Mujeres, juventud, símbolos y valor en un gabinete ministerial lleno de sorpresas

“Todas las personas esperan que seamos capaces de hacer de Chile un lugar más amable y humano para vivir, donde la dignidad se haga costumbre”, dijo Gabriel Boric al momento de presentar su gabinete de gobierno, y a medida que iban desfilando Izkia Siches, Camila Vallejos, y el resto de las ministras y los ministros designados, el estrado se iba llenando de colorido, de juventud, de gente capaz, de feminismo, de historia, de memoria, y de sonrisas o lágrimas que se podían percibir a pesar de las mascarillas de rigor. . Pero esas palabras, en las que vale detenerse, continuaban resonando y seguramente lo seguirán haciendo en el tiempo por venir.

No hubo en lo dicho durante la presentación del primer gabinete del futuro gobierno nada de lo que abunda (y empalaga, emponzoña y hastía) en los discursos de los “hombres de estado” o de los pusilánimes que aspiran a serlo. Ni arenga patríotica, ni exhibición fatua, ni amenazas veladas, ni cálculos mezquinos, ni promesas de prosperidad sin límites, ni anuncio de “reformas” de esas que luego de implementadas empobrecen a los que ya son pobres.

Y eso, la ausencia de palabras viejas y manidas (pensemos en la vacuidad de Piñera, por ejemplo), ya podría haber sido suficiente, pero hubo más.

La humildad y el valor

Los aspectos formales de una ceremonia no deben desatenderse y quienes estuvieron a cargo de la planificación de la presentación del nuevo gabinete (¿estaremos viendo ya la mano de la nueva vocera de Gobierno, Camila Vallejo?) no lo hicieron. Mostraron la humildad conmovedora de una ceremonia fresca y abierta, radicalmente diferente a esa cosa acartonada que otros entienden como “toma del mando”, en la que algunas de las ministras más jóvenes estuvieron acompañadas por sus hijas pequeñas.

Fue, en definitiva, el anticipo de lo que podría ser un gobierno de tránsito, de búsqueda, de reparación, de innovación y de cuidados personificado en un elenco que trajo consigo no pocas sorpresas:

– El promedio de edad: 43 años.

– La presencia de más mujeres (14) que hombres (10) y, por primera vez, la designación de un ministro y una ministra cuya orientación sexual no responde a los cánones hegemónicos.

– Los vínculos generacionales y de activismo social por delante (o complementando) las pertenencias partidarias.

Sin embargo dentro de todo este panorama de renovación y sorpresas, (una nieta del depuesto y asesinado Salvador Allende será la nueva Ministra de Defensa, por ejemplo) cabe destacar algunos aspectos centrales, que en esta nota trataremos de reducir a dos por su carga de simbolismo y de valor, y por su proyección de futuro

El primero de ellos, lo hemos subrayado antes, es la incorporación de Izkia Siches al gabinete, no en alguno de los lugares que los analistas preveían para ella: Salud, Mujer, o Vocería de Gobierno, sino como Ministra del Interior.

La otra, es la amplitud política del gabinete, que ensancha lo que será una nueva coalición de hecho, incorporando sectores que no formaban parte de la alianza de grupos de izquierda que impulsaron inicialmente la candidatura de Gabriel Boric.

Una mujer y su hija en la caldera del volcán

Los Ministros del Interior, habitualmente, son vistos como posibles continuadores del presidente que los designa. Pero esa es una leyenda urbana que raramente se hace realidad. Se trata de cargos de enorme exposición en los que es muy fácil trastabillar y caer.

Izkia Siches (de quien Diálogos se ha ocupado en dos notas recientes (1) y (2), deberá ser, como Ministra del Interior, la articuladora entre 24 ministerios, que se reparten entre al menos 8 formaciones políticas diferentes, y el Presidente más joven de la historia de Chile y de América Latina. Una tarea que no es para cualquiera. Para cumplirla, sus características personales, la presencia de ánimo que demostró como Presidenta del Colegio Médico en plena pandemia, sumadas al hecho de no tener ninguna adscripción partidaria, le serán de mucha utilidad. Pero no tiene el éxito garantizado y necesitará formaciones políticas generosas.

Pero además, estando profesionalmente vinculada a los cuidados, quedará a cargo de una de las instituciones que ejerce la violencia de Estado y teniendo en cuenta la gratuidad y la saña con las que esa violencia se ha utilizado en Chile a lo largo de toda su historia, su designación tiene un simbolismo apabullante… y entraña un riesgo que seguramente ella (y también sus futuros subordinados) intuyen.

En una entrevista que concedió cuando fue elegida por primera vez Presidenta del Colegio Médico de Chile, manifestó:

Desde 1949 los presidentes del Colegio fueron hombres, blancos y en su mayoría conservadores. Y yo soy mujer, joven, de izquierda, morena, de Arica, medio aimara, con los ojos achinados, crecida en Maipú, educada en un colegio picante que nadie conoce”.

Todo eso juega en su contra y a su favor en una partida que nos tendrá como espectadores pero en la que tod@s deberemos jugarnos algo, estemos donde estemos, seamos o no chilen@s.

Los hijos como garantía y como impedimento

Vale la pena, antes de dejar a Izkia Siches y su nombramiento, mencionar una circunstancia que muestra hasta qué punto las mujeres enfrentan desafíos particulares cuando ocupan lugares de poder.

Desde los mismos sectores de la derecha chilena que cuestionaban la postulación de Gabriel Boric a la Presidencia del país porque no tiene hijos (algo que al parecer ese tipo de personas valora muy especialmente), se ha cuestionado el nombramiento de la nueva Ministra del Interior porque tiene una niña pequeña y eso le quitaría el tiempo que requiere la nueva función. Como vemos, con el mismo razonamiento en que se da por sentado que tener hijos no le insume tiempo a un hombre (porque se los cuida su esposa), se presume que sí se lo quita a una mujer (aunque tenga marido). Con ese tipo de oposición cerril y necia tendrá que lidiar la nueva Ministra.

Las dos coaliciones y el “aire uruguayo» del nuevo gabinete

Una de las sorpresas del nuevo gabinete ha sido la importancia que en su conformación ha tenido la ex-Concertación, y en particular el Partido Socialista, que gobernaron buena parte del período transcurrido desde la re-instauración de la democracia.

Esa participación de 4 socialistas o ex-socialistas -uno de los cuales se hará cargo del Ministerio de Hacienda-, una militante del Partido Radical, y otra de Partido por la Democracia, analizada con cierta ligereza, podría parecer una contradicción con las posiciones críticas tradicionalmente expresadas por las fuerzas ubicadas a la izquierda, -tanto las pequeñas formaciones que conforman el Frente Amplio, como el Partido Comunista.

En realidad, tanto la composición parlamentaria emanada de la votación de noviembre (con una virtual paridad entre las fuerzas progresistas y las de derecha), como la diferencia entre la votación de primera y segunda vuelta, impiden que la coalición que levantó la candidatura de Gabriel Boric a la presidencia, Apruebo Dignidad, gobierne en soledad y sin buscar acuerdos. No contará con los votos necesarios para llevar adelante ninguna de las propuestas de su programa, pero además no contará con una base social suficiente como para presionar en su favor.

Y es aquí donde quizás sin tener total conciencia de ello, el Frente Amplio chileno se está acercando a lo que desde hace medio siglo ha sido la experiencia del Frente Amplio uruguayo, que ha mostrado que una de las claves para la llegada de las izquierdas democráticas al gobierno y para que una vez allí les sea posible gobernar, es no entregarle, por necedad, el centro a la derecha. Ni cultural ni políticamente.

Y eso sólo se consigue a través de coaliciones que no dejen a esas fuerzas de centro, vinculadas por lo general -pero no exclusivamente- a las clases medias, aisladas y fuera de los mecanismos de poder.

Así, lo esperable es que estas dos coaliciones que se han comenzado a aproximar ante los desafíos de una nueva etapa:

– por un lado quienes provienen de la ex-Concertación y saben que su fracaso y posterior implosión estuvieron marcados por un “posibilismo” lamentable y negador de todo cambio que significara mayor igualdad y mayor justicia social,

– por el otro las nuevas izquierdas que se estructuraron como rechazo cuasi-generacional a esos 30 años de resignación, abandono de los princios y frustraciones,

hagan lo que hasta hace un año pudo parecer imposible: trabajar juntos creando relaciones de mayor confianza o, si les es posible, formar una coalición nueva, mayor y más amplia. En eso consiste la política aunque cueste entenderlo.

Cuando en 1971 se conformó en Uruguay aquella experiencia inédita que aún existe y que no por casualidad también se llama Frente Amplio, nadie podía apostar por su permanencia en el tiempo. Aquella locura -que sólo la necesidad de enfrentar un autoritarismo creciente hizo posible- abarcó desde el Partido Demócrata Cristiano y sectores progresistas de los partidos que tradicionalmente habían gobernado el país, hasta grupos de la izquierda armada e incluso anarquistas, pasando por las formaciones de izquierda clásicas, como el Partido Socialista o el Partido Comunista.

No es una experiencia fácil de reproducir y no es suficiente tomar el nombre desconociendo la sustancia. Aquello respondió a la idiosincracia de un país y de una sociedad particular y eso seguramente no es trasladable a otros contextos. Pero parecería que lo que tiene por delante la izquierda chilena es la posibilidad y seguramente la necesidad de ensayar construcciones similares, en las cuales las identidades partidarias que hasta hoy hacen todo lo posible para excluirse mutuamente, aprendan a aprender las unas de las otras.

La juventud, la diversidad, y la presencia de más mujeres que hombres en el gobierno de Gabriel Boric, los ecos todavía audibles del Estallido, y los aires nuevos que soplarán (esperemos) los próximos meses desde la Convención Constituyente, nos invitan a augurar que, no sin dificultades, podrían lograrlo.

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador, activista por los derechos humanos,y el desarrollo sostenible, y diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online