Pocas series consiguen abordar diferentes temas sociales a través de personajes tan dispares en apenas nueve episodios y contando con una única temporada. Pero Grand Army lo ha conseguido, ha puesto encima de la mesa cuestiones importantes, alejándose de la ficción y recreando mejor la realidad. .
Por Cynthia García, graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid – Nota de Portal Afroféminas
Grand Army, estrenada en octubre de 2020 en Netflix y dirigida por Katie Cappiello, ha logrado crear nuevas narrativas y poner en primer plano a jóvenes racializados/as que cuentan historias nunca antes vistas desde esas perspectivas. La narración transcurre en este año 2020 y a pesar de estar ambientada en los Estados Unidos, cualquier televidente puede sentirse identificado/a con los personajes, ya que no sólo muestra la etapa de la adolescencia como un periodo complejo en pleno descubrimiento de uno mismo, si no que también narra las experiencias de cada uno de ellos con un toque realista donde las minorías se convierte en las protagonistas, algo que no suele ocurrir en la mayoría de las series sobre adolescentes.
Si alguien ha visto esta serie podrá coincidir conmigo en que cuando empiezas a verla te da la sensación de que vas a ver una serie más sobre adolescentes con problemas cuya trama se desenvuelve en un instituto y pronto aparecerán los típicos clichés que las películas y series han adjudicado a los jóvenes. En verdad, la trama se desarrolla en un instituto de enseñanza de Brooklyn y la vida de los cinco adolescentes protagonistas se ve envuelta en diversas problemáticas «juveniles». Pero lo innovador de esta serie es que no se respalda en esos tópicos sino en la riqueza étnica de los personajes, mediante la cual se ejerce una crítica que abarca asuntos políticos, sociales o raciales.
Esta serie retrata muy bien la realidad y crea consciencia sobre conflictos con los que muchas personas racializadas conviven a diario en numerosas partes del mundo, unas vivencias nunca antes mostradas en televisión y que ahora por fin han salido a la luz. Cuestiones cómo la búsqueda de la identidad racial de una joven de origen chino que ha sido adoptada por padres judíos, el estigma que conlleva en Estados Unidos ser de descendencia india y que te miren como a un terrorista, el racismo institucional y las consecuencias que éste tiene en los jóvenes negros, los abusos sexuales a los que se enfrentan muchas mujeres que quedan desamparadas ante un sistema judicial que no las defiende; pero también abre el debate sobre la búsqueda de la identidad sexual de las personas racializadas o la importancia de la salud mental para mujeres negras que no pueden costearse ir al psicólogo por los elevados precios que implica la terapia. Estas cuestiones son sólo algunas de las muchas que aborda la serie y que para el público pueden llegar a ser desconocidas.
Series como ésta aportan frescura, acercan al público a una imagen más real de lo que es la sociedad y las personas que la conforman, dejando a un lado los típicos estereotipos hacia los jóvenes sobre drogas, sexo y alcohol, e invitando a una mayor reflexión acerca de los problemas con los que muchos colectivos invisibilizados tienen que lidiar a diario.
Sin duda Grand Army deja con ganas de más y es de agradecer que plataformas como Netflix apuesten por la diversidad pero sin caer en el tokenismo, dando voz realmente a racializados/as que en esta ocasión dejan de estar en segundo plano y pasan a ser los narradores en primera persona de su propia historia. Lo que hace que se garantice una mayor representación para las nuevas generaciones a las que se les ofrecen muchos más referentes con los que poder identificarse.