Dos recientes notas de The Guardian, aparecidas ambas el viernes 18 de septiembre con sólo dos horas de diferencia, son excelentes reflejos de realidades que la pandemia, en ocasiones, nos hace olvidar, pero que han estado allí y seguirán estando independientemente de -pero agravadas por- lo que suceda con el virus.
A una de ellas, titulada US-led wars have displaced 37m people. America should accept responsibility, nos referiremos en una próxima nota. El título ya nos advierte la gravedad del problema. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tal cantidad de seres humanos desplazados de sus lugares de origen. Se trata de una emergencia humanitaria para la que no hay precedentes ni experiencia internacional previa acerca de cómo enfrentarla.
La segunda nota, a la que nos referiremos a continuación, es de Mark Weisbrot , co-director del Center for Economic and Policy Research, con sede en Washington y se titula Silence Reigns on the US-backed coup against Evo Morales in Bolivia.

Vale la pena recoger algunos párrafos de la nota textualmente, porque nos ubican bien en lo que en este momento sucede en el país hermano, pero además porque serían un buen prólogo para que nuestra comunidad se permita un debate cada día más necesario.
«Bolivia has descended into a nightmare of political repression and racist state violence since the democratically elected government of Evo Morales was overthrown by the military on 10 November last year. That month was the second-deadliest in terms of civilian deaths caused by state forces since Bolivia became a democracy nearly 40 years ago, according to a study by Harvard Law School’s (HLS) International Human Rights Clinic and the University Network for Human Rights (UNHR) released a month ago».
Mark Weistbrot, en su nota, luego de recordarle a los lectores de The Guardian que durante los gobiernos de Evo Morales la pobreza en su país se había reducido en un 42% y la extrema pobreza en un 60%, se refiere a las causas del golpe que terminó con su mandato y a quienes lo protagonizaron: “The November coup was led by a white and mestizo elite with a history of racism, seeking to revert state power to the people who had monopolised it before Morales’ election in 2005”, destacando además que en el informe de la Universidad de Harvard se denuncia que todas las víctimas de las dos grandes masacres desatadas por las fuerzas armadas después del golpe de estado, eran indígenas.
La descarada fábrica de un fraude inexistente
Después de esa contextualización de los hechos, el informe aborda otro de los puntos cruciales en lo sucedido en noviembre, y retoma las conclusiones a las que ya The New York Times y The Washington Post habían arribado hace pocos meses: el fraude del que se habló y que habría desencadenado una reacción popular en contra del gobierno legítimo, fue algo «fabricado» en la OEA y el gobierno de los Estados Unidos, y luego difundido y promovido por una prensa excesivamente manipulable.
«What has received even less attention is the role of the Organization of American States in the destruction of Bolivia’s democracy last November.
As the New York Times reported on 7 June, the organisation’s “flawed” analysis immediately following the 20 October election fuelled “a chain of events that changed the South American nation’s history”.
The OAS allegations were indeed the main political foundation of the coup, and they continued for months.
No podemos en esta nota extendernos en lo que ya parecía evidente cuando en diciembre de 2019 133 expertos de prestigio internacional le advirtieron a la OEA que su denuncia de un fraude no tenía asidero. Recomendamos sí una puesta al día de la situación publicada por el propio The Guardian en marzo de 2020, accesible aquí: No evidence of fraud in Morales poll victory say US researchers.
A lo largo de los últimos meses, a las investigaciones de distintas Universidades y medios de prensa, se les sumaron investigaciones llevadas adelante en el propio Congreso de los Estados Unidos, algo que en su artículo para The Guardian, Mark Weisbrot también nos recuerda:
«Four members of the US Congress, led by Jan Schakowsky, have also weighed in with a letter to the OAS asking 11 basic questions about the OAS analysis. More than nine months later, the OAS has yet to answer.
In July, the US Congress held briefings with top officials of the OAS, and confronted them with some of the same questions; they gave no substantive answers.
With the original, and politically decisive, allegations of fraud increasingly discredited, the OAS turned to “irregularities” in the election to maintain the assault on its legitimacy. But it turned out that these allegations, like the ones based on statistical claims, could not withstand scrutiny«.
La nota que hemos tomado como punto de partida de lo que pensamos que debería ser motivo de reflexión dentro de nuestra comunidad, continúa y su autor plantea seriamente la necesidad de que se investigue el rol de la OEA en la consumación de lo que hoy sabemos que ha sido el primer (y sangriento) Golpe de Estado perpetrado en nuestra América en décadas.
Luis Almagro, su Secretario Genera,l no ha realizado comentarios a lo dicho recientemente por Elon Musk, el propietario de Tesla, a propósito de sus intereses en los extensos yacimientos bolivianos de litio y en su relación con lo sucedido en noviembre de 2019: «daremos un Golpe de Estado a quien se nos antoje»
Frente a todo lo anterior y teniendo en cuenta lo que hoy ya ocupa páginas y más páginas de la prensa respetable de todo el mundo, nos parece pertinente plantear algunos puntos que deberían ser de nuestro interés:
¿Le cabe al Gobierno de Canadá alguna responsabilidad en el error (en el caso de que de un error se trate) de haber reconocido al gobierno surgido del Golpe de Estado apenas minutos después de que se hubiera producido?
Desde aquel aciago momento en que el error se cometió ¿no ha habido evidencia suficiente como para que nuestro gobierno de al menos alguna tímida señal en el sentido de aceptar la responsabilidad por el tremendo error y encarar cuanto antes su enmienda?
El encantamiento con un Grupo de Lima que el tiempo ha demostrado que reunía, casi por milagro, a los gobiernos más inoperantes y polémicos del continente ¿finalizará alguna vez?
La lentitud del gobierno de nuestro país para llegar a las mismas conclusiones a las que arriban gobiernos como los de Argentina, México o los de los países europeos ¿responde a algún tipo de condicionamiento relacionado con las empresas canadienses que operan en la región?
La aparente incapacidad que el gobierno canadiense tiene para parcibir que el gobierno de facto que ha reconocido es, además de ilegítimo, racista, ¿tiene algo que ver con las dificultades que el Estado ha tenido a la hora de reconocer los derechos de los pueblos indígenas en su propio territorio?
Y por último: tu, yo, nosotros, nosotras ¿no podríamos hacer algo más para que este panorama -tan triste y tan árido como un salar del altiplano flotando en un mar de litio- cambie?