Platicar. Voluntad de entendimiento. Palabras que no se lleva el viento

Hace algunos años me puse a reflexionar sobre las acciones concretas y cotidianas que me hacían sentir felicidad. Después de observarme lo más atentamente posible hice una lista en orden de importancia y decidí que la frecuencia con la que pudiera hacer esas acciones determinaría el nivel de éxito en mi vida. .

Yásnaya Aguilar estudió Lengua y Literaturas Hispánicas y cursó la maestría en Lingüística en la UNAM. Ha colaborado en diversos proyectos sobre divulgación de la diversidad lingüística, desarrollo de contenidos gramaticales para materiales educativos en lenguas indígenas y proyectos de documentación y atención a lenguas en riesgo de desaparición. Escribe el blog #Ayuujk en la web de Este País.

 

En esa lista no están todas las acciones que me hacen ser feliz pero sí las más significativas, las más relevantes; esa lista está abierta a ser modificada según mis experiencias y reflexiones. He comprobado que si la frecuencia en la que realizo estas acciones comienza a bajar debido a diferentes circunstancias me invade una inquietud constante que termina por convertirse en angustia.

La lista está ordenada de la siguiente manera en orden de relevancia: platicar, leer, caminar, sembrar, bordar, cocinar y escribir. A cada una podría dedicarle páginas enteras pues de esas actividades se desprende una intensa relación que he ido forjando con ellas en la vida cotidiana y en el pensamiento. A pesar de ser tan fundamentales para mí, lamentablemente he pasado largos periodos de mi vida en las que he abandonado alguna de ellas en un clásico bache de autosabotaje. Por ahora, quisiera hablar de la primera: platicar.

Supongo que tiene que ver con el hecho de que crecí en una cultura en la que la tradición oral (a la que yo prefiero llamar tradición mnemónica porque su soporte es la memoria) y las palabras son muy importantes, pero platicar es sin lugar a dudas mi actividad favorita entre todas.

Una gran parte del trabajo cotidiano en mi casa se acompañaba de una buena plática en la que abundaban anécdotas, historias, intercambios de impresiones, preguntas y risas. Desgranar el maíz, cocinar o lavar la ropa podían ser actividades arropadas en palabras o, para ser más precisa, en intercambios de palabras. Hemos tenido sobremesas largas y, cada que era posible, mi abuela interrumpía el trabajo a medio día para reunirnos unos minutos y tomar fruta, calabaza en dulce o un poco de mezcal y, claro, platicar.

A diferencia de otros géneros y de otros tejidos verbales, la plática de una persona está profundamente moldeada por la interacción, son los gestos, lo que se dice o deja de decir, las muecas de la persona con la que establecemos la interlocución, lo que imprime un sello en el cuerpo verbal que vas a devolver. Lo que tú acabas de decir influye en el contenido y la forma de las palabras que voy a devolverte. Platicar es ejecutar una pieza a dos manos. Platicar es tejer entre dos o más personas un texto que puede ser efímero pero que media la interacción humana y deja impresiones, ideas e inquietudes en la mente y el alma. Puedo pasar horas platicando con una persona, días incluso, y ha sido la mejor manera de conocerlas.

Me he enamorado de mujeres y hombres siempre después de una gran plática, he forjado amistades por las que siento gran entusiasmo después de pláticas extraordinarias y he llegado a conclusiones, ideas y eurekas a las que jamás habría llegado si no fuera por una plática. Mi abuela solía decirme que incluso podemos emborracharnos de palabras en medio de una plática, se refería a ese estado de entusiasmo y felicidad que suspende el tiempo cuando nos hallamos en medio de una conversación extraordinaria.

Platicar puede ser también una fuente de resolución de conflictos porque establecer una plática presupone ya voluntad de interlocución. Hay pláticas angustiantes también y otras que terminan en conflicto y que necesitarán más diálogos futuros que desenreden la animadversión que provoca una conversación agresiva.

“Lo que tú acabas de decir influye en el contenido y la forma de las palabras que voy a devolverte. Platicar es ejecutar una pieza a dos manos.”

Las plataformas digitales me han abierto nuevos espacios y posibilidades para establecer pláticas insospechadas. Al fragor del intercambio de palabras y argumentos, me gusta cuando nos dejamos impactar por otras personas y lo que de ellas se asoma en ese mundo virtual: podemos reconsiderar prejuicios, aprender cosas nuevas y enterarnos de temas de cuya existencia ni siquiera habíamos sospechado.

Sin embargo, así como frecuentemente establecemos pláticas en el mundo concreto que no tienen un desenlace cordial o se convierten en abiertas confrontaciones en donde las palabras se vuelven piedras que lapidan, otro tanto puede suceder en el mundo digital. El impacto de las palabras que lapidan también se magnifica y de pronto lo que sucede ahí se convierte en un problema que trasciende lo virtual.

Podríamos decir que basta con cerrar la computadora o el dispositivo con el que accedemos al mundo digital para detener las situaciones angustiantes que ahí se generan, pero no siempre es así, la frontera entre el mundo virtual y el concreto se difumina porque al final ambos pertenecen a eso que llamamos mundo real, un mundo creado a partir de la interacción social. Platicar en plataformas digitales es conversar ante la mirada y la escucha de muchísimas personas e intereses comerciales o políticos que pretenden influir en las tendencias de nuestras conversaciones y, en muchas ocasiones, tienen muchos más recursos y alcances; crean la ilusión de una plática común que en realidad está siendo orientada hacia sus propios objetivos. La potencia de subvertir esta situación se halla, creo yo, en la misma posibilidad de volver a la plática que implica escucha y disposición. Platicar implica tener voluntad de entendimiento, de tratar, al menos.

Yo tomo con mucha seriedad las palabras y me parecen entes reales con su propio peso que imposibilita que se las lleve el viento, su existencia y su enunciación tienen consecuencias visibles en la vida de las personas, decir palabras es una acción. Para mí, las palabras son hechos, hechos lingüísticos, objetos verbales.

Sin embargo, la tentación de evaluar lo que sucede en la realidad con base en la plática que se desarrolla en el mundo virtual es grande pero basta con volver a nuestro lugar para darnos cuenta que la realidad es múltiple; a mí me basta con volver a mi comunidad y sus acciones cotidianas para darme cuenta que la plática que se desarrolla en el mundo virtual no necesariamente se corresponde con las redes comunitarias en las que accionamos todos los días. Me parece genial que sea así, con esa certeza podemos adentrarnos en pláticas virtuales sabiendo que sólo es una parte del abanico de múltiples posibilidades que existen para conversar. Me preocupa también saber del impacto ambiental y la huella de carbono que dejan nuestras conversaciones virtuales.

El hecho de que sean digitales nos hace olvidar con frecuencia que el internet está sostenido en consumo de energía como la electricidad y que está sustentado en hardware que consume bienes naturales concretos, en algún lugar del mundo hay servidores, cables, elementos palpables con una realidad física que están hechos de materiales que se extraen de la naturaleza. La virtualidad es bastante concreta también.

La operación de los espacios virtuales se inserta dentro de un sistema de mercado y está operado por personas que se mueven en los sistemas sociales que ordenan el mundo. Es necesario conocer más sobre el impacto en el medio ambiente y las implicaciones económicas, políticas y sociales que tiene esta plática masiva y continua que se desarrolla en los mundos virtuales. Tal vez de eso podamos conversar la siguiente vez. Platiquemos pues.

YÁSNAYA AGUILAR
YÁSNAYA AGUILAR
Yásnaya Aguilar (Ayutla Mixe, 1981) forma parte del COLMIX, estudió Lengua y Literaturas Hispánicas y cursó la maestría en Lingüística en la UNAM. Ha colaborado en diversos proyectos sobre divulgación de la diversidad lingüística, desarrollo de contenidos gramaticales para materiales educativos en lenguas indígenas y proyectos de documentación y atención a lenguas en riesgo de desaparición. Escribe el blog #Ayuujk en la web de Este País.