Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús.
Gálatas 3:28 .
Anastasia nació en Constantinopla, capital del Imperio Bizantino, en el siglo VI. Era parte de la corte imperial, llegando a ser dama de compañía de Teodora, la esposa del emperador Justiniano. Sin embargo, un día perdió ese favor: aparentemente el emperador estaba enamorado de Anastasia, ganándose la enemistad de su reina. Anastasia se exilió en Alejandría, en Egipto.
En ese país Anastasia daría un giro radical a su vida. Se dirigió a la ciudad de Scetis, donde fue parte de una comunidad de monjes de la Iglesia Ortodoxa Copta. Anastasia vivió 28 años como monje y ermitaño en una cueva en el desierto, algo que en esa época sólo se le permitía a hombres. El Abad de la comunidad le dio el nombre Anastasio, y era apodado “el Eunuco” por sus pares. Durante todos esos años Anastasio se vistió usando los mismos hábitos que los monjes varones. Es más, se mantuvo en la vida monástica aún después de la muerte de Teodora, cuando su vida no correría peligro en la corte de Bizancio.
Al finalizar su vida, Anastasio fue acompañado por el Abad y un discípulo. Sus últimas palabras fueron “Por amor del Señor, padre, no se me quite la ropa que llevo puesta, y que nadie sepa nada de mí”. Tras su muerte, Anastasio fue canonizado, y es venerado (bajo su nombre de nacimiento) por la Iglesia Ortodoxa. Su día es el 10 de marzo.
En nuestros tiempos tendemos a usar “medieval” como epíteto: algo medieval es atrasado, conservador, oscurantista o ignorante. Tendemos a adjudicarle a la edad media europea toda postura que nos parezca retrógrada. Siguiendo ese razonamiento, imaginamos una edad media en la que las fronteras de género eran infranqueables.
Sin embargo, aún en un contexto tan tradicionalmente conservador como la Iglesia, en esos mismos años podemos encontrar una historia recurrente: “Santas” que lo fueron por haber vivido toda su vida como hombres en órdenes religiosas.
Si bien proclamar a estas figuras como parte del paraguas trans es en algún punto anacrónico (esta terminología sólo se acuñó más de mil años después de la mayoría de estos relatos), es innegable que muchos de estos relatos resuenan con nuestras experiencias contemporáneas. Por eso podríamos afirmar que estos relatos retratan vidas trans, utilizando el término en un sentido puramente descriptivo. Por otra parte, si bien es cierto que el vocabulario que usamos hoy en día para referirnos a diversidad sexual y de género no existía, también podríamos decir lo mismo de… todo el idioma castellano, para el caso.
Un siglo antes de Anastasio nos encontramos con la historia de Marina el monje, que vivió en el siglo V en Siria o el Líbano (hay versiones contradictorias de su historia). Marina ingresó a la vida monástica siendo muy joven y junto a su padre, recientemente enviudado. Al ser un ámbito masculino, su padre le dio el nombre de Marino y escondió su sexo. Marino siguió siendo parte de la comunidad tras la muerte de su padre.
Años más tarde, en un viaje ordenado por el abad, Marino se hospedó en una posada. La hija del posadero se sintió atraída por él, pero Marino la rechazó en cumplimiento de su voto de castidad. La muchacha luego quedó embarazada y culpó a Marino dekl hecho. El monje fue expulsado de su comunidad, y el posadero le llevó a la criatura cuya paternidad se le adjudicara para que se haga cargo. Marino lo hizo, viviendo durante años frente al monasterio, criando al niño. Después de muchos años fue aceptado por sus pares nuevamente y se le permitió volver. Su sexo de nacimiento fue descubierto sólo al morir, y los demás monjes se maravillaron de su entereza al cargar con las consecuencias de un pecado que no hubiera podido cometer. También fue canonizado con el que sería su nombre de nacimiento.
Casos como los de Anastasio y Marino podrán parecer peculiares, pero no. Hay muchos más, tal vez decenas, en los primeros siglos de la era cristiana, sobre todo localizados en el Mediterráneo Oriental. Por citar algunos:
- En el siglo VI, Esmeragdo de Alejandría vive una vida monástica en esa ciudad para escapar de un matrimonio no deseado. Fue canonizado como Santa Eufrosine.
- Doroteo, conocido como Santa Apolinaria, también fue parte de la comunidad monástica de Scetis un siglo antes que Anastasio.
- En el siglo V, Hilario (conocido como “el Eunuco”) dejó su vida como hija del emperador bizantino Zenón y huyó a un monasterio en Egipto. Por un suceso fortuito, Hilario acaba curando a su hermana Thaopesta de una grave enfermedad, y es reconocido. El emperador Zenón proveyó desde ese momento importantes donaciones para el monasterio. Solo tras su muerte se conoció que había nacido mujer, y es venerado bajo su nombre de nacimiento, Hilaria.
- Eufemiano, conocido como Santa Ana de Constantinopla, fue parte de una comunidad de monjes en la isla de Léucade, quien falleció en el año 850 aproximadamente.
- Atanasio de Egina hizo un juramento de ascetismo junto con su marido después de que murieran sus hijos. Tras un período en un convento, Atanasio vivió doce años como ermitaño cumpliendo un estricto voto de silencio. Aparentemente estaba tan cambiado que ni su marido podía reconocerlo. Falleció alrededor del año 600.
- Pelagio de Antioquía habría vivido en los siglos IV o V. Se le atribuye una historia similar: tras una vida de pecado (en algunas versiones de la historia era “la mayor prostituta de la ciudad”), decide convertirse al cristianismo y se recluye en una celda a hacer vida de ermitaño, donde muere de “ascetismo extremo”.
- Eugenio, un monje romano que vivió la mayor parte de su vida en un monasterio de Alejandría entre los siglos II y III. Al igual que Marino fue acusado falsamente de una violación. Fue ejecutado por su fe, y canonizado como Santa Eugenia.
- Hildegunda de Schonäu, en el siglo XII acompañó a su padre en una peregrinación a la Tierra Santa. Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta escondió su identidad visitiéndose como un niño o un hombre. Tras volver a europa, ingresó a un monasterio cisterciense en Schonäu, Alemania. Su sexo sólo fue revelado al morir, en el año 1188.
- Papula de Galia, a quien sus padres no le permitían ingresar a un convento de monjas, huyó de su casa vestida de hombre e ingresó a un monasterio masculino donde vivió 30 años. Según San Gregorio de Tours fue elegida abad de la comunidad por sus pares, pero rechazó el cargo. Sólo confesó su sexo de nacimiento 3 días antes de morir, para pedir que su cuerpo sea enterrado por mujeres. Habría vivido entre los siglos VI y VII
Finalmente, no se puede dejar de mencionar el caso de la Papisa Juana. Esta leyenda apócrifa (de la que no existen registros que no sean varios siglos posteriores a los supuestos hechos) sostiene que alrededor del año 855 un Papa llamado Juan (generalmente identificado como Juan VII) dio a luz a un niño en las calles de Roma. Si bien la historiografía contemporánea considera esta leyenda como unánimemente falsa, era tenida por cierta cuando se popularizó alrededor del siglo XIII y por cientos de años, a punto tal que los papas de esas épocas evitaban la calle de Roma en la que supuestamente sucedió este hecho. El hecho de que esta historia fuera creída aún siendo falsa nos da la idea de que como mínimo no era una posibilidad impensable.
Aún si algunos de estos casos están embellecidos por quienes los registraron, de una cosa no hay duda: en el medioevo temprano había una enorme tradición de personas que cruzaban barreras de género para vivir una vida consagrada a la fe. Y esto no era visto como algo pecaminoso sino todo lo contrario: era motivo de canonización, que es el motivo por el cual llegaron estas historias hasta nuestros días.