Pocos han descrito con tanta certeza la condición nacional como lo hizo Virgilio Piñera: «la maldita circunstancia del agua por todas partes». Por supuesto, el agua es una metáfora, como lo era la selva en Macondo, del aislamiento que ha modificado la noción que tenemos sobre el resto del mundo. . Sin embargo, lo más curioso es que ha optimizado el idioma para que sea útil en nuestra sitiada realidad. .
Históricamente hemos sido más visitados que visitantes, más audiencia que narradores, todo nos ha venido de fuera: genética, cultura e ideologías; más receptores que emisores. Así, terminamos resumiendo la complejidad del resto del planeta en una metáfora que lo define todo en todas partes: allá.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, allá es un adverbio demostrativo cuyo significado es «en aquel lugar o sus proximidades, aquel lugar o cerca de aquel lugar, aquel lugar o el área próxima». Pero en el habla cotidiana, la definición ha sido mucho más general: para nosotros, allá significa todos los lugares que estén fuera de los límites de Cuba.
Generalizando el concepto también se generaliza al mundo y el imaginario que lo rodea. Con matices eminentemente políticos y económicos, evocamos el allá fundamentalmente con dos objetivos: el primero, destacar las prerrogativas de vivir aquí, metáfora antagónica de allá. Úsese con las siguientes estructuras: «allá no podrías hacer eso», «eso allá te costaría un ojo de la cara», «allá la vida es muy dura», «allá sin dinero no eres nadie», «allá te explotan», «allá te cobran hasta por respirar», y muchas otras.
El segundo objetivo del uso de esta metáfora adverbial es, contrario a los ejemplos anteriores, destacar las ventajas de allá, demostrando la decadencia de aquí. Puede adoptar las siguientes formas: «allá no pasa esto», «allá tú fueras alguien», «allá la comida no es un problema», «allá sí hay libertad».
Este adverbio no ha sido el único usado para nombrar lo externo, lo desconocido, lo mítico. Afuera también ha sido una palabra análoga de igual importancia. O el término yuma —eminentemente coloquial y a veces ofensiva—, usada para nombrar a Estados Unidos y a sus habitantes, y que luego pasó a referirse a cualquier ciudadano de un país industrializado. Nótese que no puede aplicarse a cualquier extranjero, ya que un centroamericano o un congolés no podrían ser llamados de esa forma. He aquí que los cubanos nos hemos formado un ejército lexical para definir lo que está tras el mar, y que es casi todo.
Los ejemplos del uso de la metáfora allá, si bien parecen simplistas —y lo son—, han sido tomados de la vida real y no es necesario un estudio lingüístico, sociológico ni político para advertir que han formado parte de las conversaciones cotidianas por décadas. Siempre se ha notado en su uso una relación de amor/odio para lo que queda fuera, se entrevé la curiosidad y quien pusiera un pie más allá del mar circundante era tenido como una especie de héroe homérico, impelido a relatar sus aventuras y desventuras por tierras ignotas.
El aislacionismo que imperó en Cuba en toda la segunda mitad del siglo XX, logró que la metáfora allá se inflara tanto que al cabo, representaba una sola nación, global y hostil que nos rodeaba, un universo misterioso, mítico e hiperbólico del que no se sabía nada.
Con la apertura migratoria de las últimas décadas y el acceso al mundo vía internet, el concepto de allá dejó de ser tan categórico. La nueva e ingente cantidad de información recibida del resto del planeta nos hizo darnos cuenta de que no se trataba de un mundo monocromático —bondadoso o abyecto— el que estaba allende los mares.
La metáfora empezó a describir el mundo a medida que los cubanos lo redescubrían, como un proceso de colonización a la inversa, y comenzó a incluir grandes regiones globales, a saber: norte de Europa y Canadá, parte de Latinoamérica, Asia y Estados Unidos, cada una con sus características propias.
Así, un allá referido al norte de Europa o Canadá sería bueno indefectiblemente, mientras que uno referido a América Central casi siempre buscaba reconocer las posibilidades y grandes logros en materia social de aquí; uno referido a Asia —China o Vietnam— podía buscar la comparación entre esta y aquella forma de aplicar exitosamente el socialismo, y uno que aludiera a Estados Unidos podía ser usado en cualquier sentido, dependiendo del hablante y de lo que se quisiera destacar.
El flujo de cubanos hacia y desde el mundo que se ha visto en los últimos años, ha logrado que la imagen que se tiene de allá sea mucho más objetiva y realista. No obstante, este adverbio nunca ha sido tan usado ni ha tenido tanto significado como ahora. Si bien ya no puede referirse a un mundo mágico o trágico, ignoto y que pudiera estar en otra galaxia sin mayores consecuencias, ha tomado ahora un significado ineludible: el de la propia tierra, la propia cultura, amigos y familia que forman parte de ese allá. Ya no es una conjetura, ni una metáfora vacía, tiene forma, rostros y añoranza.
La metáfora ha pasado de ser referencial a convertirse en una tragedia, en el juego de la soga, en el drama humano del de aquí que, además de la búsqueda de otra economía o de desear sistemas que no conoce o sociedades en las que no ha vivido, añora la parte de su vida —cada vez mayor— que está allá, por ello, tiene una carga emocional palpable para muchos.
Los cubanos hemos interpretado esa carga, cada cual a su forma —aprehender su significado y amarla, odiarla o reaccionar ante ella con irreverencia. Ahora irse allá de visita o para siempre es una decisión personal en la que sólo median la voluntad y el alcance de las finanzas propias. Pero aún así, conservamos la otra metáfora, la inexplicable que se resiste a nuestra comprensión como a malos estudiantes: la del aquí, cuyo significado no aparece en ningún texto, sea El Capital o El destino manifiesto.
¿Qué significa aquí? ¿Es un vodevil en el que todo siempre parece a punto de mejorar y nunca lo hace? ¿Es una lucha justa por el bienestar al que aspiramos? ¿Es una escenografía perenne de los mismos deseos incumplidos? ¿Es un país a punto de desencadenar todo su potencial? Si no acertamos a interpretar la metáfora de aquí, estamos condenados a que lo único que nos importe sea el allá, o que un día el allá venga de golpe y nos reinterprete, y, citando de nuevo a Virgilio, cargue la isla en peso.