En un análisis muy interesantea cerca de algunos aspectos de las sociedad estadounidense que habitualmente no son tenidos en cuenta, el historiador de McGill University J. M. Opal –en una reciente nota de The Conversation que hemos republicado– advierte:
For all his volatility and incompetence, then, Trump is the default choice — even the safe choice — for a critical mass of white voters and business owners. The deaths of nearly 170,000 Americans to COVID-19 won’t change that, in part because the victims are disproportionally Black, Indigenous, people of colour and poorer workers.
With all this history on his side, Trump will be hard to beat even if he fights fair, which he almost certainly will not do.
The Democrats are in for a desperate fight.
Esa realidad que J.M. Opal nos pone delante a poco más de dos meses de las elecciones estadounidenses puede sorprendernos, ya que solemos mirar al presidente Trump a partir de los efectos de sus caóticas e intempestivas decisiones en el mundo.
Un ejemplo de qué sucede en el mundo con los deseos y los caprichos de Trump lo pudimos apreciar con toda claridad hace pocos días, cuando su país perdió una votación en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por un margen nunca antes visto en la historia del organismo. Lo sucedido tiene un altísimo valor como explicación de cómo se gesta el aislamiento, por lo que valdrá la pena dedicarle algunos párrafos.
Cómo aislarse hasta de los propios aliados
Estados Unidos, a través del Secretario de Estado Mike Pompeo, propuso en el Consejo de Seguridad que se aprobara una resolución para extender el embargo sobre la compra y venta de armas convencionales hacia y desde Irán que debería finalizar el 18 de octubre de este mismo año.
De los 15 miembros del Consejo de Seguridad, solo dos votaron a favor de la moción: Estados Unidos y República Dominicana. Otros dos, Rusia y China, se opusieron. Los otros 11, la mayoría de ellos aliados de Estados Unidos desde hace mucho tiempo, como Inglaterra, Alemania y Francia, se abstuvieron.
Mike Pompeo, en defensa de la propuesta estadounidense argumentó que el Consejo de Seguridad debería extender el embargo porque Irán ha excedido recientemente los límites del acuerdo sobre el enriquecimiento de uranio y el almacenamiento de combustible nuclear.
Sin embargo, los otros miembros del consejo le recordaron al enviado de Donald Trump que Irán había dado ese paso después de que Estados Unidos se retirara del acuerdo e impusiera sus propias sanciones, exigiera que los otros signatarios hicieran lo mismo, y para colmo amenazara con imponer sanciones también a terceros países que no obedecieran. Los miembros europeos del Consejo de Seguridad argumentaron además que, debido a que Estados Unidos se había retirado del acuerdo, había perdido su capacidad para imponer sanciones a las acciones de Irán. Y quedó claro que la Unión Europea desea atraer a Irán de regreso a la mesa de negociaciones después de que Trump deje su cargo.
Prisoneros de sus propios muros
Este es el resultado de más de 3 años de desplantes, amenazas, y del “America First” entendido como derecho a hacer lo que a un ex constructor de hoteles y casinos le pareció oportuno. Aquello que comenzó con todos los medios de prensa pendientes morbosamente de cómo el nuevo dueño del mundo le daba la mano a sus invitados , finaliza con el most powerful country on earth mostrándose incapaz de lograr que en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se aprueben sanciones contra el país que ha definido como origen de todo mal.
Y si hemos dado este rodeo ha sido para enfatizar que en el mundo se espera y se desea que esta era de caos y torpezas inaugurada hace 4 años en los EEUU finalice de una buena vez. Y si como teme Opal, el odio y los temores, la ignorancia y el resentimiento, el supremcismo y las taras hicieran posible un nuevo período de Trump en el gobierno, es probable que se vaya desarrollando algo así como un cordón sanitario que aísle a los EEUU más de lo que una potencia puede soportar. Porque las mayores debilidades de los poderosos no quedan a la vista cuando comienzan a estar solos sino cuando la soledad se transforma en lo único tangible.
El problema que enfrenta el Partido Demócrata, pero sobre todo Kamala Harris sobre quien posiblemente recaerá buena parte de la responsabilidad de los dos meses de campaña que restan, es que a más del 40% del electorado estadounidense no le interesa o no le importa el mundo y tienen una idea acerca de lo que en él pasa bastante limitada. Se trata de un electorado cautivo por sus propias limitaciones, encerrado en sus propios muros simbólicos; terco; irreductible.
La complejidad auspiciosa e insuficiente
El problema que enfrentará Kamala Harris si el Partido Demócrata triunfa y ella, como es previsible, resulta ser una co-presidenta en funciones, será que así como a nivel global los 6 meses de pandemia hn hecho visibles problemas que solían estar silenciados, los 4 años de «pandemia Trump» dejan un país en el que es inocultable la necesidad de reformas estructurales en las que el Partido Demócrata con seguridad -y ella posiblemente- no creen.
Sería verdaderdaderamente frustrante si pasada la primera efervescencia que aportan su color de piel, su solvencia académica, su historia familiar y su género, se dijera de ella «All in all you’re just another brick in the wall».
Trataremos de abordar la complejidad de Kamala Harris en una próxima nota. Se trata de una persona en la que confluyen multitud de vertientes étnicas, culturales y religiosas y en la que se cruzan los ejes de raza, clase, género, intereses y educación de una forma verdaderamente única.
La complejidad de su persona es auspiciosa. Se trata de alguien que estará muy lejos de la simplicidad y la grosería de un constructor de hoteles y eso ya es fantástico, pero con la complejidad seguramente no alcance.También Obama la tenía, (aunque en muy menor grado) y su desempeño dejó un sabor amargo en muchos de quienes más confiaron en él.
La complejidad de Kamala Harris la hace física y mentalmente más parecida al mundo que a su país y en ese sentido, nos representa.
Será con esa compejidad interesantísima, necesaria pero insuficiente, que deberá gobernar un país que seguirá empeñado en ser lo que cree que es, pero que debería (por el bien de todos, dentro y fuera) ser diferente.
Hemos compartido una versión similar de esta nota en le edición 361 de Correo Canadiense