Clownish incompetence: dos palabras aplicadas a un gobierno extraviado en sus caprichos

Analizar o valorar una política de control de la pandemia supone poner en consideración mucho más que cifras de contagios o de muertes. Es mucho más que mostrar con aparente sorpresa las curvas que se aplanaron en verano para dispararse súbitamente en el invierno y balbucear explicaciones vagas y contradictorias en una conferencia de prensa más, tapizada de banderas. .

Es poder valorar a quiénes golpea más. Qué se hace para protegerlos. Cómo lograr que quienes están más expuestos no se transformen en vectores de más contagios. Cuál es el comportamiento personal de quienes tienen en sus manos las responsabilidades de gobierno. Cuál es la capacidad que demuestran de estar entendiendo la situación y de empatizar con los que más sufren.

Y es, además, valorar la oportunidad de las medidas que se adoptan y su capacidad para incidir positivamente en una situación que, ya está claro, continuará alterando nuestras vidas durante no pocos meses. Es poder medir y cuantificar lo que se hace. Disponer de la información como para evaluar si se están distribuyendo eficientemente las vacunas, cuál es el plan si lo hubiera, cual es el porcentaje de camas libres en las Unidades de Cuidados Intensivos, qué se ha hecho en relación a la situación caótica y deplorable de las Long Term Homes que funcionan en la órbita privada, o qué idea tienen quienes nos gobiernan acerca de cuáles son los derechos de las personas de edad…

Está claro que en una situación de crisis de la cual no existen antecedentes, los errores son inevitables. De eso no hay duda. Pero si se hace un paneo rápido de todo lo anterior en relación al gobierno provincial de Doug Ford, el resultado es entre descorazonador e indignante.

Y lo ven de esa forma no sólo aquellos que (como en nuestro caso), suelen ver las políticas conservadoras con cierta aprensión y con bastante desconfianza, sino que, ahora, los analistas y los medios que le fueron afines se están transformando en sus críticos más mordaces.

Clownish incompetence

With clownish incompetence, Ontario enacts a new, incomprehensible ‘lockdown’ titulaba la editorialista del Globe and Mail Robyn Urback al día siguiente de los últimos anuncios, y continuaba:

In response to devastating projections that Ontario’s health care system is on the brink of collapse, Premier Doug Ford announced that his government will be doing … practically nothing.

Urback, después de hacer un repaso detallado de cómo las medidas anunciadas se contradicen entre sí, como unas desaconsejan hacer lo que otras promueven, o cómo ninguna de ellas parece estar encaminada a solucionar nada, vuelve a usar, sobre el final, las dos palabras detonantes de su título: incoptencia payasesca. Y vuelve a advertir acerca de la situación crítica que se prevee para dentro de pocas semanas.

It was a clownish level of incompetence for a government that is now facing the prospect of 100 COVID-19 deaths a day by the end of February (double the current rate) and a growing wave of seriously ill patients that our already overburdened system simply cannot handle. Mobility data revealed during Ontario’s modelling update showed that people weren’t listening to instructions to stay home before. And now all they have are a collection of confusing, relatively mild and inherently contradictory directives. Somehow, the province hopes these rules will prevent its health care system from barrelling into catastrophe.

Vale notar y es necesario insistir en que cuando el gobierno le adjudica parte de la responsabilidad por la disparada de los contagios a la gente que no ha mantenido adecuadamente las medidas de prevención aconsejadas, se llega al punto crucial, que es a su vez el más desatendido y el que, presumiblemente, va a llevar a la desaparición de Ford de la política a corto plazo.

¿Incapacidad, ideología o caprichos?

Sorprende la poca capacidad demostrada por el gobierno de Ontario para entender que la Paid Sick Leave que se le reclama no es un gasto innecesario e inasumible. Países que suelen ser definidos como «del tercer mundo» han implementado medidas similares y las aconsejan todos los organismos internacionales.

Se entiende casi universalmente que dado que quienes tienen que elegir entre comer o permanecer en sus casas elegirán con toda lógica comer, habilitar la posibilidad de que si enferman no estén obligados a trabajar es -además de justo-, una inversión para proteger la salud del resto. Sin eso será muy difícil combatir eficazmente la pandemia.

Pero la posición de la administración Ford ha pasado los límites de lo que se puede entender como una incapacidad o una torpeza, para entrar de lleno en la órbita de la ideologización y los caprichos.

Doug Ford lo entiende. No pude no entenderlo porque se lo aconsejan autoridades de la salud de su propia administración. El problema es que no quiere. La protección de quienes trabajan no está entre sus prioridades ni forma parte de las mayores preocupaciones de su partido. Pero además, posiblemente esté más urgido en apaciguar a sus electores más cercanos al negacionismo que en gobernar bien.

Como dice la periodista cuyo análisis hemos seguido ya que ella es seguramente más ecuánime que nosotros:

But this government’s laggard performance throughout this pandemic – from being caught flat-footed on testing early in the second wave, to leaving vaccines in freezers during the Christmas holidays, to the abject failure to protect long-term care – has proven it to be incapable of acting proactively, decisively, or with any semblance of innovation. Despite experiencing the perils of acting too late, it still tiptoes along the path to disaster, pausing to tie its shoes only after tripping over its laces.

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