Isabel I de Inglaterra fue una reina audaz, inteligente y poderosa cuyo aspecto físico y sus hábitos cosméticos no pasaban desapercibidos. En aquella época, maquillarse era signo de distinción y la reina, que sabiamente había hecho de si misma un espectáculo imborrable, lo hacía profusamente con cerusa de Venecia, un pigmento blanco sumamente tóxico. ..
El maquillaje le daba un aspecto blanco inmaculado, que combinaba con la pureza que se le atribuía y contrastaba maravillosamente con su vestuario habitual, suntuoso y colorido, cubierto de pedrerías y bordados, que aún admiramos en los retratos que han llegado hasta nuestros días.
Ella había comprendido bien que le belleza era un elemento imprescindible para una mujer que debía ejercer el poder y que sus contemporáneos veían el esplendor de su reina como una confirmación de su derecho al trono, pero empleaba semejante cantidad de maquillaje para ocultar las cicatrices que había dejado en su alma y en su cuerpo la viruela, que contrajo el 10 de octubre de 1562, cuando tenía 28 años.
No había quedado tan desfigurada como una de sus damas de compañía, Lady Mary Sidney que contrajo la enfermedad mientras la asistía en su enfermedad, pero sentía la necesidad de ocultarlas con aquel maquillaje tóxico, que acarreaba terribles consecuencias a quienes lo utilizaban. Perdió su espléndida cabellera rojiza, los pocos dientes que pudo conservar ennegrecieron y olían mal, se agrió su carácter, su piel se ajó y necesitó cubrirla con capas de maquillaje cada año más gruesas y dañinas y sobre el final de sus días se vio obligada a hacer retirar los espejos de todos los salones del palacio que habitaba.
Podría ser Isabel I y su sacrificio para cumplir con los cánones de la belleza de su época un buen motivo de reflexión en un mes como noviembre, dedicado a la toma de conciencia sobre la violencia contra las mujeres, sobre todo porque la utilización de sustancias tóxicas para cumplir con el canon ha sido una constante a lo largo de toda la historia. Las hetairas griegas utilizaban también el albayalde para lucir más hermosas, más de 1000 años antes de nuestra era.
Pero si llegamos a Isabel es porque nos interesa hablar de los virus… Y así como el virus de la viruela tuvo consecuencias devastadoras en la belleza, en la psique y en el cuerpo de una reina (y seguramente las tuvo también en sus actos de gobierno) ese y otros muchímos virus han desempeñado un papel esencial en importantes episodios de la historia, en la literatura, el arte, la ciencia, o la política.
Sería imposible pretender mencionarlos todos aquí, pero en Diálogos, en una serie de notas especiales, comenzaremos a hacer un repaso de las mayores marcas que los virus han dejado en las sociedades humanas, y en nuestros cuerpos y en nuestros sueños.