya larguísimo mandato como para reincidir en ello una y otra vez.

Canadá, aunque no sea algo que a su sociedad le guste recordar, estuvo entre los países que, con una razón u otra, con ésta o con aquella excusa, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial le dieron cobijo a personas acusadas de cometer horribles crímenes en contra de la humanidad y/o de haber participado activamente de la maquinaria ideológica que condujo al genocidio, al Holocausto, y a una guerra devastadora.

Miles de ex integrantes de cuerpos como la 14º División de Granaderos Waffen SS, el brazo ucraniano-militar del partido nazi, eludieron los juicios a los que debieron ser sometidos en los países en los que cometieron sus crímenes, y fueron admitidos en Inglaterra primero y enviados a Canadá después. Y allí están los monumentos que conmemoran sus tristísimas hazañas, en Edmonotn o en Oaksville, para recordarlo.

En reealidad, entre quienes primero advirtieron los peligros presentes y futuros de esa política de acogida y protección de supremacistas arios de la peor especie, se destacaron los propios miembros de la comunidad ucraniana ya establecida en el país, que sabían de qué hablaban.

Vale la pena repasar lo que ya advertía en 1948 -apenas tres años después de concluída la masacre- el periódico The Ukranian Canadian, que se publicaba en Toronto.

La advertencia estaba hecha ya en 1948 y basta repasar la lista de monumentos, calles o plazas que en Canadá rinden homenaje a precursores, colaboradores, o culpables de crímenes del nazismo para entender que hay algo aquí que fue «malparido» hace décadas y aún no está resuelto. Es inconfesable. Y por eso mismo, posiblemente, tiene cierto obscuro atractivo entre los «true canadians» y ha carecido de penitencia.

En la sesión del parlamento del lunes 25, el lider de la oposición conservadora Pierre Poilievre parecía más preocupado por el daño que podía haber sufrido la imagen de Zelensky y por el modo en que la propaganda rusa aprovecharía el incidente, que por la imagen que proyectaba hacia el exterior su propio país. El Primer Ministro -sabrá él por qué- no consideró necesaria su presencia. Karina Gould, que tomó su lugar, no hizo más que repetir una y otra vez que lamentaba que «ese individuo» (sin dignarse a nombrarlo) hubiera sido invitado, como si bastara con tirar al viejo nazi bajo los cascos de los caballos para que olvidáramos lo sucedido. Y ni Charlie Angus ni el el lider del NDP Jagmeet Singh consideraron necesario ir más allá de la tesis del «error cometido por una sola persona». Ni siquiera se molestaron en exigir con determinación la renuncia del equivocado (*).

Todos y cada uno parecen haber dado ya el incidente por concluido, la prensa se dedicará rápidamente a temas que rindan más en términos de audiencia o se ajusten más a las agendas de promoción de los conflictos con todos los seres malvados de este mundo. El show debe continuar. A nosotros, gente de a pie, nos queda sólo lamentar una vez más la poca seriedad con la que se tramitan estos (y tantos otros) temas, y la escasa honestidad con la que esta sociedad, que también es la nuestra, analiza sus propias miserias.

 

(*) Algunas horas después de publicada esta nota, y ante nuevos y más firmes llamados a que Anthony Rota renunciara a su cargo, lo inevitable sucedió. El deslucimiento fue mayúsculo. Se descubrieron nuevas manchas en lo que se pretendía blanquear. Fue tal el escándalo que el gobierno polaco ha anunciado que pedirá la extradición del anciano homenajeado, ahora transformado en monstruo a quien todos le desean un pronto final. Y como dato menor, un speaker obsecuente al que no extrañará nadie, se retiró del escenario -al que volverá no bien hayamos olvidado su estupidez-.

 

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador, activista por los derechos humanos,y el desarrollo sostenible, y diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online