Colombia este año está viviendo una contienda electoral decisiva para su futuro. Como cada 4 años se llevaron a cabo elecciones parlamentarias (Senado y Cámara) y se procesan actualmente las elecciones presidenciales. Siendo un Estado Social de Derecho, la decisión del voto popular es el único medio para definir quíenes ocupan los escaños de poder en la nación. Con una población que supera los 51 millones de habitantes, siendo votantes potenciales más de 39 millones, existe un antecedente histórico de baja participación ciudadana electoral, donde el abstencionismo en distintos momentos ha superado el 50% en las elecciones nacionales.
Colombia, una democracia en peligro que debe ser rescatada ya!
El presidente en Colombia se elige por un periodo de 4 años y por la mitad más un voto del total de votantes. Por lo mismo exiten dos períodos (o vueltas) electorales, si en en la primera votación ningún candidato recibe esta suma, hay una segunda vuelta 3 semanas después con los dos candidatos que obtuvieron la mayoría de votos, para definir al ganador.
En relación con la cultura política en Colombia, se debe reconocer que desafortunadamente es baja y limitada. La población en su mayoría clase trabajadora y de escasos recursos tiene una escolaridad básica que no le permite profundizar en aspectos elementales de las normas que rigen la nación, y mucho menos en las propuestas políticas que los partidos y sus representantes plantean.
Las personas deciden sus votos por las campañas y propagandas que los partidos y sus aliados realizan durante el período electoral, no por un seguimiento y análisis permanente al ejercicio político de los mandatarios. Siendo éste un tiempo corto en el que abunda información y sobre todo la desinformación, la contienda política en Colombia acude a todo tipo de estrategias para crear ilusiones oportunistas que prometen hacer en 4 años lo que no se ha hecho en medio siglo, y que niegan los plantemientos de otros candidatos.
En ese juego político los partidos y candidatos tradicionales suelen contar con el respaldo de las más grandes empresas nacionales e internacionales para que muevan sus campañas, pese a que existe un tope de gasto lo común es que esos partidos los excedan violando la ley, logrando acceder gracias a los cuantiosos aportes sus patrocinadores a los medios de comunicación masivos y más costosos. Estos acuerdos se fundamentan en la base de ganar para gobernar beneficiando los intereses de esos potentados por encima del interés y demandas ciudadana que después de elecciones pasan a segundo y hasta tercer lugar.
Así la camapaña electoral juega en 3 o 4 meses un poder de convencimiento que recurre a las emociones y con ellas a la generacion de amores y de odios; es tan cierto esto que hace 4 años se eligió al actual presidente usando propaganda para generar miedo y como dijo el partido en el poder «para que la gente saliera a votar asustada». Otra estrategia propagandística en contra de la oposición de gobierno, antes y ahora, es el «moralismo religioso» creando opositores aliados del demonio y que no respetan la tradición religiosa, así que el ateísmo se convierte en crimen en un país que constitucionalmente reconoce y respeta las libertades de creencia y culto.
Este año nuevamente, el país se debate entre dos posibilidades: continuar siendo gobernada por los partidos y familias que históricamente han ostentado el poder político y económico en el pais, con modelos que las benefician a ellas y a sus aliados empresariales o, votar por el cambio eligiendo al candidato de oposición que durante 3 períodos ha estado en la contienda presentado propuestas reformitas basadas en la defensa del Estado Social de Derecho y por ende, en la profundización de la democracia para los y las colombianas en su totalidad.
Por supuesto, las propagandas de generar miedo, del moralismo religioso y de la manipulación siguen juegando papel protagónico para los partidos tradicionales que hacen alianzas grotezcas por debajo de la mesa aunque por encima digan lo que el pueblo quiere escuchar. Esos partidos y politiqueros tradicionales con desinformación logran manipular a sectores de la población, los más debiles porque suelen ser los más pobres, desinformados y populares; mientras reciben el apoyo del sector más rico y poderoso interesados en el sostenimiento de las políticas que los han mantenido en el poder por más de dos siglos. Al final, como es costumbre, la clase trabajadora y empobrecida recibe los residuos, «unas ayudas» como los politiqueros dicen.
El movimiento de oposición tiene como candidato presidencial a Gustavo Petro, un economista e ideólogo político que durante décadas se ha dedicado a estudiar a Colombia, siendo esta su principal pasión, un hombre venido de una familia popular que ha construido su carrera política desde el municipio donde estudió la secundaria, hasta llegar a ocupar en 3 períodos curul como senador y desde ahí denunció la parapolítica, y luego dirigió la alcaldia de Bogotá la ciudad más grande del país. Gustavo Petro, representa para los partidos políticos tradicionales una amenaza al statu quo que por décadas los ha sostenido como únicos dueños y beneficiarios del poder que, por supuesto, no quieren ceder.
Este partido de oposición ha puesto como candidata vice-presidencial a Francia Márquez Mina, una mujer afro-colombiana nacida en uno de los pueblos más pobres del país y en el seno de una familia campesina, que trabajó como minera y agricultora para pagar su uniforme y textos escolares, que fue empleada de servicio doméstico, que quedó embarazada siendo muy joven y que hoy es madre soltera de 2 hijos, que estudió derecho gracias a su trabajo en negocios familiares de comida que adelantaba con sus primas, que ha sido por su condición pobre beneficiaria de subsidios del Estado, que se ha construido como lidereza social regional y nacional, que obtuvo galardón internacional por su trabajo en defensa del medio ambiente. Esta mujer de color negro que habla con acento regional y que usa frases venidas de la tierra donde habitan las familias rurales. Esta mujer de región representa una gran amenaza para la clase blanca, de élite, de apellidos resonantes que ha gobernado desde abuelos hasta bisnietos y tataranietos, esa clase que se cree superior al resto de colombianos y colombianas y que aún se cree gobernando una republiqueta se su propiedad.
Esas no más de 40 familias blancas, pudientes, enquistadas en el poder para enriquecerse y beneficiarse a sí mismas a costa de robarle a la ciudadanía lo que es suyo, se siente bastante amenazada por esta dupla conformada por Gustavo Petro presidente y Francia Márquez vicepresidenta. Dupla venida de las regiones, de la clase obrera y trabajadora que se atreve a hablar de reformar el modelo económico, de dejar de depender de los hidrocarburos para empezar a generar energías limpias, y que habla de apoyar la pequeña y mediana empresa como fuentes de riqueza y desarrollo económico regional y nacional, encarando a los ricos de siempre con propuestas de generación de riqueza para todos y todas. Esta fórmula atrevida se atreve a desafiar el tradicional sistema de justicia que ha dejado tanta impunidad en el país y que permite que se asesine a más de 400 líderes sociales, políticos y ambientalistas cada año en las regiones sin que nada pase. Esta bina venida de los nadies y las nadies se atreve a afirmar que los tradicionales sistemas pensionales, de salud y de educación están construidos sobre una base de negocio que actúa en contra de la población y que deben transformarse para permitir que la clase trabajadora logre una real pensión, para que la salud y la educación dejen de ser vistas como gasto, y empiecen a ser consideradas lo que son: derechos e inversión que beneficia a la totalidad de la poblacion con estándares de universalidad y calidad.
Este par con apellidos populares Petro y Mina, que se atreven a pretender gobernar el país tienen que ser juzgados con severidad por la buena tradición que revisten los apellidos que han gobernado siempre; esas familias blancas de bien, como se hacen llamar, han ejercido una dictadura corrupta que disfrazan de democracia en sus discursos de medios y television, esas familias que con sus amigos los nuevos ricos amenazan con bala a quien se les opone y recurren a toda artimaña para destruir a todo aquel que les ponga en riesgo su posición de privilegio, de la que se creen dueños por derecho divino. Para los poderosos intrincados en el poder, Gustavo Petro y Francia Márquez tienen que ser juzgados como comunistas, castro-chavistas, ateos, enemigos de la tradición religiosa, misma que ha excomulgado opositores y les bendice las armas para eliminar a los que se les oponen, como ocurrió en la guerra bipartidista hace unas décadas.
Es cierto que Gustavo Petro hizo parte del M-19 como ideólogo politico, un grupo de jovenes estudiantes colombianos que se rebelaron retomando la consigna de Simón Boíivar contra el estado opresor tradicional que ha gobernado a Colombia por siglos, un hombre que junto con su grupo se desmovilizó en un proceso de paz a finales de la década de los años 80 y 2 años después hizo parte del comité nacional responsable de la reforma constitucional de 1991 (adelantada por petición estudiantil, de sectores sociales y trabajadores amplios y de movimientos políticos alternativos). Este momento de la vida de Petro es el momento de la vida de muchos hombres y mujeres en Colombia y en América Latina, quienes usaron el derecho a la rebelión y se sublevaron contra los poderes opresores buscando transformaciones políticas radicales. Muchos de los desmovilizados de movimientos insurgentes en Colombia fueron asesinados por el estado tradicional opresor, otros sobrevivieron y hacen parte de procesos alternativos sociales y políticos luchando por defender la democracia, otros se sumaron a los partidos tradicionales de gobierno encubiertos en esos partidos enquistados en el poder sin que sean perseguidos políticos, amenazados y vistos como demonios que quieren acabar con el país.