España: entre el temor a perderlo todo, las víctimas sacrificiales y el sexo de los ángeles

Lo que sucede en España suele tenernos sin cuidado. Es comprensible si tenemos en cuenta lo alejada que su realidad parece estar de las nuestras, y la poca empatía con nuestros problemas de la que muchos españoles hacen gala. Sin embargo un descalabro es un descalabro. Y resulta imposible no girar la cabeza hacia donde la caída ha sido tan aparatosa y ha producido tanto ruido. Algo se aprende. .

El descomunal y previsible derrumbe de la izquierda española en las elecciones provinciales y municipales del  28 de mayo y la sorpresa de que apenas 12 horas después de conocidos los resultados el Presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, diera por finalizada la legislatura y llamara a elecciones que habrán de celebrarse el 23 de julio, dejan detrás suyo un tendal de interpretaciones y extienden por delante un reguero de incertidumbres que no sólo resultan interesantísimos por sí mismos, como espectáculo -mediocre- y como ópera bufa, sino que nos interpelan directamente.

Porque si es cierta aquella vieja sentencia de Publio Terencio Africano en su comedia Heautontimorumenos «nada de lo humano debería serme ajeno», lo que sucede en España no es demasiado diferente a lo que en nuestro continente estamos viendo de cerca. Es ni más ni menos que un reflejo y un anticipo de situaciones que en América Latina deberíamos aprender a evitar (si es que ya no estamos inmersos en ellas).

No podemos hacer de esta nota un recuento de todo lo que arrastró a la izquierda española (y en particular a la que se ubica ideológicamente a la izquierda del PSOE) al abismo al que está asomada desde casi dos semanas, pero si un botón sirviera de muestra, vale dar un fugaz vistazo a lo sucedido en Huesca, una pequeña provincia -marginal si las hay- del norte de la Comunidad Autónoma de Aragón (un remanso de la política española en el que no existen corrientes independentistas que puedan enturbiar la política local).

En la pequeña e ignota Huesca se presentaron cuatro formaciones diferentes, toda ellas seguramente convencidas de su imprescindibilidad, y de ser las mejores representantes de ese espacio «a la izquierda del PSOE» por cuyo voto compitieron como si de verdad lo merecieran. Cada una de ellas estuvo muy cerca de alcanzar el 5% que en las elecciones españolas oficia de barrera para la obtención de escaños… pero por supuesto, aunque entre las 4 sumaron casi un 20% de la votación total, no lograron ninguno.

Mientras tanto, del otro lado de espectro, el partido ultraderechista Vox, cuya única propuesta es barrer con toda la legislación progresista habida y por haber, en especial la que ha sido posible gracias al gobierno conformado por la coalición conformada por el PSOE y Unidas Podemos, obtuvo el 15% de los sufragios y tres escaños en el parlamento provincial.

La consecuencia obvia del desaguisado antes descripto es que aunque la izquierda pudo haber formado gobierno si esos 4 minúsculos partidos hubieran concurrido juntos, en Huesca gobernará la derecha del PP coaligada con Vox.

Y lo catastrófico de esa situación es que no fue puntual, no se trató de una estupidez de principiantes de provincia que no saben en el lío en que se meten cuando son incapaces de alcanzar acuerdos y creen que la presión y la falta de respeto para con los posibles aliados es la mejor forma de entenderse con ellos. Ese tiro en el pie que se descerrajó la izquierda como si le sobrara el tiempo o le faltaran antecedentees de cómo son las cosas dado el sistema electoral español, esa falta de fraternidad y de deseos de limar aristas que caracterizó a quienes están al frente de Unidas Podemos y que ahora es también la marca de fábrica de Sumar, se repitió a lo largo y a lo ancho de toda la península y en cada una de sus islas, como si nadie hasta ese momento hubiera sabido que el desastre era la única posibilidad si seguían postergando la unión que se les reclama.

Antes de seguir y para que este repaso no sea demasiado extenso, vale la pena atender el editorial de Ana Pardo de Vera, directora del portal Público, cuatro días después del 28M.

 

Bizantinismo y realidad

Se puede (y es nuestro caso) no estar de acuerdo con cada una de las palabras con las que Ana Pardo de Vera le reclama a las direcciones de Unidas Podemos y de Sumar que dejen de jugar con la paciencia de sus votantes so pena de que el abstencionismo se los lleve puestos. La noción, usada por ella, de que se deba «acatar» resulta chocante, y lo es, a no ser que se tenga en cuenta que tras el llamado a elecciones anticipadas (una jugada posiblementee magistral de Sánchez y que nadie esperaba), ya no queda tiempo para nada que no sea aceptar lo que ella y quienes la acompañan decidan.

Se puede entender el disgusto de Podemos ante el veto a la presencia de Irene Montero en las listas, porque cuesta entender que una referente del feminismo y la izquierda de su calibre, que ha sido por otra parte el blanco de las derechas durante toda su permanencia en el Ministerio de Igualdad, sea tomada como víctima sacrificial de un pacto que lejos de ser un acuerdo programático es una lucha sin cuartel por la sobrevivencia y por la permanencia en el tablero político a como dé lugar.

Y la actitud de Yolanda Díaz, colocada en una posición de primus inter pares por el propio Pablo Iglesias podría interpretarse como una traición (y en parte quizás lo sea) si no se recuerda que desde su surgimiento Podemos ha perdido más de 4 millones de votos y a sus mejores cuadros bajo una conducción que ha ido acumulando una resaca tóxica de resentimientos y desconfianza. ¿Podría la nueva lider sentirse cómoda cargando con esa historia desgastante y ese lastre?

Como ha dicho días atrás el Director de La Vanguardia, Enric Juliana, refiriéndose al proceso en el que ni Sumar ni Podemos se avinieron a un acuerdo antes del 28M, la discusión bizantina de quién ha sido responsable de este entutuerto podría tener la misma utilidad, por el momento, que aquellos viejos debates acerca del sexo de lo ángeles.

Juliana utiliza sin piedad palabras como patetismo, inexperiencia, risible, habla de «error descomunal» enfatizando y repitiendo lo de «descomunal» como si aún no pudiera creerlo, y finaliza diciendo: «felicitaciones, han cometido ustedes el error de sus vidas«.

Las causas que han dado esta frustración por resultado no están bajo la piel de quienes están frente a nosotros en un escenario en el que aparecen acuchillándose o jurándose fidelidad con la misma falta de convicción que los personajes de un culebrón de las tres de la tarde.

Esos males están en el corazón palpitante de las izquierdas y no por casualidad o por mala suerte sino porque la amplitud, la profundidad y la complejidad de los cambios que las izquierdas se proponen llevar adelante crean el caldo de cultivo ideal para que las desavenencias, las frustraciones y los malos humores se desarrollen a sus anchas.

En el caso de España tenemos, para complejizar aún más el panorama para las fuerzas de izquierda, la perviviencia de una monarquía ligada carnalmente a lo peor del fascismo y los negocios sucios, un «régimen del 78» y un sistema electoral diseñado para perpetuar el bipartidismo y para favorecer a las franjas más conservadoras del espectro político, la pertenencia del país a la OTAN con su carga de obligaciones y compromisos odiosos -en especial en momentos en que una Guerra Mundial 3.0 golpea a las puertas, la transformación de lo que pudo ser el sueño euopeísta en una UE condenada al vasallaje más torpe, la desmovilización y el pasotismo crédulo y consumista entronizado en lo que alguna vez fueron «clases trabajadoras», y el dilema eterno en la península: plurinacionalidad y autonomías vs centralismo borbónico y rapaz.

De todos modos, nada de lo anterior exculpa a quienes hasta ahora, y con todas las cartas sobre la mesa, han jugado tan mal y han demostrado tanta incapacidad para entender los requisitos de una coalición de verdad. Por más que parezcan sinceramente interesados en conocer más de cerca experiencias como las del Frente Amplio en Uruguay, no dejan de mirar hacia el Cono Sur con vocación magisterial.

Cuarenta días para encontrar el camino

Sin embargo, el PSOE y SUMAR (si no se les ocurriera alguna nueva bribonería antes del 23 de julio), con el apoyo de las fuerzas independentistas (si se atrevieran a convocarlas nuevamente) podrían aún reeditar la coalición de izquierdas y evitar que todo lo hasta aquí alcanzado caiga bajo los cascos de esta nueva derecha extrema, la más obcecadamente atada al pasado de las habidas en España desde la muerte de Francisco Franco. La de la Guerra Civil que aplastó a la República. La de las fosas. La de la desigualdad como norte. La de la dictadura de 40 años.

Son 40 días que separan a España de la continuidad de un «progresismo posible», con sus logros y sus renunciamientos, del neofranquismo adueñándose de la huerta y pisoteando todo lo que en ella crece. Pero para ello las izquierdas deberán cambiar la tónica de la disputa permanente por la del encuentro.

Escribía Juan Carlos Monedero hace pocos días en una nota titulada «Cuando crees que ganas y has perdido»:

«La fraternidad es el lugar común de las familias de la izquierda. Así hemos llegado hasta aquí. La generosidad es una de las expresiones de la empatía. El agradecimiento es otra. La amabilidad acompaña a la empatía. Empatía, amabilidad, generosidad, agradecimiento, forman parte de lo mejor de la vida, aunque no formen parte de la cotidianidad de la política».

De recuperar eso se trata, y en nuestro próximo Editorial trataremos de leer la política latinoamericana de hoy y en especial la del sur de Sudamérica a través de esa lente.

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador, activista por los derechos humanos,y el desarrollo sostenible, y diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online