Uno de los mitos de la antigüedad más terribles, transformado luego por Benvenuto Cellini en una obra de belleza extraordinaria, nos narra los esfuerzos de Perseo cuando se propuso decapitar a la Medusa, una mujer con cabellera de serpientes que petrificaba de espanto a quienes se atrevían a mirarla a la cara.
Y si estamos recordando a Perseo para referirnos a un mapa, es porque lo que podemos ver en él es tan horrible, que si no tomamos precauciones, nuestra alma podría transformarse en piedra. Pero vale la pena verlo, y hacerlo a pantalla completa. . .
Este mapa, difundido por Médicos Sin Fronteras con datos de Third World Network muestra a los países que proponen que las patentes de la vacuna contra la Covid-19 se liberen (en verde y amarillo) y a los países que se niegan (en rojo).
Es la división norte-sur. La división que separa a los ricos de los pobres. La división que opone a los que se benefician o tratan de beneficiarse aún de una pandemia, de los que padecerán (los que padeceremos) las consecuencias. Las consecuencias de la pandemia y las consecuencias de su voracidad descontrolada.
El color rojo corresponde a los países cuyos gobiernos, puestos a elegir, eligen proteger las ganancias descomunales de los grandes conglomerados farmacéuticos antes que la vida de los más. Y lo hacen, no lo podemos obviar, aún cuando saben que la posibilidad de que las vacunas tuvieran un precio significativamente menor, sería un alivio también para sus propias economías.
El color rojo (si exceptuamos a Brasil, que está demostrando cómo se paga una pésima elección) corresponde a esos países que han acaparado ya el 54% de las vacunas que se desarrollarán en 2021, cuando sólo tienen el 14% de la población mundial. Los que ya están calculando a qué precios van a vender o “donar” sus excedentes cuando en 2022 se hayan liberado del virus y se les haga necesario -y estimen conveniente- que en el Sur las cosas sigan funcionando.
India y Sudáfrica han impulsado una propuesta en la Organización Mundial del Comercio (OMC) para que se suspendan los derechos de propiedad intelectual sobre cualquier tecnología, medicamento o vacuna contra la covid mientras dure la pandemia. Hay una mayoría de países que apoyan esta medida: los que tienen rentas más bajas, los que no tienen capacidad para comprar vacunas. En contra de esta propuesta están los de rentas más altas como Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia o la Unión Europea.
Hay muchas iniciativas a favor de esta propuesta. The People Vaccine’s es una de las que recoge a más organizaciones internacionales como Oxfam o Amnistía Internacional. Según los análisis de esta alianza, nueve de cada diez personas de al menos 70 países pobres no podrán vacunarse durante 2021. A su vez, los países ricos han acumulado dosis suficientes como para vacunar a su población casi tres veces. Canadá es el país que encabeza la lista de acaparamiento de dosis y ha comprometido la compra de vacunas suficientes como para vacunar a cada canadiense 5 o incluso 6 veces.
Como dice Nora Loreto en su nota para Passage: Canada’s vaccine hoarding and refusal to support the call to make vaccines easier to manufacture and distribute should be a national shame:
All pandemics thrive on selfishness. Refusal to share, breakdowns in social solidarity and a me-first attitude are all antithetical to how to collectively survive a pandemic. When people who are vulnerable to infection remain so, it poses a risk to everyone. A successful campaign against COVID-19 either within a country or internationally requires intentional and important investments in collectivity and social solidarity.
This is why Canada’s domestic pandemic response has been so terrible. Rather than making these kinds of investments, governments have overseen the spread of COVID-19 among racialized and low-income communities, while white and higher income communities have been relatively safe. If this is how we organize public policy domestically, perhaps it isn’t surprising that Canada would do the same internationally.
El mito cuenta que con la ayuda de Zeus, de Hermes, de Atenea y de las náyades, que lo proveyeron de objetos mágicos y lo aconsejaron, Perseo logró viajar hasta los confines del mundo conocido, encontrar a la Medusa, y hacer que se mirara a sí misma en el escudo con el que él se defendía. Una vez que ella cayó víctima de su propio hechizo, decapitarla le fue fácil. Con su cabeza, luego, fue capaz de petrificar a quienes lo perseguían.
Es un mito, y aparentemente no tiene ninguna relación con el mapa que hemos visto. Pero como todos los mitos, admite múltiples lecturas.
Una de ellas nos dice que deberíamos poder enfrentar la realidad que ese mapa muestra, no petrificándonos de horror, sino haciendo que quienes son responsables de esa barbaridad puedan verse reflejados en sus resultados. Para que verlos los paralice y los detenga.
Mientras tanto, vale la pena mirar el gráfico siguiente, que muestra los países hacia los cuales está siendo dirigida la producción de diferentes laboratorios. A eso nos referiremos en una próxima nota.