Cuando los dados caigan, el 23 de septiembre, la sangre no habrá llegado al río

Los dados en el aire de los que hablábamos en una nota anterior (Sucesos inesperados, la fatiga del poder y los dados que giran en el aire) están a punto de caer.

Y aunque el resultado exacto de la jugada aún es incierto, ya es posible adelantar que difícilmente la sangre llegue al río. Afortunadamente para todos.

Hagamos un breve repaso antes de arriesgar una opinión que será, por supuesto, provisoria.

El escándalo WE y sus consecuencias de corto y mediano plazo

Después del “escándalo WE” y del infructuoso intento del gobierno por bajar el perfil de un desliz de proporciones, durante más de un mes, la oposición, la prensa y la opinión pública fueron colocando al Partido Liberal y su gobierno en minoría en una situación de inestabilidad riesgosa.

El escándalo tendrá consecuencias adicionales de importancia en el mediano plazo en dos áreas de importancia:

  1. en la transparecia de los procedimientos a través de los cuales el Estado administra los recursos, y
  2. en una necesaria revisión de las modalidades a través de las cuales se vehiculiza la cooperación canadiense para el desarrollo. Traspiés como el vivido por el país cuando hace apenas dos meses fracasó con estrépito su postulación a un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tienen que ver con eso.

Pero esos temas de fondo tendrán importancia en el tiempo por venir… Por el momento, en el corto plazo, la consecuencia inmediata del escándalo fue el desafío planteado por Yves-François Blanchet en nombre del Block Quebecois, que amenazó con presentar una moción de censura al gobierno en septiembre si el Primer Ministro y su Ministro de Finanzas no renuciaban.

Un gobierno que cede y se tensa simultáneamente

Con una velocidad de vértigo y con una demostración de frialdad ejecutiva poco frecuente, el Primer Ministro Justin Trudeau cedió la mitad de lo que se le pedía (la mitad que no era el, por supuesto).

Así sustituyó a su amigo Bill Morneau que ya comenzaba a ser una incomodísima y poco justificable piedra en el zapato y lo sustituyó por una mujer que para algunos analistas se perfila(ba) como su sucesora.

Pero simultáneamente tensó al máximo sus posibilidades de maniobra y sus aspiraciones de futuro. Cerró hasta el 23 de septiembre el Parlamento, entregó a las comisiones investigadoras que ya dejaban de fincionar una cantidad enorme de documentación en la que lo esencial parece estar tachado, moderó el ánimo de sus colaboradores ante la nominación de Kamala Harris a la vicepresidencia estadounidense, y se abocó a la tarea de elaborar un programa “post-pandemia” que aparentemente recogerá, quizás con mejoras, las promesas de campaña que en octubre le habían asegurado, aunque por poco margen, un segundo período.

Una oposición que mide lo que tiene para ganar… y lo que podría perder

En política, cuando se hacen movimientos como los que hemos estado presenciando y cuando lo que se busca es mantener cierta estabilidad sin la cual todo el sistema se volvería impredecible, lo ideal es que todos pierdan poco y que nadie gane demasiado.

Y la política canadiense, a pesar de algunas características que la hacen insípida y poco participativa, tiene al menos esa virtud.

El Block Quebecois, es quizas el único ganador neto hasta el momento, ya que obtuvo la mitad de lo que exigió y porque su apuesta tenía como objetivo fortalecer a su electorado, debilitando a su principal contendor en la provincia. No tenía por el momento mucho más para ganar y seguramente ha quedado satisfecho.

El Partido Liberal gana ya que salió del brete en el que su misma torpeza lo había situado y además sale con un «control de daños» razonable. Se coloca nuevamente en situación de transformar en apoyo electoral su manejo moderadamente exitoso de la pandemia, instala la idea de que la salida del Ministro de Finanzas responde a la voluntad del gobierno de extender en el tiempo los subsidios por desempleo, y retoma (aunque aún no sepamos cómo) las ideas claves que vertebraron sus dos campañas anteriores, es especial lo relacionado al medioambiente y al crecimiento sostenible, con lo que, de paso, busca resituarse, en el escenario mundial.

Podría, con lo dicho, enfrentar una elecciones anticipadas con serias posibilidades de éxito. Pero además y por lo que veremos a continuación, no sería imposible que obtuviera nuevamente la mayoría parlamentaria. Eso explica que sea ahora el propio PM quien anticipe que presentarán una moción de confianza en cuanto el Parlamento reasuma sus funciones.

El Partido Conservador, que pudo haber sido el beneficiario directo e inmediato del “escándalo WE”, ha sufrido un serio traspié. Su base electoral está suficientemente galvanizada y volcada hacia la derecha como para haber desperdiciado la oportunidad de elegir un nuevo liderazgo moderado, el único que le hubiera dado posibilidades de triunfo en el corto plazo. Erin OToole deberá ahora, en primer lugar, darse a conocer fuera de su propio partido (y eso lleva tiempo), en segundo lugar, estructurar un programa que lo aleje de las posiciones más reaccionarias de su electorado (y eso requiere sutileza) y, en tercer lugar, evitar que un corrimiento suyo hacia el centro lleve a quienes le dieron el triunfo, en especial en las provinicias del oeste, hacia alternativas de cariz trumpiano (y eso no será sencillo en épocas de Facebook y fake news).

Para el Partido Conservador, todo lo anterior no implica una derrota decisiva pero aleja en el tiempo sus posibilidades de triunfo. Deberá ahora tratar de restañar heridas autoinfligidas y eso dependerá, entre otras cosas, de lo que suceda en noviembre al sur de la frontera.

El NDP, que desde la centro-izquierda ha sido el mayor apoyo del Partido Liberal durante la pandemia y puede reclamar (aunque pocos lo oigan) que una buena parte de las políticas más acertadas del gobierno en el manejo de la emergencia, se deben a sus iniciativas y a las presiones que ejerció para que fueran adoptadas, se encontraba en una situación que, en un primer momento pudo parecer difícil pero ya ha dejado de serlo.

El sistema electoral canadiense (ese que el hoy Primer Ministro había prometido que sería reformado en 2015) tiene, entre sus principales características, un efecto doblemente perverso. Primero lleva a que los electores, para que su voto no pase a integrar el cerca de 50% de votos que quedan sin representación, elijan sólo entre las dos opciones que aparecen con posibilidades de triunfo. Luego, su falta de proporcionalidad hace que el tercer y el cuarto partido, obtengan una representación parlamentaria que es sólo una fracción de los votos obtenidos.

Si una censura al gobierno hubiera resultado inevitable, el NDP habría sido el partido que debía tomar la decisión y el que sufriría los resultados, pero ese fantasma parece haberse quedado en el closet por el momento.

Conclusión provisoria

Una elección anticipada, con un Partido Liberal instalado en el centro del espectro político pero con propuestas que podrían volver a ser atractivas para un electorado socialmente de izquierdas, y con un Partido Conservador que se presenta a si mismo como recién salido de una caverna, era el peor escenario para el NDP y por extensión también para el Partido Verde.

Cabe anticipar entonces que, luego del 23 de septiembre, el partido que tendría más para perder si cayera el gobierno, asegurará los votos necesarios para que el gobierno se sostenga y la sangre no llegue al río.

La sabia máxima de que la estabilidad se consigue cuando todos pierden poco y nadie gana demasiado, seguirá en pie al menos varios meses más.

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