Joni Mitchell y Joan Manuel Serrat, dos de cuyas principales obras (Mediterráneo y Blue) están cumpliendo en estos días 50 años, son un extraño ejemplo de paralelas que se separan en el tiempo. Puede ser interesante repasar algunos puntos de contacto en sus vidas y tratar de detectar el momento en que las coincidencias se desvanecen. .
Para comenzar bien vale tener en cuenta que ambos vinieron al mundo en 1943, con sólo un mes de diferencia y luego, por diferentes razones, vivieron durante su niñez y adolescencia episodios traumáticos que fueron algo así como el molde en el que tomaron forma sus características como artistas.
Inadaptación y post-guerra
Ella, que se llamaba en realidad Roberta Joan Anderson, nació en Fort Macleod, Alberta, en un ambiente conservador y aplastante de inmigrantes escoceses y noruegos, en un país comprometido con una guerra lejana pero siempre presente. Su madre era maestra y su padre era un instructor de pilotos de la Royal Canadian Air Force. Padeció polio a los 9 años, lo que derivó en un debilitamiento de su mano izquierda que la obligaría luego tocar la guitarra de un modo no-convencional, y a esa edad comenzó también a fumar. Ya viviendo en Saskatchewan abandonó sus estudios en grado 12 y afortunadamente para ella y para nosotros tuvo un profesor que supo ver su talento para la poesía y la alentó a seguir ese camino. Hasta que comenzó su carrera artística en 1963, y aunque durante algún tiempo retomó sus estudios de modo intermitente, la Joni adolescente se volcó hacia las amistades inconvenientes y mostró conductas inadaptadas que la colocaban con frecuencia al borde de la ley.
Los problemas del niño y del adolescente Joan Manuel con la ley, fueron en cambio diferentes. Nació y vivió hasta su juventud en Poble-Sec, una barriada obrera en las afueras de Barcelona en donde, a solo 4 años de finalizada la Guerra Civil, todo era escaso, y el oprobio era continuo. Su madre era aragonesa y tuvo que tener mucho valor para atreverse a ser novia de quien fue luego su marido, que por haber estado afiliado a la central obrera anarquista CNT, corría siempre el riesgo de que se lo recordara como «rojo» y que eso le bastara para terminar con sus huesos en la cárcel.
Ese temor y todo lo que de él derivaba fue una constante en la familia y se reflejó luego en la obra artística de Serrat, en su temática, en los personajes que retrató, y en sus primeros choques con la dictadura de Franco ya a fines de los ‘60, por atreverse a cantar en catalán cuando hacerlo era poco menos que un delito.
Mediterráneo y el diálogo con la geografía y la época
En la primavera de 1971 el joven Joan Manuel Serrat, sentado frente al mar en un desvencijado hotel de Calella de Palafruegell comenzó componer lo que sería el 8º álbum de su carrera y a imaginar (con un optimismo poco usual) cómo le gustaría ser despedido:
“Si un día para mi mal
viene a buscarme la parca
empujad al mar mi barca
con un levante otoñal
y dejad que el temporal
desguace sus alas blancas.
Y a mi enterradme sin duelo,
entre la playa y el cielo
En la ladera de un monte
más alto que el horizonte
quiero tener buena vista
Mi cuerpo será camino
Le daré verde a los pinos
Y amarillo a la genista”.
En aquellos días, sin haber dejado del todo el catalán ya había compuesto en español baladas de amor como Tu nombre me sabe a hierba, retratos de una sociedad hipócrita como Fiesta, y además había desafiado al régimen musicalizando a poetas exiliados, asesinados o muertos en las prisiones del franquismo (como Leon Felipe, Antonio Machado, Rafael Alberti, Lorca, o Miguel Hernández). El camino que lo trajo hasta hoy estaba trazado.
Si algo ha caracterizado a Serrat antes y después de Mediterráneo es un continuo diálogo.
Un diálogo con la compleja cultura multiétnica nacida en torno a ese mar
amargo del llanto eterno
que han vertido en ti cien pueblos
de Algeciras a Estambul
para que pintes de azul
sus largas noches de invierno.
A fuerza de desventuras
tu alma es profunda y oscura».
“porque ella es más verdad
que el sol y la arena,
mi amor es un amor
de antes de la guerra
y la vergüenza«.
Un diálogo con el tiempo y con las pequeñas cosas que permanecen siempre, pese a todo
“en un rincón, en un papel o en un cajón”.
Un diálogo con el pasado que se negaba a irse y con quienes permanecían atados/as a él:
«Escapad gente tierna que esta tierra está enferma
y no esperes mañana lo que no te dio ayer
que no hay nada que hacer
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo
y sigue el camino de pueblo hebreo
Y busca otra luna
Tal vez mañana sonría la fortuna
y si te toca llorar
es mejor frente al mar.
Un diálogo, en suma, con cada una de las generaciones de sus contemporáneos y con sus circunstancias, con sus fracasos o sus alegrías. Un diálogo que siempre incluye y siempre integra.
Que 50 años después Mediterráneo se haya transformado en la canción emblema de quienes defienden el derecho de los refugiados de África y Medio Oriente a cruzar el mar y poder encontrar en la orilla norte la paz y la libertad que se les niega en sus tierras, lo dice todo.
Blue y la desolación creativa
Blue, grabado en California y considerado aún hoy como uno de los trabajos más importantes de la historia de la música popular no es Mediterráneo por varias razones… aunque varios de sus temas fueron compuestos, extrañamente, en la isla de Creta, durante un viaje de Joni cuyo único propósito había sido aislarse ¡y silenciarse a si misma! para sobrevivir emocionalmente.
Después de un pasaje por una Toronto demasiado estéril y fría, asentada desde 1968 en California, Joni Mitchell comenzaba a ser considerada como la figura femenina más influyente de la música y la poesía del momento, pero su relación con Graham Nash estaba terminando, comenzaba una aún más conflictiva con James Taylor y ella, como suele ocurrir, se culpaba del fracaso:
“I’m so hard to handle
I’m selfish and I’m sad
Now I’ve gone and lost the best baby
That I ever had”
Como parte de esa atormentada travesía personal surge Blue, que refleja hasta en sus detalles más íntimos los sentimietos y temores de una mujer que se ve enfrentada a los claro-oscuros de Taylor, que por entonces se motraba incapaz de manejar su adicción a la heroína.
Hey Blue
And there is a song for you
Ink on a pin
Underneath the skin
An empty space to fill in
Well there’re so many sinking
Now you’ve got to keep thinking
You can make it thru these waves
Acid, booze, and ass
Needles, guns, and grass
Lots of laughs
Lots of laughs
Everybody’s saying that hell’s the hippest way to go well
I don’t think so, but I’m
Gonna take a look around it though Blue
I love you
Después de Blue Jony Mitchel siguió brillando porque tanto talento era inocultable, pero se materializó en ella un alejamiento y hasta un rechazo manifiesto hacia las ideas y los anhelos que caracterizaron a su generación. No acompañó a los movimientos en contra de la guerra o por los derechos civiles como Joan Baez, ni produjo el huracán autodestructivo de Janis Joplin. Su crecimiento como artista convivió con una soledad creciente y una salud fragil pero empecinada, derivada quizá de aquellos años de hielo y polio de su niñez, o de las dificultades que debió enfrentar para convivir con hombres que no estaban a su altura… y perdonarlos.
Blue no es Mediterráneo aunque ambos hayan sido concebidos a orillas del mismo mar, por dos jóvenes brillantes de la misma edad, casi al mismo tiempo, durante las primaveras de 1970-1971, mientras el mundo daba un salto, porque no es un diálogo con la época y con la memoria colectiva, sino un monólogo exquisito falto de tradiciones y de calor. En Blue se puede entender a su protagonista y empatizar con ella, pero no acompañarla.
Es un esfuerzo aislado e intimista como pocos, que ha sido descrito como la quintaesencia de la canción confesional, y del que se ha dicho que fue “possibly the most gutting break-up album ever made».