El reportaje publicado en Vogue, en el que Olena Zelenska posa con el conflicto que sufre su país como telón de fondo de su elegancia y su madura belleza, no dará todo de sí hasta que se transforme en material de estudio en los cursos de comunicación, o en las academias de guerra de un mundo distópico e infeliz. .
A lo largo de los seis últimos meses y desde el día uno del conflicto, habíamos sido testigos de cómo el presidente ucraniano adoptaba sin ningún rubor la vestimenta de un combatiente como propia, y cómo, a partir de entonces, no se desprendía de esa nueva piel bajo ninguna circunstancia.
Asistimos luego a un fenómeno que se produjo seguramente por primera vez en la historia de los dramas bélicos: el casi diario paseo de los líderes del mundo occidental y en algún caso también de sus esposas realizando tours de un día por las calles bombardeadas de Kyev como si los escombros y los rastros de la muerte formaran parte de una normalizada pasarela del prêt-à–porter geopolítico.
Todo lo anterior contribuyó a darle a la guerra de Ucrania un aura de hiper-realidad, de acontecimiento único e irrepetible, de dolor que el mundo no había conocido nunca, y como nada de eso se puede sostener indefinidamente y lo espectacular, por definición, exige siempre más, Vogue nos dio lo que hasta ahora nos faltaba.
La victoria y la imagen
Con la puesta en escena y las fotografías de Annie Leibovitz, todo un mito de la cultura pop en sí misma, y con un texto liviano y adormecedor de Rachel Donadio, colaboradora desde Paris de The Atlantic y antigua corresponsal cultural de The New York Times, la nueva edición de Vogue presentó esta semana, en sus páginas satinadas y diseñadas para seducir en base a la hermosura y la frivolidad, una producción dedicada la esposa del presidente de Ucrania Volodímir Zelensk que, si no conmueve, al menos asombra y en cierto modo asquea.
Una de las imágenes en particular, en la que tres jóvenes mujeres en ropa de combate flanquean a una Olena, casi mística, cubierta por un tapado azul de resonancias renacentistas, con el telón de fondo de un avión ucraniano destrozado, ha dado, en pocas horas, la vuelta al mundo. Y nadie interesado en el poder performativo de las imágenes puede dejar de verla y asombrarse de hasta dónde puede llegar una fotógrafa de celebridades cuando la dejan hacer sin ponerle límites.
El poder que tiene la imagen para confeccionar realidades alternativas es enorme y nadie podría saberlo mejor que Annie Leibovitz, que hoy tiene 73 años y retrató a decenas, quizás cientos de celebridadess, que han pagado fortunas para posar frente a su cámara y para «ser» para el público, lo que ella ha querido que fueran. Por eso, en momentos en que los líderes occidentales comienzan a expresar preocupación por la “fatiga de guerra” y el escepticismo que se percibe hoy en sus sociedades, su aporte para sumergirnos en la versión fashion, frívola y suntuosamente amable de la guerra, no es algo que se pueda pasar por alto.
Dejamos a continuación algunos párrafos de la versión de Vogue en español que dan cuenta de la puerilidad sedante que se puede alcanzar cuando lo trágico se abstrae de la realidad y se utiliza como mero artefacto propagandístico.
(…) En las dos conversaciones que mantuvimos en Kiev, Olena se mostró franca, digna y elegante, vestida con discreción con modelos de diseñadores ucranianos. El primer día llevaba una blusa de seda color crudo con un lazo de terciopelo negro atado al cuello, falda negra a media pierna y el pelo rubio ceniza recogido en un moño. Al día siguiente, me recibió con unos vaqueros de base ancha y unas zapatillas blancas chunky con detalles amarillos y azules, guiño a la bandera ucraniana que ha incluido la marca The Coat en su proyecto solidario. El pelo le caía sobre los hombros de su camisa de color óxido. No pude evitar pensar que la prenda tenía el mismo tono oxidado que los tanques rusos quemados que vi en las carreteras de Irpín y Bucha (…)
(…) En mi última mañana en Kiev, antes de emprender otro largo viaje en tren de vuelta a Polonia, la lluvia había cesado y di un paseo por la plaza Maidan. Me paré a preguntar a la gente qué pensaba de Zelenska. Las respuestas fueron todas positivas. «Es humilde y es muy contemporánea, muy moderna», me respondió Antonina Siryk, (…) Charlé con una pareja, Svitlana y Sergiy Karpov, que vivían ahora en Kiev pero esperaban poder volver a su hogar en la región del Donbás, ahora bajo ocupación rusa. Ambos me dijeron que admiraban a Zelenska. «Lo primero, es guapa”, dice él, operario de excavadoras. «Nos gusta su familia», añade su mujer, que trabaja en seguros. «Se nota que se quieren de verdad». (…)
(…)Su familia llevaba ya tiempo proyectando al resto del mundo la imagen joven y orientada al futuro de una Ucrania independiente. Ya no era el país de oligarcas y cleptócratas de los años postsoviéticos. «Se ve moderna, realista”, sostiene Julie Pelipas, diseñadora ucraniana afincada en Londres que dirigió la puesta en escena de este reportaje. «Es muy meticulosa en su manera de vestir, pero deja algo de espacio a la experimentación», dice Pelipas. «Cuando lleva un traje pantalón, no tiene miedo de parecer demasiado masculina al lado del presidente. Ese es otro signo de la mujer moderna ucraniana (…)