Los viejos, la Covid-19, las instituciones y los cuervos en el trigal de Van Gogh

Lo que ha sucedido con los viejos en las llamadas Long Term Care Homes, lo que está sucediendo y lo que seguirá sucediendo ante nuestros ojos si no somos capaces de ponerle remedio, son manchas negras que se suceden y se multiplican, que se ciernen sobre lo vulnerable y agostado como salidos de un cielo demasiado denso y atormentado como para ser un cielo verdadero. Algo quizas similar a lo que sentía Vincent Van Gogh cuando ya desesperado, pintó su Trigal con Cuervos. .

Aquella pintura fue posiblemente la última, ya que pocos días después de darla por finalizada, su autor decidió terminar con su vida, pero nos referiremos ahora a lo que está pasando en las LTCH y a los responsables de que eso suceda.

La Covid-19 ha resultado ser algo así como una maquinaria implacable que nos ha obligado a admitir ineficiencias, inequidades o injusticias allí donde por incapacidad, pereza o simple insensibilidad no las veíamos. En este sentido, quizás las mayores muestras de inmoralidad que ha desnudado la pandemia sea el modo en el que las sociedades ricas, Ontario, sin ir más lejos, se desentiende de sus viejos y los deja a merced del abuso y la desidia en sus momentos de mayor vulnerabilidad.

Se supo desde el primer momento que los casos más graves de la nueva enfermedad se daban entre los adultos mayores y que el riesgo aumentaba con la edad. Pero fue evidente además que un porcentaje altísimo de los contagios y las muertes se producían en las Long Term Care Homes, es decir en instituciones en las que viven los adultos mayores más frágiles y que por esa razón deberían ser los lugares en los que estuvieran mejor atendidos.

Y fue claro desde el primer momento a qué se debía aquella mortandad (porque esa es la palabra que debe ser utilizada si no queremos extraviarnos en eufemismos que no hacen otra cosa que esconder y apañar las peores realidades). Aquella mortandad se debía a las pésimas condiciones de salud e higiene a las que se sometía a los pacientes, y a las igualmente pésimas condiciones de trabajo que debían aceptar las personas que tienen la desgracia de trabajar en esos lugares (en su gran mayoría inmigrantes o personas pertenecientes a las llamadas “minorías visibles”).

Y tan así fue que en aquel momento, y varias veces desde entonces, tanto el Premier de Ontario como su Long-Term Care Minister, Merrilee Fullerton, se refirieron al “iron ring” que estaban construyendo alrededor de esas instituciones de modo de asegurar que sus residentes estuvieran protegidos frente a una segunda ola de la enfermedad.

Pues bien… Las estadísticas oficiales e investigaciones periodísticas de la mayor seriedad nos muestran hoy algunas cosas, que no sólo deberíamos hacer carne sino que, sobre todo, no podemos olvidar:

1) De las casi 6.000 muertes relacionadas con la Covid-19 en la provincia, más de 3.500 son decesos ocurridos en una Long Term Care Home.

2) Casi el 80% de esas muertes se han dado en instituciones privadas en tanto que sólo el 20% han ocurrido en instituciones públicas.

3) En este momento el 40% de los “hogares” está infectado.

4) De acuerdo a una investigación realizada por el Globe and Mail y publicada el 25 de enero, es evidente que el fracaso del “iron ring” del Premier y su ministra radicó en que sólo una pequeña parte de las reparticiones oficiales encargadas de ejercer funciones de policía sanitaria cumplieron con su rol esencial: (inspeccionar, detectar irregularidades y tomar medidas para que esas irregularidades se subsanen).

Por tomar sólo una de las conclusiones a las que arriba la investigación del Globe and Mail: entre el 1º de marzo y el 15 de octubre de 2020 fueron inspeccionadas sólo 11 de las 626 Long Term Care Homes habilitadas en la provincia y, recordemos, al día de hoy, el 40% de ese total está infectado.

Todo lo anterior nos habla de negligencia institucional, no cumplimiento de funciones, insensibilidad, desprolijidad y falta de escrúpulos no sólo en esas instituciones cuyo negocio consiste en brindar servicios deficientes para obtener mayores ganancias.

También debemos hablar de negligencia institucional, no cumplimiento de funciones, insensibilidad, desprolijidad y falta de escrúpulos en el aparato burocrático, quizás integrado por demasiadas personas tan poco preparadas como poco dispuestas a enfrentarse a intereses capaces de hacer sentir su fuerza de mil modos.

Pero debería ser posible usar los mismos términos para referirnos al accionar de las autoridades responsables por todo este fracaso, este desorden generalizado que se traduce, cada día, en abusos, muerte y dolor.

Cuando Vincent Van Gogh pintó Trigal con Cuervos, seguramente intentó representar, con esos trazos negros que se abaten sobre un campo de espigas maduras, lo que él sabía que inexorablemente sucedería 9 días después. Pudo, aunque esto no sea ningún consuelo para su dolor, mostrar lo que pasaba, anticiparse a su propia muerte, y transformarlo en algo de una belleza inolvidable.

La muerte de las personas vulgares, como puede serlo la de cada uno de nosotros, no tiene la capacidad de transformarse en belleza imperecedera, y por eso es más trágica y más triste, si cabe. Y por eso debería transcurrir rodeada al menos de respeto.

Respeto es lo mínimo que puede pedirse en la vejez. Y es precisamente respeto institucional lo que las autoridades de la salud son incapaces de asegurar en esos lugares en los que la fragilidad se ha transformado en una excusa para la negligencia, y el desamor, y el robo.

DIÁLOGOS
DIÁLOGOShttps://dialogos.online
Una experiencia de periodismo independiente/independiente a cargo de Latin@s en Toronto (con la colaboración de amigues de aquí, de allá y de todas partes)