Las mujeres afghanas antes, durante, y después del desastre

Cuando un tema comienza a formar parte de la agenda diaria de los medios de prensa se crea, paradójicaemente, un efecto anestesiante que nos lleva a simplificarlo y despojarlo de historia. Y eso ha estado pasando con la situación terrible a la que se enfrentan las mujeres y las niñas en Afghanistán tras la ocupación y la retirada de la OTAN. .

 

Celebrándose el 25 de el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, es interesante repasar esta cronología de Nazanín Armanian, cientista política iraní exiliada en España desde 1983, en la que se repasa la situación de las mujeres afghanas a lo largo de los últimos 100 años.

Las afganas antes de la República democrática (1978)

El terremoto político y social que originó en la región la Revolución Bolchevique del 1917 (comparable con el impacto de la Revolución francesa en Europa) y el vuelco a la situación de las mujeres rusas, la mayoría de los países de Oriente Próximo y Asia Central, y también del vecino afgano, tuvieron que reconocer los derechos de la mujer en sus políticas:

1920: la reina Soraya, de origen siria, esposa del monarca Amanullah Kahn, promociona escuelas modernas (¡no madrazas!) para niñas y niños, a pesar de la dura oposición del clero y los señores feudales.

1921: se abole el matrimonio forzado e infantil; se ilegaliza la prostitución nupcial; se restringe la poliginia, aunque se mantienen, entre otras, la ley islámico-judía de obligar a las muchachas violadas a dormir con su agresor.

1929: la monarquía es derrocada por las tribus afganas armadas por los británicos, por modernizadora.

1950: durante el reinado de Zahir Shah y su esposa Humaira, la Universidad de Kabul admite a mujeres, aunque en aulas separadas de los varones.

1956: Kobra Nurzai es designada como ministra de Sanidad y ejercerá hasta 1969.

1957: la enfermera Anahita Ratebzad organiza la «movida contra el velo», y consigue suprimir la obligatoriedad de llevar pañuelo al tratar los pacientes varones.

1964: la Constitución reconoce la igualdad entre el hombre y la mujer; le concede el derecho de voto a las féminas. En las elecciones parlamentarias cuatro mujeres son elegidas, entre ellas la Sra. Ratebzad, política marxista. Que las monarquías semilaicas de entonces en la zona fuesen más avanzadas que las llamadas «repúblicas» islámicas de hoy, todas totalitarias y de corte medieval, se debe a que representaban el capitalismo frente a los residuos del feudalismo oscurantista. Este mismo año, las feministas fundan la Organización Democrática de la Mujer Afgana. El «feminismo islámico» aún no se había inventado y nadie se atrevía teñir de rosa el patriarcado religioso.

1968: cientos de mujeres se manifiestan contra la ley conservadora que prohíbe a las mujeres estudiar en extranjero.

Entre 1973 y 1978, en la República (¡a secas!) de Afganistán, dirigida por Mohammed Daud Khan, el 15% de los parlamentarios serán mujeres, mientras la cirujana Sohaila Sadigh es galardonada como la primera coronela (honorífica) del país: durante el régimen Talibán ella continuó operando vestida de hombre.

Bajo la República Democrática

1978: El estado socialista afgano, entre las medidas reformadoras (las leyes de trabajo, reparto de las tierras, etc.) también prohíbe los matrimonios infantiles, y la norma que obliga a las viudas a casarse con los hermanos del difunto.

1980: la doctora Ratebzad será la embajadora del país en  Yugoslavia y un año después se convertirá en ministra de Educación. El presidente Nayibulá será recordado por los afganos por su amar a su país y sus gentes.

– Declara gratuitas la sanidad y la educación por primera vez en la historia del país, revolucionando la vida de las mujeres y niñas trabajadoras. Lleva agua y electricidad a los pueblos más remotos.

– Otorga libertad en vestimenta. El burka, (procede del término Purda, «cortina» en el persa antiguo), prenda de origen judío y adoptada por los islamistas más misóginos, que era exclusiva de la etnia pastún, va desapareciendo.

– Crea decenas de miles de escuelas para niños y niñas; puestos de trabajo para las mujeres, además de guarderías, y permisos de maternidad de hasta tres meses con salario. Ellas serán cerca de la mitad del personal docente y sanitario del país (lo mismo sucede en Irán o en Irak de entonces).

– Reemplaza los Tribunales Religioso por los Civiles: un gran respiro para las mujeres-esposas.

1983: designa a la veterana feminista Soraya Perlika como presidenta de la Medialuna Roja afgana. Establece la edad nupcial en 16 años para ellas y 18 para ellos.

Pero, el frente anti-progreso afgano (clero, capitalismo, señores feudales, el sector más subdesarrollado del país; todos respaldados por EEUU y Reino Unido), en una brutal campaña, corea que «los comunistas pretenden colectivizar a las mujeres del país», preparando el asalto al estado socialista.

El régimen de los yihadistas

1992: con la toma de Kabul por la Alianza del Norte y otros grupos anticomunistas vinculados con la CIA, Arabia Saudí e Irán, millones de hombres y mujeres afganos tuvieron que huir de sus hogares, pues los yihadistas contaminaban el agua de las escuelas de niñas, atentaban contra los negocios regentados por las mujeres (peluquería, escuelas, etc.), destruían los depósitos de agua, postes eléctricos, fábricas y cultivos, violaban, y lapidaban a los insumisos. En el barrio Afshar de Kabul, el 13 de febrero de 1992, masacraron a cerca de 700 vecinos de la etnia hazara, violaron y mutilaron a las mujeres y sodomizaron a los niños antes de matarlos. «La historia nos recordará por haber desmantelado a la URSS que no por crear a los Muyahedines y sus crímenes», dijo el asesor de seguridad de Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, el Padrino de esta organización criminal.

Los Talibán sustituyen a los Muyahidines

En 1996, el Pentágono decide deshacerse de los Muyahedines a través de los Talibanes, «aficionados a ser curas islámicos». Quizás estos fuesen capaces de establecer un nuevo orden en el país, ahora que la URSS había desparecido.

Este grupo fascista se parecerá mucho a sus colegas europeos del siglo pasado, y no solo en su odio hacia el socialismo y la democracia liberal por igual, sino también por prohibir partidos políticos, sindicatos, asociaciones gremiales, libertad de prensa, etc. Aunque también tendrá rasgos propios:

– Con el mito viril del guerrero, hace apología de la mujer como esposa y madre, símbolo de la pureza, fecundidad y felicidad (para el hombre): las que se alejan de este simbolismo serán lapidadas en público, un símil de las hogueras levantadas por la Inquisición cristiana para quemar a las «brujas».

– Baja la edad nupcial para «mujeres» a los 8 años: decía Mussolini que las solteras no tenían cabida en «su Italia».

– Las mujeres serán despojadas de todos los derechos humanos: estarán en arresto domiciliario y no podrán salir de casa ni para ir a comprar pan, ni llevar a sus hijos al médico, si no es acompañada por un varón. La ignorancia será sinónimo de decencia. No podrán ser examinadas por médicos, aunque les cueste la vida; sin embargo, en determinadas circunstancias podrán «examinar» el cuerpo de la paciente mediante el espejo (como manda la Sharia). Así, 16 de cada 100 mujeres perdían la vida al dar a luz, y 17 de cada 100 bebés morían antes de cumplir un año.

– Niega la capacidad de liderazgo de la mujer, recurriendo al Corán: «Por algo Alá ha enviado profetas sólo de sexo masculino y sólo a ellos les ha hecho revelaciones» (21:7).

– No permite el trabajo de la mujer (enviando a la indigencia a las que eran cabeza de familia) ni llevando el saco-burka. Asestaban 75 latigazos con cable metálico a aquellas mujeres cuyos cuerpos se veían con el viento que se metía debajo de esta horrenda prenda, expresión viva de la frase «la mejor mujer es una muda (no discute), sorda (no oye la voz de los hombres) y ciega (no mira a otros hombres)», una muñeca sexual en manos de un pervertido. Y cuando las dejaron salir, ordenaron una separación estricta entre los sexos (su colega de Irán, Ahmadineyad, propuso hasta separar los ascensores e incluso las aceras).

– Prohíbe el ocio, la televisión, la música, el cine, volar cometas (la afición de los niños pobres afganos), reír, bailar, cantar, hablar con hombres no parientes, enamorarse, llevar maquillaje y pintauñas, tacones, perfumes, montar la bici, conducir coches, ser fotografiada o ir a hammam (baños públicos, causándoles graves problemas de salud), por ser «importaciones del Occidente».

– Convirtieron a las mezquitas en centros del control de los ciudadanos: quien no acudía era acusado de apóstata, golpeado e incluso ejecutado. A los adversarios le acusaron de «espía de extranjeros».

– Establecieron que la indemnización por hacer daño a las mujeres es la mitad de los hombres: ella es medio humano, es Untermensch, decían los nazis, subhumana. Aplicaron la ley de lapidación, la de Talión, y lanzaron a los seres humanos desde los edificios altos por amar a persona equivocada. El hambre, el tráfico de sexo, los malos tratos y los feminicidios se dispararon.

– El grado de la barbarie talibán era tal que las familias pudientes enviaron a sus hijas a las «republicas islámicas» de Irán (de cuyos talibanes habían huido unos 5 millones de iraníes) o Pakistán para protegerlas.

La cohabitación OTAN-Talibán

En octubre de 2001, y bajo el pretexto de castigar a sus antiguos aliados de Al Qaeda-Talibán por los atentados del 11S, EEUU y sus aliados aplican el castigo colectivo a la nación afgana descargando 20.000 bombas sobre sus gentes provocando decenas de miles de muertos, heridos y mutilados y la huida de millones de almas de sus hogares en aquel duro invierno. Las 500 toneladas de uranio empobrecido vertidas se ven en los niños nacidos con graves malformaciones, como denunció el doctor coronel estadounidense Asaf Durakovic, antes de ser expulsado del ejército. Luego, enviaron a unos 300.000 soldados de los sectores sociales excluidos para matar a otros pobres por unas calderillas. Ellos llevarán la violencia a otro nivel: secuestrar, violar, prostituir a un número imposible de determinar de niñas y mujeres afganas. Atención al dato: en 2012, el Pentágono revela que al menos 26.000 mujeres y hombres estadounidenses fueron agredidos sexualmente en las bases de EEUU. Sólo en Irak y solo en 2004, unas 40 soldadas denunciaron ser violadas, y en 2016 fueron más de 5.000. ¡Imaginen lo que habrán hecho con las mujeres «no compatriotas, no armadas» afganas! El caso de la neurocirujana paquistaní, la doctora Aafia Siddiqui (1972) y sus tres hijos pequeños en Afganistán, secuestrados por la CIA en 2003 y sometida a brutales torturas y violaciones, sólo fue la punta de iceberg. Las atrocidades y los crímenes de guerra de la OTAN en Afganistán fueron, obviamente, ignoradas por la Corte Penal Internacional.

Los cambios cosméticos realizados en algunas ciudades grandes, como inaugurar peluquerías femeninas, son como los McDonald’s que EEUU abría en los antiguos países del Pacto de Varsovia: «Señal de su liberación«.

Entre 2010-2011, el 66% de las niñas afganas de entre 12 y 15 años no iban a la escuela, y en 2015, según UNICEF, 7,3 millones de niños (del cual el 60% eran niñas) abandonaron el colegio debido a la pobreza; muchas de esas niñas empleadas en las plantaciones de opio explotadas por los carteles internacionales de la droga, dando lugar al fenómeno de «Novias de la droga«, mientras se disparaba el consumo de opio entre las mujeres más pobres.

En 2009, una ley obliga a la esposa a satisfacer los deseos sexuales de su marido; o sea, la violación marital. Y aprueban otra que permite encarcelar a la mujer por el «comportamiento indecoroso». ¡Ahora imaginad una cárcel femenina!

En 2012 la Comisión de los Derechos Humanos de Afganistán registró 5.575 casos de violencia física contra la mujer (quemarla viva, darle palizas de muerte, mutilarle, etc.). Cientos de mujeres fueron subastadas en las plazas públicas.

Y el balance en 2021:

– Cada año, al menos 2.300 mujeres y niñas se inmolan, desde la más absoluta desesperación.

– Solo el 37% de las jóvenes saben leer y escribir, el porcentaje se reduce en las mujeres adultas: 19%.

– Según Global Rights, 9 de cada 10 mujeres afganas han sufrido violencia sexual y física o han sido obligadas a contraer matrimonio.

– El 67% de la población no tiene acceso al agua potable.

– La esperanza de vida de la mujer no alcanza los 50 años.

Como si de un laboratorio del control social se tratase, las patrullan policiales de «vicio y virtud» (utilizadas también por las teocracias de Arabia Saudí e Irán) vigilan no sólo los contactos entre los seres humanos, sino también el grado de su obediencia a las normas más absurdas sobre los colores de las vestimentas o el corte del pelo y la barba de los chicos: los infractores recibirán los 75 latigazos que manda Dios.

En estos años, la OTAN cogobierna con Talibán: «los Talibán no son nuestros enemigos», dijo Biden durante el mandato de Obama.  EEUU dejó que el grupo se reorganizara hasta expandir su poder por gran parte del país, donde gracias a Washington seguía aplicando sus normas: llegaron a construir miles de madrazas y unas de 100.000 mezquitas.

Talibán II

Y cuando EEUU decide entregar el poder en Kabul a los Talibán con el objetivo de hundir a China, el grupo de extrema-derecha islámica, en busca del apoyo mundial, se ve obligado a dar «discursos de la domesticidad» (como cuando Jomeini en su entrevista con Oriana Fallaci en París prometió no imponer el velo y legalizar hasta el partido comunista), mientras decapitaba a la policía embarazada de 8 meses Negar Masumí y a la jugadora de baloncesto Mahjabin Hakimi, como la punta de iceberg de las atrocidades que nunca dejaron de cometer.

Para Talibán, los «musulmanes» no necesitan vivienda, trabajo,  universidades, agua potable, etc., sino más centros religiosos para salvar sus almas, contaminadas por la modernidad. Desde el día 15 de agosto, miles de familias de etnias no pastunes han sido expulsadas de sus hogares y sus terrenos y casas han sido ocupados por esos bandidos; cientos de mujeres, muchas embarazadas o con bebés, se han tenido que refugiar en las montañas con lo puesto.

Hoy, el principal problema de la mujer afgana no es poder estudiar como afirman la prensa occidental y las afganas de clases acomodadas, sino alimentar a su familia y tener seguridad: la desesperación es tal que están vendiendo a sus hijas pequeñas para poder dar de comer a otros miembros de la familia.

No, ni es posible reformar una ideología fascista, ni sus adeptos podrán moderar su aplicación.

Satán, ebrio de victoria,
hace banquete de nuestro funeral
Hay que esconder a la Luz y a Dios en el sótano.

 

NAZANÍN ARMANIAN
NAZANÍN ARMANIAN
Nazanín Armanian - Escritora y cientista política iraní, especializada en la situación del Medio Oriente y exiliada en España desde 1983. Dejé la mitad de mi vida en mis tierras persas, y cuando aterricé en esta península de acogida, entrañable plataforma de reclamo de pan y paz para todos, me puse a ejercer el desconcertante oficio de exiliado: conocer, aprender, admirar, transmitir, revelar y denunciar.