En las elecciones celebradas el 26 de junio, Olivia Chow obtuvo apenas el 37% de ese exiguo 39% de votantes habilitados que se tomaron el trabajo de expresar su voluntad. Eso significa que contó con el apoyo del 14% de la ciudadanía de Toronto. Y aunque esas cifras parecen normales en esta ciudad -y en el resto del país-, y a pesar de tratarse de un resultado indudablemente legítimo, es un preocupante anuncio de debilidad futura. .
Pongámoslo en perspectiva. Hubo una asistencia a las urnas notablemente mayor a la registrada en la elección de octubre de 2022, aquella olvidable jornada en la que John Tory fue reelecto en un clima de desafectación y aburrimiento postpandémico en la que votó apenas el 29% de quienes estaban habilitados. Pero eso no debe hacernos perder de vista que el turnout resultó esta vez levemente inferior al de las 5 elecciones celebradas entre 2003 y 2018. Si más gente se sintió convocada o creyó en aquello de «tu voto decide» que hace 8 meses, no fue suficiente como para echar las campanas al vuelo.
Y si estamos frente a cifras poco alentadoras en términos de participación, lo mismo se puede decir acerca de la significación del voto progresista. Ana Bailao, la representante más visible del status quo, que tuvo detrás de sí la casi totalidad de la prensa mainstream, el apoyo apenas velado de las figuras más importantes del Partido Liberal en la ciudad, y el respaldo explícito de un John Tory que, a pesar de su reciente y escandalosa renuncia es todavía capaz de aglutinar detrás suyo a todo aquello que huela a conservadurismo rancio y a buenos negocios, alcanzó 33% de los votos válidos.
En base a esos apoyos Bailao logró remontar un resultado muy adverso que la ubicaba apenas por encima del 20% a principios de junio. Y no debemos olvidar que si el ex-jefe de policía Mark Saunders (apadrinado por el Premier de Ontario Doug Ford) y Anthony Furey columnista de Postmedia (National Post, Financial Post, Toronto Sun, etc.), que representaban propuestas muy similares a las suyas en forma y en contenido -y que obtuvieron entre ambos un 13%- hubieran tenido la lucidez de resignar a sus candidaturas, otro hubiera sido el resultado final.
Si se la mira dejando de lado la anomalía absurda de que se presentaran 102 candidatos -la mayoría de las cuales no llegó a superar el 1% de los apoyos- y descontando la obvia satisfacción que provoca ver que una candidata mujer, «racializada» y con propuestas modestamente progresistas haya triunfado, la elección ha sido sólo una elección más. Que si algo demuestra es la crisis de representación que afecta de modo cada día más visible una democracia que necesita con urgencia ser modernizada.
Hay quienes como Judy Rebick en la nota que publicamos en esta misma edición: Olivia Chow’s election: First win for the Left in Toronto in over a decade, han querido ver en este resultado el fin de un ciclo conservador y el inicio de una era volcada hacia la izquierda, y desearíamos darles la razón sin más, pero el futuro que enfrentamos parece ser más complejo y no necesariamente tan auspicioso.
Propuestas sin riesgo para una ciudad en crisis
Pocos días antes de las elecciones y en referencia a la ciudad de Toronto, el New York Times consignó: “The city is in crisis after more than a decade of steep budget cuts for social services and the devastating withdrawals of fiscal support.” Esto ayuda a explicar por qué Ana Bailao, llamada a ser la sucesora natural de John Tory -elegido por tres veces consecutivas antes de que su infidelidad senil le jugara una mala pasada- quedó relegada a un segundo lugar.
La ex-MP del NDP Olivia Chow supo posicionarse como figura de alternativa poniendo en evidencia las variadas crisis que vive la ciudad, en especial la crisis habitacional, y a pesar de que en las últimas semanas fue objeto de una ácida campaña en la que sus moderadas propuestas eran presentadas como la antesala del caos y la ruina, logró aglutinar detrás suyo un considerable porcentaje del descontento que esas crisis generan, pero tiene por delante una árdua tarea. No sólo poner en marcha al menos algunas de las tímidas reformas que insinuó durante su campaña, sino hacerlo a pesar de la resistencia que opondrá el bloque conservador que gobierna y empobrece social, cultural y urbanamente la ciudad desde hace al menos dos décadas.
Quienes están acostumbrados a ver la ciudad como suya y a hacer con ella lo que mejor se ajusta a sus negocios, tratarán de utilizar su poderío económico y las mayorías que pueden desplegar en el City Council para entorpecer y llevar a la nueva administraación al fracaso. Y mientras restañan sus heridas preparan el terreno para volver al poder, porque de eso viven. Como reseña la columnista del National Post Sabrina Maddeaux en su nota Three years of Olivia Chow will push voters to the right, en la que vuelca por partes iguales un rencor manifiesto y un análisis agudo:
«Inexplicably, none of the candidates on the right appeared to court the intense frustration of Toronto’s downwardly-mobile young professionals who make up a significant portion of the electorate. Instead, Chow swept up disenfranchised and disillusioned young people and middle-class families even as she promised them little».
Vale la pena tener en cuenta ese párrafo que tan bien describe la situación actual. La editorialista del National Post reconoce que en parte del electorado ha operado una frustración intensa, pero admite además que lo que le ha ofrecido la izquierda a quienes le dieron el triunfo, es poco. Es decir que pudo haber sido más.
No podemos hacer aquí un desglose detallado de las políticas públicas que se propone llevar adelante Olivia Chow. Ni siquiera sabemos en qué consisten, y las iremos conociendo en mayor profundidad a medida que transcurran los meses que le quedan a este año. Por ahora está claro que en las áreas que más preocupan (crisis habitacional, inseguridad alimentaria y empobrecimiento de los servicios orientados a las poblaciones vulnerables, salarios insuficientes en sectores claves como la educación y la salud, e inadecuación creciente de los servicios de tranporte) no se avecinan cambios estructurales y mucho menos cataclísimicos.
Pese a ello, como ya vimos, se augura que cada una de las medidas que se tomen en esas áreas deberán enfrentar la resistencia pasiva o activa de una elite «bussines friendly» totalmente desacostumbrada a resignar ganancias y poder en beneficio de los más.
Carrencia de poder y poderes especiales
Para tramitar ese tipo de situaciones en las que un número importante de integrantes del City Council se plegará a los defensores del status-quo sin detenerse a pensarlo demasiado, la nueva mayor tendrá a su disposición los poderes especiales que hace pocos meses el Premier de Ontario, jugando a estar viviendo un revival del feudalismo, le concedió a quienes eran sus aliados políticos de mayor confianza, los alcaldes de las dos principales ciudades de la provincia.
Los desajustes sentimentales de John Tory -y sobre todo la circunsatancia desgraciada de que llegaran a conocimiento del público- sumados a la incapacidad de Ana Bailao para recoger su herencia en tiempo y forma, han colocado ahora esos poderes especiales en manos de una mujer que aseguró durante la campaña que no los utilizaría.
Por esa razón ya se ha disparado el que quizás llegue a ser el debate esencial que definirá la gestión de Olivia Chow en términos de éxito o fracaso. ¿Basta una promesa de campaña para que se deba renunciar al que posiblemente sea el único mecanismo que le permita llevar adelante las tímidas reformas que ella misma le propuso a la ciudadanía de Toronto?
En sus palabras la noche del triunfo: “Join me, with each other, for each other, because I need you to keep speaking out with your ideas, keep helping out, keep caring for each other, because what we’ve won today, is an opportunity. A starting point towards a more affordable, safe, and caring city” hay, como no podía ser de otro modo, un llamado a la no confrontación y a la buena voluntad, pero ese espíritu ¿será suficiente como para alcanzar los acuerdos políticos que hagan innecesario el uso de los «poderes especiales»?
Max Weber, jurista, sociólogo, filósofo y una de las personalidade de referencia en las ciencias sociales del Siglo XX, se ocupó de la diferencia entre la ética de las conviciones y la ética de las responsabilidades, y caracterizó la buena política como la búsqueda de un equilibrio razonable entre ambas.
En Diálogos pensamos -por el momento-, que la promesa de Olivia Cow, anclada en la ética de las convicciones debería mantenerse. Y que los poderes especiales deberían funcionar sólo como una bala en la recámara que facilitara los acuerdos cuando llegue el momento de asumir la ética de las responsabilidades…. Pero esa es una discusión abierta y será tema para una próxima nota.