Como en las clásicas comedias de enredos una pléyade de personajes de la diplomacia, las finanzas, y la política occidental se las ingeniaron para transformar por unos pocos días la tragedia de la guerra en un sainete. A partir de ahora queda saber de qué modo este drama insoslayable vuelve por sus fueros para instalar su crueldad entre nosotros. .
Está claro que lo sucedido alrededor del envío o no envío de tanques pesados ingleses, alemanes, franceses y estadounidenses al lodazal geopolítico de Ucrania, nos sumerge en una nueva etapa del conflicto, muchísimo más peligrosa y globalizante. Quizás definitiva.
Pero es posible aventurar que lo sucedido y la multiplicidad de niveles desde los cuales puede analizarse, pasarán en un futuro no muy lejano a ser objeto de disciplinas aparentemente tan ajenas al conflicto como el análisis del discurso, la etnografía, la historia, los estudios de género o el psicoanálisis.
Quizás sólo de ese modo sería posible desentrañar las razones por las cuales Alemania, aún reconociendo que cuando sus tanques Leopard reconstruyan el camino de los Panzer nazis se estará atravesando una línea roja no sólo militar sino sobre todo histórica y simbólica, no haya sido capaz de mantenerse firme en la negativa.
Quizás de ese modo se podría comprender el mecanismo mental que llevó a un timorato Olaf Scholz -abrumado por las presiones a las que se ha visto sometido por parte de la prensa, sus socios atlantistas e integrantes de la coalición que él mismo encabeza-, a condicionar el envío de sus propios tanques a que los EEUU se comprometieran a enviar los suyos, lo que parece más una excusa adolescente que una estrategia encaminada hacia algún fin.
Quizás sólo de ese modo se podría aceptar que el mismo Presidente Joe Biden que explicaba un día que los Abrams estadounidenses eran demasiado complejos como para resultar útiles en el escenario de Ucrania en esta etapa del conflicto, asegurara con similar seguridad al día siguiente que no sólo los enviará, sino que su poderío y su avanzada tecnología serán la clave de una arrolladora contraofensiva Ucraniana en primavera.
Quizás sólo de ese modo se podría contrastar el potencial real de esas impresionantes máquinas de matar, que no resultaron decisivas en ningún conflicto real durante las últimas décadas -basta recordar lo sucedido con los Leopard y los Abrams en Irak, Afghanistán o Siria-, con la potencia mágica (y de indudable raigambre viril y fálica) que el público occidental parece necesitar para renovar su autoconfianza y continuar algunos años más sus sueños coloniales de superioridad y derecho divino al bienestar.
Quizás sólo de ese modo se podría apreciar debidamente el éxtasis cuasi religioso que trasudan los y las especialistas en temas bélicos cuando afirman y niegan simultáneamente lo que ya sabemos todos: Una victoria rusa significará la caída de buena parte de los mitos occidentales y el desplome de casi todos los gobiernos que viven de esos mitos. Una victoria ucraniana -es decir una victoria de la OTAN y el G7- significará, probablemente, entrar en la nuclearización de la guerra y con ella en la rápida destrucción del mundo que conocemos.
Quizás de ese modo podrían salir a la luz y entreverse algunas de las líneas de quiebre soterradas de cuya existencia apenas podemos sospechar.
¿Hubo en el poco interés que Alemania evidenciaba por enviar sus propios tanques si EEUU no enviaba los suyos sólo el temor a quedar demasiado expuesta ante las posibles represalias rusas, o se trató de un atisbo de respuesta (fallida, tímida, e inacabada) a las políticas de desindustrialización y de encarecimiento de la energía a la que EEUU la ha sometido desde el inicio mismo de la guerra?
Francia que parece haber decidido en las últimas horas que sus tanques ya no son tan necesarios como se creía, ¿se autopercibe como víctima que aprovecha la confusión generalizada para «quitar la pata del lazo», o como beneficiaria colateral de todo este proceso de desguazamiento europeo?
¿Polonia, que hasta el inicio de la guerra se destacaba sólo por sus políticas de conservadurismo social extremo, rechazadas casi unánimemente por sus socios europeos y aplaudidas en cambio por Donald Trump y las ultraderechas encandiladas por el Brexit ¿será a partir de ahora la abanderada de Joe Biden en una Europa unida militarmente pero política y económicamente desgarrada, o en realidad se ha transformando en los ojos, los oídos y en los brazos ejecutores de una «pérfida Albión» que no se ha resignado nunca a ser una potencia de tercer orden?
Y en ese sentido ¿las reiteradas visitas de Boris Johnoson a Zelensky, son las de un ex-Primer Ministro que debió ser apartado casi a la fuerza del liderazgo de su país y su partido, o son las de un cómplice desconfiado que quiere seguir de cerca la evolución de los negocios? No es mucho lo que Volodimir Zelensky puede darle por el momento, enredado como está en escándalos de corrupción que afectan a todo su entorno, un Ministro del Interior cuyo helicóptero se desploma, militares acusados de espionaje en favor del enemigo, y el endurecimiento de las penas aplicables a los desertores, lo que indica que las cosas van mal. Puede, sin embargo, como desnuda el video que incluimos al pie de estas líneas, ofrecer los despojos de su país cuando los tanques hayan hecho su trabajolas y las aguas vuelvan a su cauce. Habrá allí excelentes oportunidades para los buitres de siempre.
Y por último, la «coalición de países» que estaban dispuestos a enviar tanques Leopard a Ucrania aún sin haber recibido la necesaria autorización de Alemania y que hoy, apenas la han recibido, ya han anunciado que su intención es que la Unión Europea se los pague a buen precio mientras comienzan a hablar de la necesidad de enviar aviones de combate, ¿están preocupados por la independencia del país invadido y por la vida de sus habitantes (los que queden cuando todo esto haya acabado)?, ¿están realizando un despreciable trueque de venta de armamento en desuso a cambio de material de guerra nuevo que pagarán otros? ¿o están reeditando con mayor salvajismo y nuevo empuje el antiquísimo conflicto entre pueblos nórdicos y pueblos eslavos que atraviesa la escena centroeuropea desde hace siglos?
Todo puede ser y las razones de tanta sinrazón seguramente se cruzan y se entrelazan de mil formas, aunque titulares como éste del diario El País de España: «Defensa entregará los viejos Leopard almacenados desde hace décadas en sus depósitos» o éste, del Globe and Mail: «Canada donates four Leopard battle tanks to Kyev, less of five per cent of its inventory», apuntan a que la generosidad y la voluntad de defender al agredido no son necesariamente sentimientos confluyentes. Quien más, quien menos, nadie deja de acercarse a esto sin extremar los cuidados y maximizar las ganancias.
Son demasiadas preguntas y podemos tener poca seguridad cuando tratamos de encontrar respuestas. Sin embargo, es imposible y sería indeseable perder la capacidad de somobro ante la frivolidad con la que se habla de las pérdidas que sufren otros y la facilidad con la que se enchastra la moral (lo que se puede o no aceptar) a escupitajos de negocios turbios.
Los sainetes eran piezas breves, de contenido liviano, que se intercalaban entre dos actos de una tragedia para que el público disfrutara de un momento de solaz y descanso antes de seguir contemplando la obra principal. Ese ha sido quizás el valor de este momento en el que la prensa nos ha mostrado a los líderes del mundo occidental disputándose el privilegio de ser los últimos en enviar tanques pesados a un país cuyos soldados, cuando los reciban, podrían no saber cómo usarlos. Hemos podido aprender acerca del grosor de sus blindados, su agilidad sobre el terreno, y la longitud y la potencia de fuego de su endiosada virilidad de acero. El psicoanálisis podría tener mucho que decir acerca de esta obsesión colectiva por las imágenes fálicas.
Finalizado el momentáneo del sainete, a la vuelta de la esquina continúan la destrucción, la rapiña, y la tragedia.
In a speech to a US corporate lobby group, Ukraine's Zelensky thanked Black Rock, JP Morgan, Goldman Sachs, Elon Musk's Starlink, promising:
“Everyone can become a big business by” buying up Ukrainian assets
“We are defending freedom and property”
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— Ben Norton (@BenjaminNorton) January 25, 2023