Josep Borrell y Chrystia Freeland. La defensa del edén frente a la jungla amenazante

La imagen del jardín europeo en el que nada falta y en el que todo es paz y bienaventuranza, en oposición a la jungla amenazante con la que Josep Borrell ha ofendido al mundo, y las palabras de Chrystia Freeland reprochándole a los africanos no ser capaces de manejar sus propias vidas e invitándolos a morir por la democracia, no son sólo muestras de ignorancia. . Son algo más. .

 

Borrell, la más alta figura de la diplomacia europea y Freeland, Vice Primera Ministra de Canadá no hablaban exactamente de lo mismo, aunque en el transfondo de sus dichos  están la guerra, la desigualdad, las relaciones Norte-Sur, y las crisis humanitarias. El fallido intento de Borrell por manejarse con imágenes bíblicas y apelar a emociones básicas como el temor al otro, contrastan con el lenguaje frío y hasta sarcástico de Freeland. Pero ambos transpiran un colonialismo trasnochado y oscuro y por esa razón es interesante prestarles la debida atención.

El Jardín (senil) del Edén

No es sorprendente que en los fragores de una guerra que tiene lugar precisamente en Europa, el discurso de Josep Borrell, en el acto inaugural de la Academia Diplomática del Colegio de Europa, haya  girado en torno a un edén idílico, que debe ser protegido a como de lugar de los habitantes de la jungla exterior, siempre dispuestos a asaltar los muros que lo protejen.

«Sí, Europa es un jardín”, afirmó en el discurso pronunciado ante los jóvenes que pronto estarán a cargo de las relaciones exteriores de la Unión Europea. “Nosotros hemos construido un jardín. En él todo funciona bien. Es la mejor combinación de libertades políticas, prosperidad económica y cohesión social que la humanidad haya construido nunca”. (…) “La mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir nuestro jardín” (…) «Y no alcanzará con levantar muros para protegerlo.» (…) “Porque la jungla tiene una enorme capacidad de crecimiento y el muro no será lo bastante alto como para proteger el jardín”, advirtió el ingeniero otrora brillante, devenido hoy en diplomático mediocre y en portavoz del guerrerismo más entusiasta y ciego.

Y aunque se haya disculpado cuando sobre él llovieron la críticas (ver ésta, por ejemplo), su idea de cómo han de ser las relaciones de ese mundo «civilizado» con la jungla verde y empobrecida de Africa, Asia y América Latina, no pueden haber sido más claras.

Y no es sorprendente porque ya había utilizado la misma metáfora antes, en agosto, y antes aún, a principios de marzo de 2022, también en referencia a la guerra de Ucrania recién iniciada, pero apenas dos días después de que circularan las imágenes de varias decenas de jovenes africanos apaleados hasta morir al intentar cruzar la valla de Ceuta y Melilla que separa su Jardín de los salvajes habitantes de la jungla subsahariana. Haber sido capaz de utilizar esa metáfora torpe en medio del impacto de aquellas imágenes, y el placer que evidentemente encuentra en repetirla, no puede ser el fruto, solamente, de la tosudez o la ignorancia.

Josep Borrell sabe bien que su jardín ha extraído la prosperidad que aún disfuta de la sobreexplotación de los recursos del mundo que desprecia. Y conoce cuánto le debe su jardín a la esclavitud y la miseria a la que se sometió a las gentes que hoy teme y rechaza. Pero sabe además que en esa guerra devastadoraa y brutal que una vez más tiene a Europa como vulgar estrella de reparto, se juegan, entre otras cosas, las relaciones de poder asimétricas que el colonialismo occidental dejó como herencia.

Altanería y white saviorism

Los dichos de Chrystia Freeland, en una conferencia ante el Brookings Institue, de Washington (un think tank dedicado a la investigación en temas de gobernanza internacional y políticas económicas globales) son coincidentes en el tiempo con los de Josep Borrell, y se entienden también como parte de una reacción de los países occidentales ante un mundo menos dócil, aunque en su caso, los componentes racistas del discurso aparecen con mayor claridad.

Una vez finalizada su conferencia How democracies can shape a changed global economy, uno de los asistentes, funcionario del Banco Africano de Desarrollo, le expresa a la Vice Primera Ministra su preocupación ante las señales de los países occidentales (Canadá entre ellos) en el sentido de que las ayudas ya suministradas o prometidas a Ucrania, cierran las puertas a la implementación de programas de cooperación con los países africanos, agobiados muchos ellos por el terrorismo, la inseguridad alimentaria derivada del cambio climático y la guerra, y necesitados de poder desarrollar la infraestructura necesaria para impulsar sus propias economías.

La truly heinous replay de Freeland, para utilizar las palabras de Chuka Ejeckman en una columna de Rabble cuya lectura es imprescindible para comprender el rechazo que ha causado su respuesta, tiene como eje el desprecio (sería difícil hablar de ignorancia en su caso) de la historia y los padecimientos de las naciones africanas a manos del colonialismo europeo, y se podrían traducir de este modo.

1) Los países africanos son extremadamente dependientes del paternalismo de Occidente y es hora de que asuman sus propios destinos sin esperar ayudas que nadie está obligado a darles.

2) Los países africanos han estado desarrollando relaciones demasiado estrechas e inconvenientes con países como Rusia y China, y deberán hacer algo por sí mismos para que esos errores se les disculpen.

3) Ucrania y el Presidente Zelensky le están mostrando al mundo que saben dar la vida por la democracia y los «in-between countries, and certainly the countries of Africa» deberían seguir ese ejemplo si quieren aspirar a que se los considere dignos de conmiseración y ayuda.

Vale la pena escuchar toda la conferencia, o al menos apreciar la humildad (posiblemente excesiva y algo exasperante) con la que está realizada la pregunta del funcionario del Banco Africano de Desarrollo (1:03.00), y contraponerla con la altanería canadian con la que Chrystia Freeland la responde. Se trata de algo así como el white saviorism clasico, pero en su fase punitiva.

 

A modo de epílogo

Fuera del Jardín del Edén estaba la jungla, el peligro, la guerra, los sacrificios, el trabajo agotador, la enfermedad, el deterioro y la muerte. Y eso lo aprendieron en su propia carne, condenada de improviso a ser frágil y doliente, aquellos dos primeros habitantes del Jardín del Edén que fueron expulsados por no ser merecedores del bienestar que se les había concedido. Y cuenta el relato bíblico que aún padecemos las consecuencias de su vanidad y su deseo de ser como dioses.

Fuera del Jardín europeo, fuera del Occidente desarrollado, han estado y están los miles de millones de seres humanos que hacen posible esas sociedades del bienestar que, a pesar de sus avances y su orgullo, son incapaces de evitar matarse los unos a los otros con un empeño que asusta.

Los países que llamamos desarrollados -y Canadá, ciertamente, no es la excepción- extraen de los países en desarrollo ganancias que superan en mucho las «ayudas» de las que se ufanan. El colonialismo no es sólo una reliquia del pasado. Continúa operando culturalmente en esa idea tan arraigada de que «ellos no hacen el esfuerzo necesario para parecerse a nosotros» y sigue centralizando la política ecoómica y financiera global a partir de la asimetría -creciente- de las relaciones Norte-Sur.

Josep Borrell y Chrystia Freeland no son aquellos dos malhadados primeros habitantes del Edén y afortunadamente no se multiplicarán ni darán origen a nada perdurable. Ni siquiera se les puede considerar como actores de primer orden en este convulso escenario de desigualdades, injusticias, falta de solidaridad y violencia que nos muestran las noticias día a día.

Pero el orgullo hueco que ha mostrado el primero, la condescendencia fría que demuestra la segunda, el convencimiento de ambos acerca de las virtudes de la guerra, y su defensa de los privilegios que consideran suyos por derecho casi divino, nos muestran con claridad que el jardín que tanto defienden, ni es paradisíaco, ni es el nuestro.

 

 

 

 

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador, activista por los derechos humanos,y el desarrollo sostenible, y diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online