El potencial de aquellos sunny ways de 2015, cuando Justin Trudeau se presentaba como una nueva versión de su padre, ya se había disipado casi totalmente en el último trimestre de 2019. En aquellos meses, sin que nos diéramos cuenta, comenzaba mucho de lo que hoy vemos… Y no fue sólo la pandemia. .
Hoy los números de aprobación/desaprobación del Primer Ministro en las encuestas lo colocan por detrás de sus contendores, ya no ocupa el primer lugar en las intenciones de voto entre los jóvenes y las mujeres que fueron hasta ahora quienes más contribuyeron a sus triunfos y, lo que es peor, sus posiblidades de ser el vencedor en las elecciones anticipadas por él mismo convocadas, han pasado ser del 95% hace apenas dos meses, a estar por debajo del 45% el día 2 de septiembre.
Vistas las cosas de esa forma y aunque aún hay cartas que no han sido jugadas, la sensación general es que el partido de gobierno (porque este tipo de decisiones no las toma una sola persona ni se puede responsabilizar de ellas sólo a su entorno inmediato) ha cometido un error de proporciones interesantes… Pero si nos detenemos en lo que muestran los números, podríamos encontrar algunos atenuantes del error.

Dos larguísimos años y una sóla pandemia
El gráfico que estamos viendo representa los promedios semanales de las encuestas de opinión en todo el país y se inicia con la votación del 20 de octubre de 2019, que había dado como resultado una votación del Partido Libaeral del 33.2, un punto y medio por debajo del Partido Conservador.
Aquel triunfo pírrico, con el menor porcentaje de voto popular de un partido en el gobierno en toda la historia del país se tradujo, de acuerdo al modo en que se adjudican los escaños parlamentarios en Canadá, en una muy exigua diferencia a favor del Partido Liberal.
El resultado había sido no sólo parejo entre los dos partidos mayoritarios sino además decepcionante para ambos. Como dijo dos días después Andrew Coyne, del National Post: «Never before have both major parties taken such a small share of the vote. Never before, in my memory, have both declined steadily and together throughout a campaign.»
Pero el resultado había sido decepcionante también para el NDP, que había obtenido apenas un 16% de los votos, casi un 4% menos que en 2015. Y será necesario, para lo que veremos a continuación, que tengamos en cuenta ese dato.
En aquellos resultados, como ocurre siempre que el Partido Conservador y el Partido Liberal están muy cerca el uno del otro, estaba escondido el efecto “voto estratégico”. Una semana antes de las elecciones, al menos un 5% de quienes estaban dispuestas a participar en ellas y que en las encuestas habían manifestado preferencias por el NDP, habían decidido votar a los liberales para evitar el triunfo de los conservadores.
Como vemos en el gráfico, durante las últimas semanas de 2019 y las primeras semanas de 2020 se produjeron una serie de leves oscilaciones en la opinión pública, coincidentes con la concreción y la puesta en funcionamiento de los acuerdos interpartidarios que le permitieron a Justin Trudeau seguir gobernando en minoría y a Jagmeet Singh, novel lider del NDP, darle el apoyo crítico necesario.
Sin embargo, y aunque no podíamos ser totalmente concientes de ello, mientras se producían aquellos acuerdos el mundo comenzaba a transitar por la mayor crisis sanitaria de los últimos 100 años.
El 24 de enero de 2020 se registró el Paciente 0 de Covid-19 en Canadá. Durante febrero y marzo se comenzaron a tomar medidas de prevención. En los primeros días de marzo se conocieron los primeros casos de transmisión comunitaria y a continuación se tomaron las medidas comunitarias de prevención y se instrumentaron los paquetes de ayuda económica para las personas afectadas.
Es interesante notar cómo fueron impactando aquellos acontecimientos en la opinión pública y cómo esos cambios se ven reflejados en el gráfico.
El 28 de febrero vemos un pico al alza en las preferencias por el NDP, que se elevan a casi el 20%, coincidentes con descenso en las preferencias por el Partido Liberal, ubicadas en el entorno del 30%.
A partir de entonces y a consecuencia de las primeras medidas de combate a los efectos de la pandemia, (valores de la encuasta del 2 de marzo), el Partido Liberal recobra su posicionamiento y adquiere ventajas claras sobre el Partido Conservador y sobre el NDP, pero ocurre algo que quizás en aquel momento fue pasado por alto.
Durante las 3 primeras semanas de marzo el repunte Liberal se tradujo en caídas del PC y del NDP. La mayor le correspondió a éste último, que llegó en aquellos días a un piso ubicado debajo del 14.5%.
Sin embargo, a partir de abril de 2020 el Partido Liberal, que siguó creciendo hasta estabilizarse durante 4 meses en cifras que oscilaron en torno al 40%, lo hizo sólo a costa de pérdidas del Partido Conservador. Mientras tanto el NDP (seguramente como resultado de su rol de apoyo crítico durante la pandemia, comenzó un leve pero sostenido repunte que no se ha detenido hasta hoy.
Aquel ascenso del Partido Liberal a valores que luego se estabilizaron levemente por encima del 40% resultaba altamente significativo porque son los que hacen posible la obtención de una mayoría parlamentaria propia… pero esa situación, aunque hoy pueda sorprendernos, duró poco más de 4 meses.
Los largos meses de una estabilidad engañosa
A partir de mediados de julio de 2020, coincidiendo con exactitud con el fin de la primera ola de la pandemia y con el «escándalo WE», las encuestas mostraron un descenso del Partido Liberal que se estabilizó nuevamente pero en el entorno del 35-36%, acompañado de un repunte casi idéntico del Partido Conservador, que a su vez se estabilzó en valores del 31-32% hasta hace sólo 1 semana.
Durante esos mismos meses, ni el Bloc Québécois, ni el Partido Verde ni el CPP experimentaron pérdidas o ganancias signicativas si expeptuamos las que pueden haber llevado (o devuelto) un 3-4% de votos del Partido Verde al NDP y un porcentaje similar que en las últimas 2 semanas pueden haber salido del CPP y reingresado a Partico Conservador. De todas formas se trata de valores tan cercanos a los márgenes de error que deben ser tomados con pinzas.
Esa estabilidad extrordinaria (extraordinaria si se tiene en cuenta lo que había sucedido antes y sobre todo lo que sucedió después) estaría mostrando que ni las seguda ni la tercera ola de la pandemia, ni la aparición de las vacunas y el comienzo de la inmunización, ni los altibajos propios del retorno a la «nueva normalidad», ni el fracaso de una Gobernadora General elegida sin ton ni son, ni las sorpresas de la política internacional, ni los anuncios de gastos infrecuentes en equipamiento militar, ni la falta de cumplimiento de Canadá con los Acuerdos de París, ni el remezón identitario sufrido por el país cuando a partir de junio de 2021 las tumbas sin nombre golpearon a nuestras puertas, fueron capaces de modificar cifras que parecían, hasta hace sólo 15 días, dibujadas en piedra.
Esa estabilidad que resistió con éxito 14 meses caracterizados por los cambios, hace aún más interesante la pregunta que todos nos hacemos: ¿Qué pasó? ¿Cómo pudo suceder que súbitamente esas dos líneas que habían permanecido casi incambiadas durante más de un año, sufrieran el vuelco dramático que hemos visto en las últimas dos semanas? ¿Sobre qué ilusión estaba sostenida una estabilidad que se fracturó apenas se supo que habría elecciones anticipadas?
Trataremos de respondernos a estas y a otras interrogantes en las próximas semanas, pero por ahora, vale realizar una constatación provisoria:
Si el gobierno de Justin Trudeau forzó la realización de elecciones anticipadas en un escenario en el que sus propios votos, claramente, no eran suficientes, no parece haber sido porque confiara en que tener dos aviones de campaña aumentaría su capacidad de arrebatarle votos al Partido Conservador, sino porque contó con que una vez más, ante el peligro de un triunfo conservador, operaría el «voto estratégico». Más que confiar en su capacidad de convencer y entusiasmar, más que confiar en volver a ganar el apoyo de sectores que se lo han retirado, o en la fidelidad de sus propios votantes, jugó todo a forzar la infidelidad de los votantes de sus socios.
Eso aún puede suceder. Los votantes del NDP que dan ese paso cuando desean evitar un triunfo conservador, lo deciden en los días previos a cada elección; por lo general en la última semana.
Pero la situación hoy parece ser diferente a la de años anteriores y en los hechos estamos ante dos elecciones diferentes: dos sistemas que están funcionando por separado.
En una de esos sistemas, el sistema principal, el Partido Liberal y el Partido Conservador, compiten entre si y cada pérdida de uno implica una ganancia exactamente igual para el otro. Han quedado solos y casi enteramente liberados a sus propias fuerzas, sin aportes que vengan en auxilio de uno de ellos desde fuera del sistema.
En el otro sistema, en NDP compite contra su historia, contra las tendencias centrífugas que tradicionalmente ha mostrado su propio electorado y, en muy menor medida, contra el Partido Verde, que está siendo reducido por las circunstancias y por su propio liderazgo a su mínima expresión.
En la nueva normalidad, hay un sistema electoral diseñado para la habilitación de mayorías artificiales que está asistiendo, desconcertado, a su propio y quizás último fracaso.