Hay frases que después de haber ayudado a quebrar un largo silencio y haber cumplido un fin, se convierten en eco, resuenan durante mucho tiempo, y resultan premonitorias. Con “Donde se guarda la memoria surgen los sueños”, sucede hoy, en Chile, exactamente eso. .
“Donde se guarda la memoria surgen los sueños” fue en 2008 el lema de una revista, Hipocampo, dedicada a la promoción de políticas de salud justas e integradoras, publicada por el Centro de Estudiantes de Medicina, presidido en aquel momento por una joven de 22 años, Izquia Siches, que sólo tres años después, en el invierno austral de 2011, saltaría a la escena político-social como una de las cabezas visibles de las movilizaciones estudiantiles en defensa de la educación pública que pusieron en jaque (apenas iniciado) al primer gobierno de Sebastián Piñera.
Fueron la primera piedra en el zapato de alguien a quien el tiempo y su propia avaricia no han tratado bien. Por entonces Joaquín Lavin, el Ministro de Educación al que le tocó en suerte lidiar con aquellos jóvenes (entre los que se encontraban también la actual diputada Camila Vallejo o el candidato presidencial Gabriel Boric) manifestaba su desconcierto y su rechazo visceral de este modo:
“…No se debe mezclar las legítimas demandas con exigencias políticas e ideológicas.
Sectores que están más a la izquierda del Partido Comunista se tomaron la dirigencia estudiantil. Estos grupos ultras, como los llaman los propios estudiantes, han desplazado a los anteriores dirigentes y no tienen intención de llegar a acuerdos ni de mejorar la educación…”
Y si bien estamos hablando de sucesos ocurridos una década atrás, entre marchas multitudinarias, tomas de colegios, y gases lacrimógenos, no es menos cierto que, viéndolos en retrospectiva, son un anuncio y un prólogo de lo que hoy se juega en Chile. Y son, además, la re-emergencia de una generación que, nuevamente, se atreve a jugar una partida decisiva.
Una mujer decidida en tiempos de decisión
Izkia Siches, de ascendencia aymara-europea, nació en Arica el 4 de marzo de 1986. Es Médica Cirujana y feminista. Fue durante dos períodos (y hasta su renuncia esta misma semana) Presidenta del Colegio Médico de Chile. Tuvo una actuación destacada a lo largo de toda la pandemia. Fue elegida en 2020 como Persona del Año por la Asociación de Corresponsales de Prensa Internacional de Chile en reconocimiento a sus altos niveles de credibilidad y confianza pública, figuró en 2021 entre las 100 personas que la revista Time definió, a nivel internacional, como Forjadoras de Futuro, y recibió el premio a la Excepcionalidad y la Excelencia del Women Economic Forum.
Pero a partir del martes 23, dos días después de una primera vuelta electoral cuyos resultados han sido interpretados como una amenaza cierta del regreso de la derecha más rancia y reaccionaria al poder, Izkia Siches (como en una reedición magnífica de aquel “donde se guarda la memoria surgen los sueños”) renunció a todos sus cargos y al futuro brillante que seguramente tenía por delante, para colocarse al frente de la campaña presidencial de Gabriel Boric y poner el énfasis en zonas en que las mujeres (y ella en particular) se mueven con mayor comodidad: la empatía, el diálogo inteligente, los cuidados, la alegría, la resiliencia, y el respeto.
Desde el momento mismo en que comenzó una actividad que durante las próximas dos semanas será febril, Izkia Siches le dio un giro al discurso de sus ex-compañeros que ha colocado a Gabriel Boric casi 8 puntos por delante de José Antonio Kast -quien hasta ahora no ha encontrado mejor respuesta que volar a Washington en plena campaña para solicitar el apoyo de gente como Marco Rubio y Ted Cruz, y para lograr que el sorprendente Franco Parisi siga trabajando para él desde Instagram y Tik-Tok.
El regreso de los años de fuego
Faltando poco más de quince días para que sepamos si habrá en Chile un gobierno débil pero joven y bienintencionado, o si padecerá un gobierno también débil pero anquilosado y peligroso, lo que la noche del 21 de noviembre pareció la antesala de una frustración intolerable ha ido evolucionado hacia una esperanza cierta y cálida.
Una esperanza, no obstante, que no puede desconocer que José Antonio Katz -y lo que él representa bien-, aún es un peligro.
En el presente, porque aún podría hacerse con los votantes de Franco Parisi y alcanzar la presidencia. No es probable pero es posible, y eso supondría el riesgo adicional de que intente desactivar la Asamblea Constituyente, con el consiguiente desastre institucional.
En el futuro, porque si a partir de este proceso aglutina a toda la derecha chilena detrás de su perspectiva (negacionista, ultra-liberal, misógina, xenófoba, e ignorante) las dificultades que tendrá Gabriel Boric para gobernar y Chile para dignificarse, serán tremendas.
Nos permitimos entonces reproducir algunos párrafos de la columna que el escritor Gabriel Gamucio acaba de publicar en The Clinic:
«En Gabriel, como en los mejores de su generación, no hay la rabia de la derrota histórica de 1986. Pueden ser críticos con sus mayores, pero no hay un ápice de resentimiento ni social, ni generacional. Su relación con la democracia y sus ritos es natural, crecieron en ella, y no imaginan un horizonte más allá de ella. Su rebeldía contra el capitalismo es sólo contra su forma más extrema, ésa que dejó en manos de la mano invisible del mercado la salud, la educación, las pensiones, la cultura, es decir todo eso que no tiene precio porque tiene valor. Pero el socialismo real e incluso el imaginario le es tan ajeno como el tango o el rodeo.
Gabriel Boric es el primer candidato a la presidencia completamente libre del fantasma de esa guerra fría que en Chile fue algo más que tibia. Nació en un país en que las culpas de entonces eran ya parte de la historia. O al menos eso creíamos hasta que Kast las ha venido resucitando una a una. Gabriel se siente en su casa en la historia y la literatura, acaso porque su talento mejor es el de construir relatos en torno a hechos aislados en que nadie más ve la relación. Su generación nació criticando a Ricardo Lagos, acaso su padre más visible, pero Boric tiene la misma capacidad del expresidente de explicar, mientras avanza la discusión, un punto más allá de su explicación. Claro que no tiene nada del carácter fuerte de Lagos, porque Boric es también alguien que sabe escuchar, que ha aprendido a hacerlo en asambleas interminables donde, justamente, resumir los pensamientos inconexos de las distintas voces es la única forma de llegar a alguna parte.
Correcto, gentil, respetuoso, provinciano, todas esas cualidades más bien corteses, se juntan con una inesperada valentía que lo ha hecho más de una vez pelearse con los suyos. Casi siempre en esas peleas ha tenido la razón. El más vistoso de esos rasgos de valor fue el acuerdo de 15N que firmó a título personal en contra de su partido. Pero más visible aún que ese acto fue la serenidad con que aguantó la funa correspondiente. Bajo la lluvia de cervezas y escupitajos no se descontroló ni un segundo, concentrado en proteger a la persona con que iba, esperando simplemente que terminara la tempestad. No argumentó contra quienes no tenían argumentos, no se derrumbó cuando todo lo llevaba a derrumbarse. Se mantuvo derecho y concentrado en no responder a la injuria.
El tiempo, por cierto, confirmó su intuición y como diría Borges, el traidor pasó a ser héroe. Pero tampoco entonces cedió al impulso de decir “Ya sabía, ya vieron”, sino que siguió trabajando con muchos de los que celebraron su funa, y otros que permanecieron indiferente a ella. La política en su mejor expresión consiste en eso, en separar a la persona que sufre o goza de la personalidad pública que toma decisiones muchas veces impopulares. Gabriel, a sus pocos años, ha probado todas las posibilidades de la política, sus amarguras y su magia. No cabe duda que estos años de fuego que protagonizó de muchas formas, lo han templado lo suficiente para ser un gran presidente. Desde esta columna espero que así sea”.
Nosotros, desde aquí, también.