Don’t think twice: votantes sin ilusión en el nudo gordiano de la política canadiense

A sólo dos semanas de las elecciones anticipadas, los datos dados a conocer por el Instituto Angus Reid acerca de los sentimientos de los votantes de cada partido, no dejan lugar a dudas: la política canadiense está enfrentada a su “nudo gordiano” y no podrá -o no debería- darle la espalda a este desafío histórico. .

Fuente: Angus Reid Institute – 2 de septiembre de 2020

Al día de hoy sólo el 52% de los votantes del Partido Liberal, precisamente el que tuvo la pésima ocurrencia de forzar unas elecciones anticipadas que le proporcionaran la mayoría propia que hoy no tiene (lo que en la práctica quiere decir sin control parlamentario), querría ver a su propio partido gobernando con todas las riendas del poder en sus manos.

Esa es una anomalía que salta a los ojos, porque lo normal en cualquier país del mundo es que los votantes de un partido quieran que su partido gobierne con el mayor apoyo parlamentario posible. Como vemos en el gráfico, el 80% de los votantes del Partido conservador desearía que su partido obtenga una mayoría y esas son cifras razonables.

Un 27% de los votantes del Partido Liberal, por el contrario, desearían que su partido no alcance esa mayoría parlamentaria que el Primer Ministro Justin Trudeau estimaba tan importante. Eso debería ser un llamado de atención: uno de cuatro votantes liberales querría que su partido se vea obligado a coaligarse con otro partido (o con otros) para que no pueda hacer lo que a su liderazgo se le ocurra. Lo que equivale a decir que no le tienen la confianza suficiente.

Pero lo que resulta más impactante es que el 16% de los votantes liberales desearían que gobernara no el partido que votarán sino otro y, como cabría esperar, el 14% desearía que ese otro partido fuera el NDP. Como contrapartida, un 20% de los votantes del NDP se sentirían satisfechos si su partido tuviera que gobernar en coalición con los liberales.

Teniendo estas cifras en cuenta se entiende fácilmente por qué el Partido Liberal prometió una reforma del sistema electoral en 2015 que, tras haber obtenido un gobierno mayoritario, decidió no cumplir. Aquella fue (se hace cada día más evidente) la forma equivocada y torpe de desatar el nudo.

Es comprensible que quienes han estado inmersos en el sistema electoral canadiense y piensan que todo lo que no sea el antiquísimo FPTP huele a azufre y a desestabilización, se sientan a gusto con el nudo o perciban esta situación como normal… pero definitivamente no lo es. Y por ello, es necesario encontrar formas razonables de desatar el nudo.

Alejandro de Macedonia y el nudo de Gordias

En una ciudad frigia (la región en donde se ubica la actual Turquía) un rey mítico llamado Gordias había atado una lanza y un yugo con cuerdas entrelazadas en un nudo tan intrincado que era prácticamente imposible de desatar. Y una vieja leyenda contaba que quien lograra hacerlo sería capaz de conquistar todo el Oriente.

Alejandro de Macedonia, a quien recordamos como Alejandro Magno, que se aprestaba a atacar al Imperio persa, en el 333 a. C., llegó hasta aquella ciudad, y a sus puertas los ancianos le presentaron aquel nudo y lo invitaron a cumplir con la vieja profecía.

Alejandro, según contaba siglos después el historiador romano Curcio Rufo, en lugar de intentar desatarlo lo cortó con su espada. Y cuando esa misma noche se desató una tormente eléctrica de rayos y truenos ensordecedores, Alejandro y su séquito quedaron convencidos de que el dios Zeus estaba mostrando su beneplácito con la “solución” que Alejandro había encontrado al problema del nudo gordiano.

Aquel joven que aún es considerado el mayor estratega de todos los tiempos y es uno de los mayores íconos culturales de la antigüedad, en efecto, conquistó el imperio de los persas, extendió sus dominios desde Egipto hasta el valle del Indo y hasta tuvo una satisfacción que recientemente a los generales de la OTAN se les ha negado: haber atravesado Afghanistán con éxito y haber fundado entre sus montañas una ciudad, Kandahar, que aún lleva su nombre.

Pero murió en circunstancias oscuras y sin siquiera saber que no sólo no había conquistado Oriente sino que apenas había llegado hasta sus puertas. El nudo se cobró de aquella manera su soberbia y su falta de respeto.

Los nudos gordianos no son cosas de poca importancia y requieren ser desatados con esfuezo y con cuidado. Justin Trudeau, cuando sin pensarlo demasiado rompió su promesa de reforma electoral, seguramente imaginó que estaba bien utilizar un triunfo y una popularidad que la misma promesa había contribuído a cimentar, para cortar, desaprensivamente, el nudo gordiano de la política candiense.

Hoy, cuando la mitad de quienes podrían darle un triunfo el 20 de septiembre -que de todas formas resultará insatisfactorio- responden que por una u otra razón no están satisfechos con él como para darle una mayoría propia, el nudo (un sistema electoral diseñado para crear mayorías artificiales), le recuerda su error… y nos invita a desatarlo.

HORACIO TEJERA
HORACIO TEJERA
Comunicador, activista por los derechos humanos,y el desarrollo sostenible, y diseñador gráfico - Editor de Diálogos.online