El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la COVID-19, la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus SARS-CoV-2, una pandemia. Diez meses después, más de dos millones de muertes han sido confirmadas a nivel mundial. .
El 29 de febrero de 2020 se confirmó el primer caso de coronavirus en Ecuador y pocos meses después, a fines de mayo, el país presentaba la tasa de defunción per cápita más alta en América Latina. Los pueblos y las naciones indígenas están amenazados de manera desproporcionada por la pandemia de COVID-19. Sin embargo, el gobierno ecuatoriano ha fracasado en implementar medidas para proteger a ese sector de la población.
La falta de acción por parte del gobierno ecuatoriano, como evidencia Lianne Kolirin en Indigenous tribe in Ecuador appeals for help to deal with coronavirus, ha devastado muchas comunidades indígenas. Por ejemplo, el 90% de la nación Achuar ha sido infectado por el virus. Los Achuar son extremadamente vulnerables al virus por su aislamiento geográfico y la exclusión y discriminación que enfrentan para acceder a los servicios públicos. Es más, además de una ausencia de suficientes pruebas de COVID-19, medicamentos y equipos de protección personales, las restricciones de la cuarentena provocaron una escasez de alimentos y suministros básicos. Los Achuar ni siquiera recibieron herramientas estadísticas que permitan monitorear el comportamiento de la pandemia en su territorio.
Aunque la situación es extremadamente grave, debemos recordar que el pueblo indígena resistió quinientos años de opresión e injusticia de parte de los colonizadores primero y del estado ecuatoriano después, y seguirá resistiendo.
Por ejemplo, las organizaciones que son parte de la Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) han desarrollado sistemas de información para monitorear el impacto de la COVID-19 en sus territorios, lo cual les permite controlar el análisis desde su perspectiva.
En la ciudad de Cayambe, para protegerse del virus, la comunidad indigena afirmó su autodeterminación y tomaron control de su comunidad: implementaron 132 puestos de control y un toque de queda. Los que no cumplen con las reglas son sometidos a la justicia de acuerdo a la cosmovisión indígena andina y tienen que participar en trabajo comunitario.
El pueblo Waorani hizo una demanda para que el gobierno tome medidas precautorias urgentes para proteger su comunidad de la COVID-19. En junio, la nación Waorani ganó y una corte provincial dictaminó que el Ministerio de la Salud y el Ministerio de la Inclusión Social deben comunicar mejor con líderes Waoranis para obtener más pruebas de COVID-19, alimentos y otras necesidades.
El legado del colonialismo es culpable por la injusticia sistémica que enfrentan las
comunidades indígenas en Ecuador, la cual los pone en mayor riesgo frente a la COVID-19. En líneas generales, los índices de pobreza son mucho más altos entre las comunidades indígenas que entre el resto de la población, aún cuando comparten características similares, tal como el nivel de educación, la edad, la residencia o el empleo.
Estos índices señalan la existencia de obstáculos distintos y excluyentes para las comunidades indígenas. El Artículo 1 de la Constitución de Ecuador estipula que Ecuador es un Estado Plurinacional e Intercultural. Esto significa que el Estado ecuatoriano reconoce una sociedad multicultural que incluye a los pueblos y las naciones indígenas que han sido ignoradas históricamente. Pero aun así, como lo remarcó la CONAIE, “las medidas adoptadas para proteger a los pueblos y nacionalidades indígenas…han sido tardías, escasas y dispersas, revelando la ausencia de una estrategia específica por parte del gobierno ecuatoriano en relación a los pueblos indígenas y la pandemia del COVID 19”.
La resiliencia del pueblo indígena no excusa al gobierno ecuatoriano de su inacción. Como hemos visto, el deber del gobierno frente a las comunidades indígenas es constitucional además de moral. Los no indígenas también tenemos un deber moral. Tenemos que mantenernos al día con la lucha del pueblo indígena y pasar a la acción como sus aliados. Como nos recuerda la cosmovisión indigena, todo está conectado. El mundo globalizado, dinámico, interconectado permitió que la epidemia de COVID-19 se convirtiera en pandemia. Una respuesta interconectada que reconozca que aquí todos estamos relacionados y tenemos responsabilidades los unos con los otros, nos permitirá salir.