Recordábamos hace apenas un mes aquel viejo informe que ya en 1907 advertía acerca de las muertes de niños indígenas en los establecimientos en los que se los encerraba, se los maltrataba y se les despojaba de su cultura y sus afectos. Y veíamos qué poco le importó aquello a la sociedad canadiense de la época. Ahora ha sido necesario actualizarlo, con más dolor y más indignación si cabe. .
Cuando en 1907 el Dr. Peter Henderson Bryce redactó su informe Report on the Indian Schools of Manitoba and the Northwest Territories, en el que se establecía que uno de cada cuatro niños internados en las Residential Schools moría cada año, casi todos ellos de tuberculosis, pero también debido a los malos tratos o simplemente suicidándose, todavía no era conciente de que estaba condenándose a sí mismo en una causa que ya estaba perdida. .
El frío, la alimentación insuficiente, las horas de penitencia y los castigos corporales, el hacinamiento, la falta de ventilación adecuada, la tristeza constante, el esfuerzo que se realizaba por lograr que se avergonzaran de sus familias, sus lenguas y sus costumbres, el hacinamiento en que vivían, el trabajo forzado, la ausencia de cuidados elementales y del cariño necesario, eran todos elementos que contribuían a que la tasa de fallecimientos de aquellos niños y niñas arrebatados a sus familias a la fuerza fuera 20 veces mayor al normal y se daban casos, como el del establecimiento File Hills Colony, cercano a la Peepeekisis Reserve, en el que las muertes habían alcanzado el 69%.
Además -se advertía ya en el informe- dado que muchos niños eran devueltos a sus familas cuando su estado de salud se consideraba irreversible, las cifras de fallecimientos registradas en los establecimientos en los que habían enfermado, eran seguramente menores a las reales.
El Dr. Bryce y su mala costumbre de decir la verdad
El Dr. Henderson Bryce tenía por entonces 50 años. Había hecho una carrera brillante tanto en Canadá como en Europa como especialista en enfermedades infecto-contagiosas en general y tuberculosis en particular. Formaba parte del movimiento Social Gospel (al que pertenecieron también figuras del socialismo democrático como Tommy Douglas o J.S. Woodsworth), que intentaba conciliar la fe cristiana con las reformas sociales que se volvían imprescindibles en una época de conservadurismo y crueldad naturalizada, pero no se podría decir de él que estuviera en contra de las bases mismas a partir de las cuales aquellos niños eran arrebatados a sus familias.
En su informe, Bryce no cuestionaba la racionalidad perversa inherente al sistema. Seguramente su bagaje conceptual no incluía una crítica al colonialismo como forma de despojar a los demás de lo que es suyo, o a la desculturalización como forma de quitarle a los otros sus últimas armas de superviviencia. Nada de eso, tan propio de nuestra época pero impensable en la suya, formaba parte del informe y no sería del todo justo reprochárselo.
Él era apenas un buen hombre interesado en salvar aquellas almas y aquellos cuerpos condenados al sufrimiento y la muerte en plena niñez y simplemente decía la verdad. Era un médico conciente de su deber profesional que identificaba, como responsables de aquel horror, que hoy calificamos como genocidio pero que en aquella época no tenía ni siquiera nombre, al gobierno y a las iglesias que estaban a cargo de las Residential Schools y proponía las medidas para detener la mortandad: abrigo, alimentación, ventilación, higine, cuidados.
Por esa razón, es comprensible que como respuesta al informe de Bryce, Duncan Campbell Scott, Superintendente del Department of Indian Affairs, el autor de la frase «Until there is not a single indian in Canada», que había reconocido con anterioridad que “fifty per cent of the children who passed through these schools did not live to benefit from the education which they had received therein”, haya respondido que:
“It is readily acknowledged that Indian children lose their natural resistance to illness by habituating so closely in the residential schools and that they die at a much higher rate than in their villages. But this does not justify a change in the policy of this Department which is geared towards a final solution of our Indian Problem.”
This is a map of every residential "school" site in Canada.
Every dot is a crime scene.
Only a few have been investigated so far.
Canada, do not get used to these numbers.
Do not let them become statistics.
Put yourselves in the shoes of these children in the ground. pic.twitter.com/5XJS1w1ka2
— Mumilaaq Qaqqaq (@MumilaaqQaqqaq) June 24, 2021
Respuestas, colonialismo y desapariciones
En la respuesta de Campbell Scott se encuentran las razones a los problemas que debió enfrentar Bryce después de haber entregado su informe.
Como consigna la Canadian Encyclopedia: “The Department of Indian Affairs did not publish Bryce’s report. It was leaked to journalists, however, prompting calls for reform from across the country. Despite this public outcry, the residential schools were not closed. Bryce’s recommendations were largely ignored. Indigenous children continued to die of tuberculosis and other diseases at alarming rates.”
Como resultado de su actitud, a su departamento se le negó el presupuesto, por lo cual no le fue posible continuar investigando, y fue recién después de su retiro en 1921 que pudo publicar The story of a National Crime, una puesta al día de sus hallazgos que sólo sirvió para irritar aún más a las autoridades.
Para apreciar lo renuente que ha sido el gobierno canadiense en reconocer la maldad intrínseca de aquel sistema, basta recordar que la última de aquellas instituciones financiadas con fondos federales fue la Gordon Residential School, de Saskatchewan, clausurada recién en 1997. Tres años antes del cambio de siglo.
Pero las palabras de Campbell Scott no sólo explican lo que sucedió con el informe del Dr. Bryce, sino que desnudan la raíz de los problemas que Canadá enfrenta hoy cuando una y otra vez queda en evidencia que su “Indian problem” se llama genocidio y no se soluciona ni se esconde repitiendo la palabra reconciliation como un mantra, ni repitiendo we are sorry cada vez que una nueva vergüenza de su pasado reciente queda al descubierto.
Había sido otro Superintendente del Department of Indian Affairs, John Mc Donald (éste mucho más conocido que Campbell Scott, por haber sido luego el Father of Confederation) quien creó la arquitectura conceptual de las Residential Schools y la explicitó en 1883:
“When the school is on the reserve the child lives with its parents, who are savages; he is surrounded by savages, and though he may learn to read and write his habits, and training and mode of thought are Indian. He is simply a savage who can read and write … [T]he Indian children should be withdrawn as much as possible from the parental influence, and the only way to do that would be to put them in central training industrial schools where they will acquire the habits and modes of thought of white men.”
Y fue Egerton Ryerson, cuya estatua fue tirada abajo y decapitada hace sólo algunos días pero cuyo nombre sigue ensuciando una de las universidades más prestigiosas de Canadá quien le dio su forma definitiva.
Así, todo el entramado intelectual del colonialismo como mecanismo de despojo, de marginación del otro, y como supresión de su identidad o de su persona, está inextricablemente ligado a la formación de Canadá como nación y fue parte inseparable de toda su historia.
La imagen que acompaña esta nota, The Scream, del artista Cree Kent Monkman, lo sintetiza perfectamente: el Estado y la Iglesia (en este caso la católica, que fue la más comprometida, aunque participaron también todas las que tuvieron el estómago suficiente) forzando la vida de personas inocentes, violando hogares y preceptos, raptando niños con un «empuje civilizador» asqueante y con un fanatismo colonial que recién hoy comienza a avergonzar a la sociedad que se benefició (muchísimo) de tanto dolor.
Y eso no se resuelve con declaraciones y pedidos de perdón o diciendo que se tiene el corazón atravesado y se ha rezado por las víctimas, sino que requiere reparación y justicia verdadera. Y no se le debería dar al gobierno espacio para seguir dilatando las soluciones necesarias.
A los restos de los 215 niños sin nombre y sin historia, es decir a los restos de esos niños desaparecidos (una palabra que al menos en español, estremece), descubiertos en una fosa común de Kamloops Residential School casi por casualidad, se le han sumado ahora los restos de otros 751 en otro establecimiento (debemos decir de detención) en Saskatchewan.
Y habrá que repetirlo cuantas veces sea necesario, porque a partir de ahora seguramente aprecerán más niños enterrados sin identificaión y sin vergüenza: esos hallazgos no son, para utilizar palabras del Primer Ministro Justin Trudeau “el resultado de un capítulo oscuro de nuestra historia”.
Esas desapariciones han estado ocurriendo hasta hoy y por lo tanto son crímenes recientes.
Son apenas una página suelta de un texto que aún no ha sido escrito y que todos y todas deberemos aprender a leer y a entender.
Thinking about the prophetic Indigenous leader George Manuel, who was taken to the Kamloops residential school when he was 9-years-old and founded the World Council of Indigenous Peoples. Manuel called the schools “the laboratory and the production line of the colonial system."
— Naomi Klein (@NaomiAKlein) May 31, 2021