A estar por lo que la prensa occidental anunciaba 24 horas antes de su inicio, la cumbre de los BRICS no deparaba sorpresas. No se esperaban novedades de interés.
Sin embargo no ocurrió lo pronosticado sino exactamente todo lo contrario. Un giro copernicano. El anuncio cierto de una multipolariad necesaria e inevitable. .
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Prensa mainstream y cortedad de miras
La alianza geo-económica integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sud Africa «significa poco más que la unión de 5 países emergentes que no comparten objetivos claros ni tienen demasiados intereses en común», decía con astucia casi nula el enviado de The Guardian Jason Burke el día 24 de agosto, en su nota «Brics group looks to expand at summit despite divisions among key members».
En la nota, que apenas 24 horas después quedaría en el lado tonto y olvidable del análisis geopolítico, Burke citaba a importantes analistas cuyas opiniones ¡cuándo no! iban en el mismo sentido que la suya. Adelantaban los expertos que a pesar de que 40 países del Sur Global habían manifestado interés en integrarse al grupo y 23 habían presentado ya la solicitud para hacerlo, no habría acuerdo ni siquiera para considerar esas solicitudes debido a desavenencias y desconfianzas internas.
«With India’s opposition to any new members of Brics without very strict safeguards and its concerns that Beijing will pack the group with anti-western allies, there is very unlikely to be consensus, say experts, meaning immediate expansion is improbable», nos informaba el articulista.
“I don’t think we’ll see any explicit messages on this issue, just some anodyne statement,” augurba para The Guardian un cierto profesor Harsh Pant, presentado como experto en relaciones internacionales de la Observer Research Foundation, un think tank con sede en Delhi.
La nota en cuestión reconocía la importancia creciente de los BRICS en el concierto internacional pero no le adjudicaba a la cumbre que los reunió en la capital de Sud África junto a presidentes, enviados especiales y representantes de empresas o universidades de más de 40 países del Sur Global demasiadas perspectivas de éxito.
«Many analysts are also sceptical of hopes that even an enlarged Brics grouping could have much impact. Since its foundation in 2009, the bloc’s ambitions to exert significant global political and economic influence has been undermined by the differences between the values, interests and political systems of its members».
Y finalmente Steven Gruzd presentado como analista del South African Institute of International Affairs, haciéndose eco de lo manifestado en esos mismos días por un despectivo Jake Sullivan (Asesor en Seguridad de la Casa Blanca), le quitaba importancia a lo que pudiera resolverse en la cumbre asegurando que: “They may have too high expectations of what Brics membership will actually bring in practice.”
En esos análisis previos, tan alejados de lo que la realidad se encargaría de mostrarle al mundo pocas horas después, existe a todas luces un interés explícito por restarle entidad a lo que no saben comprender y queda en evidencia un «sesgo colonial» que asume que hay países que, con independencia del empuje de sus economías o lo impactante de sus logros, carecen de la capacidad de alcanzar acuerdos o desarrollar políticas inteligentes. Son dos formas de la ignorancia que coinciden, como no podía ser de otro modo, con lo que el periodista estadounidense Jeffrey Sachs ha definido en declaraciones recientes como «la obstinada resistencia de la Casa Blanca a aceptar que ya estamos en un mundo posestadounidense y posoccidental. Un mundo multipolar en el que los BRICS tienen más peso económico, político y geoestratégico que los países del G7».
La geografía y la planificación de un mundo multipolar
Apenas comenzado el segundo día de sesiones de la cumbre y a contrapelo de lo que auguraban los expertos, se dio a conocer que a partir del 1º de enero de 2024 se integrarán al grupo seis nuevos países, Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, en lo que inmediatamente fue percibido como el primer paso de una planificación estratégica cuyo objetivo esencial es desmontar la tutela occidental sobre el mundo en desarrollo. (Ver el gráfico y el mapa que publicamos al inicio de esta nota).
La sóla enumeración de esos 6 países ha dado pie, como es lógico, a especulaciones y análisis de todo tipo, centrados en aspectos como la religión y la cultura de los nuevos integrantes, las mayores o menores afinidades que tienen o han tenido entre sí, la economía y la producción que caracterizan a cada uno de ellos, su institucionalidad política en el eje democracias liberales-regímenes autoritarios, e incluso -y en esto nos detendremos particularmente más adelante-, la ubicación geográfica de los nuevos integrantes y su significado en posibles escenarios de paz o de conflicto.
Tras esta ampliación, en un repaso necesariamente breve, los BRICS representan casi el 50% de la población total del planeta, 35% del PIB mundial, el 43% de la producción de petróleo, y más del 25% del comercio mundial, lo que los coloca, económica, comercial y demográficamente por delante del G7, integrado por los EEUU, Alemania, Francia, Inglaterra, Canadá, Japón e Italia.
Dentro de las fronteras o en el entorno inmediato de los países que integran esta nueva etapa de la asociación se encuentran las mayores reservas conocidas de litio y de minerales imprescindibles para el desarrollo de las nuevas tecnologías, mientras que países como Argentina y Brasil son las dos mayores economías de América del Sur, integran un bloque regional preexistente (el Mercosur) y son productores de alimentos capaces de abastecer un importante porcentaje de las necesidades mundiales de granos, soja y proteínas animales.
Se destaca, además, la integración de cuatro países de población musulmana perteneciente a sus dos principales ramas (sunnitas y chiítas): Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita e Irán (que hasta hace tres meses estaban seriamente enfrentados), lo que marca una diferencia abismal con la uniformidad cultural y política casi total del bloque occidental.
Como ha dicho el académico y ex embajador de Singapur ante la ONU Kishore Mahbubani: «En el pensamiento occidental se asocian aquellos países que se asumen similares. Para la tradición oriental, la unión es algo que necesitan quienes se reconocen como diferentes».
Las nuevas incorporaciones, particularmente las de Irán y Egipto, o la de un país de renta baja como Etiopía dejan en claro principios integradores inusuales, la negativa tácita del bloque a aceptar la validez de las sanciones económicas, tecnológicas, financieras y comerciales que EEUU ha impuesto unilateralmente a más de 50 países, y reafirman la voluntad, ya manifestada por los miembros iniciales del bloque, de desdolarizar la economía mundial propiciando que los países miembros comercien utilizando sus propias monedas, lo que los haría menos dependientes de las economías centrales y menos vulnerables a las sanciones económicas utilizadas como herramienta de disciplinamiento y dominio.
Al mismo tiempo, la incorporación de países como Arabia Saudita o Emiratos Árrabes Unidos posibilitará la inyección de mayores fondos en el Nuevo Banco de Desarrollo, creado por los BRICS iniciales y que dirige en este momento la ex-presidenta brasileña Dilma Rouseff, lo que le daría al bloque la posibilidad de competir con -y complementar la actividad de- organismos internacionales de crédito como el FMI o el Banco Mundial, que imponen a los países necesitados de apoyo financiero condicionamientos en sus políticas internas que los condenan inevitablemente a una mayor dependencia.
Mirando un mapa con los ojos abiertos
No se limitan a las anotadas en este breve repaso las consideraciones que permiten asegurar que el resultado de la cumbre de los BRICS, lejos de ser lo que auguraban los periodistas occidentales -siempre listos a desmerecer lo que no está inscripto en el estrecho límite de lo que comprenden- ha sido el primer paso de un giro copernicano en la geopolítica mundial. Y si algo refuerza esa sensación es lo que se advierte cuando, en lugar de enumerar los 11 países que integrarán el bloque a partir del 1º de enero, atendemos a su ubicación geográfica y lo que esa ubicación, potencialmente, niega o permite.
Los BRICS no son y nada indica que estén considerando ser, una alianza militar al estilo de la OTAN o las varias que los EEUU lideran o intentan instalar en la región del Indopacífico, pero sí, seguramente, estarán interesados en asegurar las rutas comerciales y la soberanía de sus miembros.
Si miramos con atención el mapa con que iniciábamos esta nota, Egipto, Arabia Saudita y Etiopía «abren» o «cierran» en sus extremos norte y sur, el Mar Rojo y su continuación en el Canal de Suez. Uno de los dos pasajes que vinculan el sur y el sureste asiático con el Cercano Oriente, el Mar Mediterráneo y la Unión Europea.
El segundo de esos dos pasajes, el Golfo Pérsico, llave además de Medio Oriente, queda «abierto» o «cerrado» por el sur y por el norte, por Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
India, Rusia, China e Irán no sólo son los cuatro «gigantes» euroasiáticos sino que a su vez tienen fronteras con todos los países del centro de Asia y son el límite natural de una Europa que va quedando encerrada dentro de sí misma. El Jardín de Josep Borrell queda así transformado en una península aislada por su propio orgullo desmedido y por su confianza en que todos los problemas presentes o futuros se resuelven como Europa lo hace desde tiempo inmemorial: con una guerra.
Brasil, Argentina y Sud África quedan transformadas en las orillas geopolíticas del Atlántico Sur y en llaves necesarias para el tránsito hacia los océanos Pacífico e Índico.
De ese modo, en tiempos de paz, los 11 países que conformarán esta Nueva Etapa BRICS podrían ser los nodos logísticos de una Nueva Ruta de la Seda que conecte y haga más próspero, justo y seguro el planeta que habitamos. En tiempos de conflicto, en cambio, la existencia misma del bloque podría ayudar a suavizar la agresividad de quienes no quieren resignarse a perder una hegemonía que se les escurre como arena entre los dedos.
En una próxima nota abordaremos las dificultades planteadas para la incorporación efectiva de la Argentina y su posible sustitución por países como Bolivia y Venezuela.